Cuando yo era
pequeño, hace ya de esto más de sesenta años , vivía en Jimena de la Frontera,
pueblo en el que nací y en el que me
crié, con más de mis cinco sentidos puestos en cuanto me rodeaba.
Me metía de lleno
en todas las calles, en las chozas del Puerto Moral, en las iglesias, en los “cazarones”
medios derruidos, en el arroyo Garcia Bravo, en los charcos del Hozgarganta con
sus chorreras,, en el Carrizo, en El Polvorín, en las Huertas, en las herrerías,
en las casas de los vecinos y hasta en sus patios interiores……
Mis padres me
enseñaron a querer a todo el mundo y a disfrutar de la compañía de los vecinos,
de los amigos y hasta de los conocidos , por eso que mi vida de niño llegó a
ser muy especial empapándome del vivir de
los demás hasta llegar a fijarme en los más mínimos detalles de cuanto me rodeaba…….
Dicho todo eso
paso a contaros algo poco trascendental que puede que pasara desapercibido para
muchos de mis coetáneos, pero que sin lugar
a dudas en cuanto yo cuente mis recuerdos estaréis conmigo en disfrutar de algo
poco común y sobre lo que nadie escribiría por la carencia de importancia del
asunto.
LAS PELOTAS DE LOS CAÑOS
Muchas casas en
Jimena tenían sus patios interiores y otras en el exterior, pero lo coincidente
en ellos, es que precisaban todos de un
desagüe , que se dice hoy y que antes la palabra mas corriente era de la de “caño”
o “cañillo” porque desaguaban en la cañería que normalmente iba a un pozo
ciego. Estos caños olian a “perros
muertos” y como no existían esas
tapaderas sofisticadas de hoy en día, en Jimena existían para tapar estos
agujeros las llamadas “ Pelotas de las Caños”.
Esas pelotas eran
casi todas iguales de tamaño aunque sus superficies bastante oxidadas
presentaban irregularidades producidas tal vez por la comezón del óxido o por golpes sufridos en el transcurso del
tiempo.
Como dije al
principio yo de niño estaba en todas partes y me fijaba en todo y lo que más me
fastidiaba era que en las casas donde estaban estos patios interiores hacia el
mismo olor a cañería que salía por las
irregularidades que presentaban esas pelotas de los caños.
En casa de Maria
Beffa, cuando iba a esperar a mi querido amigo Victoriano( Q.E.P.D.) yo veía en
el patio aquella pelota de hierro descansando sobre el boquete del caño y jamás
pensé que algún dia me sentiría obligado a contar a mis amigos lo que mis
sentidos captaban sobre esas bolas que parecían haber salido del fuego eterno.
Lo mismo sucedía
en la casa de Jacinta Boza o de
Sebastián Luque que se dedicaban todos
al mismo menester de matanzas y donde las bolas descansaban sobre los boquetes
de desagües,
Hasta hace un par
de días para mi esas pelotas de los caños eran producto de los herreros del
pueblo, pero al contemplar unas fotos en facebook de una clase al aire libre y en la que una
maestra sostenía una pesada bola de
cañón de la Real Fabrica de Artilleria ,
al instante saltó en mi mente esa chispa que me hizo recordar que la
procedencia de nuestras pelotas de los caños no puede ser otra que esas bolas de cañón del siglo XVIII que
se fabricaron en Nuestra Fábrica Real de Artilleria y de las que todavía conservan
algunas dentro de la propia fábrica.
Ya he contado en
varias ocasiones que en la posguerra había tanta falta de dinero y los jornales
eran tan bajos que las familias se veian obligadas a vender cuantas
antigüedades poseían en sus casas como palmatorias, cuadros antiguos,
candelabros, relojes, etc, etc etc,
Hasta las pelotas
de los caños solia comprarlas Esteban Gil para la chatarrería de mi tio
Frasquito en la calle Santa Ana por lo que fueron desapareciendo del pueblo y
sustituidas por las tapaderas que comenzaron a venderse en las ferreterías.
Asi que muchas de
esas bolas de cañón fabricadas para la intencionalidad de vencer al enemigo,
sirvieron para tapar los caños de nuestros patios durante muchísimos años y
además ayudaron, debido a su peso, a mitigar un poco el hambre que por aquellos
tiempos tenia su presencia en toda España.
No es un sueño,
es una realidad tangible que muchos de mis amigos y conocidos de mi edad podrán
corroborar sin lugar a dudas.
Un abrazo
Currini
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