jueves, septiembre 27, 2012

AMORES QUE MATAN EN....... MERCADONA.


 

Me levanté como de costumbre, dando un salto y preparándome rápidamente para salir a cubrir mis seis o siete kilómetros que más o menos nos hemos prescrito nosotros mismos para  estar medio conforme  y vivir despreocupado de eso que llaman colesterol…

 

Mientras paseo, mi mente capta cuanto me rodea y mi espíritu lo va transformando  a mi antojo, hasta calar en mis sentimientos de romántico y soñador perpetuo.

 

Al regresar a casa y estar sentado frente a mi taza de café con leche humeante, saboreando junto a sus sorbos contínuos, madia baguet calentita  cubierta de matequilla flande, no pude evitar  el recordar el placer de tener, junto a mi lado en el desayuno ese regalo que el Supremo concede  a los corazones enamorados  para seguir soñando y viviendo lleno de satisfacción.

 Me levanté, coloqué en el fregadero los platitos, la taza y sabía que tenía una cita ineludible  rápidamente en Mercadona y eso me hacia ser lento en organizar un poco cuanto de por medio se veía en la casa, por lo que  la impaciencia por salir a la conquista y  estrecharla entre mis manos se hacia cada vez mayor y más tardaba en poner en orden  las cosas para cumplir con mis propias exigencias heredadas de mis antepasados.

 Se me antojaba que MERCADONA estaba en los confines del Universo…. Pero ya estaba sentado al volante de mi coche, con la esperanza de que  se acortase el trayecto, poder ver su colorido penetrante y oler su fragancia propia que me hacia temblar y sentirme débil ante sus encantos.

 

Un pequeño atasco en el parkin mercadoniano y la falta de aparcamiento aumentaban mi impaciencia por acercarme y tenerla de nuevo entre mis manos para olerla y hasta besarla  que era mi mayor ilusión.

 

Quise dominarme  y antes de verla, me di varias vueltas como queriendo aparcar mi impaciencia, hasta que desde lejos la vi,  donde más o menos otras veces nos hemos encontrado.

Sigilosamente  me acerqué y al contemplarla, perdí la noción del tiempo, como si no existiesen las numerosas personas que a mi alrededor en el Mercadona metian la fruta en sus bolsas de plástico para ser pesada.

 De pronto, siento que me tocan en el hombro…  me vuelvo  y una señora mayor con bastante insistencia, me despierta de mi embeleso al decirme ….¿ seria tan amable de  dejarme esa CARNE DE MEMBRILLO”  Y USTED COGE OTRA…?

 

Mi amor se marchó gritando entre las manos de aquella buena señora y yo quedé llorando  y suspirando  por haber dejado escapar mis ansias de placer y tanto deseo en MERCADONA.

 

Dedicado a una amiga muy especial de la que estoy  intentando aprender a escribir.

Currini

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