Me levanté como de costumbre, dando un salto y preparándome
rápidamente para salir a cubrir mis seis o siete kilómetros que más o menos nos
hemos prescrito nosotros mismos para
estar medio conforme y vivir
despreocupado de eso que llaman colesterol…
Mientras paseo, mi mente capta cuanto me rodea y mi espíritu
lo va transformando a mi antojo, hasta
calar en mis sentimientos de romántico y soñador perpetuo.
Al regresar a casa y estar sentado frente a mi taza de café
con leche humeante, saboreando junto a sus sorbos contínuos, madia baguet
calentita cubierta de matequilla flande,
no pude evitar el recordar el placer de
tener, junto a mi lado en el desayuno ese regalo que el Supremo concede a los corazones enamorados para seguir soñando y viviendo lleno de
satisfacción.
Me levanté, coloqué
en el fregadero los platitos, la taza y sabía que tenía una cita
ineludible rápidamente en Mercadona y
eso me hacia ser lento en organizar un poco cuanto de por medio se veía en la
casa, por lo que la impaciencia por
salir a la conquista y estrecharla entre
mis manos se hacia cada vez mayor y más tardaba en poner en orden las cosas para cumplir con mis propias
exigencias heredadas de mis antepasados.
Se me antojaba que
MERCADONA estaba en los confines del Universo…. Pero ya estaba sentado al
volante de mi coche, con la esperanza de que
se acortase el trayecto, poder ver su colorido penetrante y oler su
fragancia propia que me hacia temblar y sentirme débil ante sus encantos.
Un pequeño atasco en el parkin mercadoniano y la falta de
aparcamiento aumentaban mi impaciencia por acercarme y tenerla de nuevo entre
mis manos para olerla y hasta besarla
que era mi mayor ilusión.
Quise dominarme y
antes de verla, me di varias vueltas como queriendo aparcar mi impaciencia,
hasta que desde lejos la vi, donde más o
menos otras veces nos hemos encontrado.
Sigilosamente me
acerqué y al contemplarla, perdí la noción del tiempo, como si no existiesen
las numerosas personas que a mi alrededor en el Mercadona metian la fruta en
sus bolsas de plástico para ser pesada.
De pronto, siento que
me tocan en el hombro… me vuelvo y una señora mayor con bastante insistencia,
me despierta de mi embeleso al decirme ….¿ seria tan amable de dejarme esa CARNE DE MEMBRILLO” Y USTED COGE OTRA…?
Mi amor se marchó gritando entre las manos de aquella buena
señora y yo quedé llorando y
suspirando por haber dejado escapar mis
ansias de placer y tanto deseo en MERCADONA.
Dedicado a una amiga muy especial de la que estoy intentando aprender a escribir.
Currini
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