GANADERÍA VACUNA EN JIMENA Foto: Currini |
Enviado por concuchilloytenedor el Dom, 23/12/2012 - 18:16.
La interpretación literal de una anécdota incluida en el último libro de Benedicto XVI ha hecho que surja un movimiento que reivindica la presencia en el portal de todos los belenes de la mula y el buey, que el Papa pone en duda.
Es posible que haya también quienes se atengan a la opinión pontificia y expulsen de su nacimiento a estos tradicionales acompañantes de la Sagrada Familia. Allá ellos; por nuestra parte, estamos dispuestos a darle al buey un puesto de honor, tal vez no en el portal, pero sí en la mesa navideña.
Normalmente, la reina de esa mesa ha sido alguna ave de corral. Hace mucho lo era el pollo, que dejó su cetro al pavo, que a su vez lo perdió en favor de capones y pulardas, que son quienes mandan ahora.
De los cuadrúpedos, el más valorado ha sido el cordero..., aunque haya partidarios del cochinillo que olvidan que en un belén, por razones religiosas, no hay más cerdos que algunos bípedos haciendo aguas mayores, figuritas tradicionales en los nacimientos en lugares muy concretos.
Del buey, ni rastro. En el portal, sí, pero no en la mesa. Y un bien elegido corte de bovino mayor y castrado puede ser un plato navideño de muchísima categoría. Un buen roastbeef, por ejemplo; o unos tournedos Rossini, un solomillo Wellington...
La milenaria relación del hombre y el buey ha conocido muy diversas fases. Se le rindió culto en algunas sociedades, como la egipcia, que tenía al buey sagrado Apis entre sus numerosos dioses. Se consideró que un buey era la mejor ofrenda que el hombre podía hacer a los dioses, a los que se sacrificó gran cantidad de ejemplares. Recuerden que la palabra hecatombe significaba, originariamente, sacrificio de cien bueyes.
Pero la relación hombre-buey fue, sobre todo, laboral. El buey fue siempre un compañero del hombre en el trabajo. Los bueyes tiraron de arados, de carros... Todavía hoy, ya mecanizadas las labores agrícolas, las hermandades rocieras utilizan bueyes en sus carretas; los vascos, por su parte, siguen haciendo que los bueyes "hagan deporte" arrastrando piedras, para pasárselo ellos muy bien apostando.
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Es posible que haya también quienes se atengan a la opinión pontificia y expulsen de su nacimiento a estos tradicionales acompañantes de la Sagrada Familia. Allá ellos; por nuestra parte, estamos dispuestos a darle al buey un puesto de honor, tal vez no en el portal, pero sí en la mesa navideña.
Normalmente, la reina de esa mesa ha sido alguna ave de corral. Hace mucho lo era el pollo, que dejó su cetro al pavo, que a su vez lo perdió en favor de capones y pulardas, que son quienes mandan ahora.
De los cuadrúpedos, el más valorado ha sido el cordero..., aunque haya partidarios del cochinillo que olvidan que en un belén, por razones religiosas, no hay más cerdos que algunos bípedos haciendo aguas mayores, figuritas tradicionales en los nacimientos en lugares muy concretos.
Del buey, ni rastro. En el portal, sí, pero no en la mesa. Y un bien elegido corte de bovino mayor y castrado puede ser un plato navideño de muchísima categoría. Un buen roastbeef, por ejemplo; o unos tournedos Rossini, un solomillo Wellington...
La milenaria relación del hombre y el buey ha conocido muy diversas fases. Se le rindió culto en algunas sociedades, como la egipcia, que tenía al buey sagrado Apis entre sus numerosos dioses. Se consideró que un buey era la mejor ofrenda que el hombre podía hacer a los dioses, a los que se sacrificó gran cantidad de ejemplares. Recuerden que la palabra hecatombe significaba, originariamente, sacrificio de cien bueyes.
Pero la relación hombre-buey fue, sobre todo, laboral. El buey fue siempre un compañero del hombre en el trabajo. Los bueyes tiraron de arados, de carros... Todavía hoy, ya mecanizadas las labores agrícolas, las hermandades rocieras utilizan bueyes en sus carretas; los vascos, por su parte, siguen haciendo que los bueyes "hagan deporte" arrastrando piedras, para pasárselo ellos muy bien apostando.
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