



Con mi coche de noche cruzamos el Puente de la Pasada Alcalá y nos adentramos en Las Huertas para dejar a Maria en casa de Sebastiana que antes había estado charlando un buen rato con nosotros en La tasca. El olor a las flores y árboles que rodean las casas me recordaron mis paseos de juventud por todas aquellas huertas de Ernesto Castilla, Jerónimo Castilla, José y Sebastián Luque y de Antonio Ríos.
Ayer a las nueve de la mañana fuí a recoger a Maria Ortiz que pasó el día aquí en Torreguadiaro con nosotros hasta que por la tarde la llevé a casa de sus tíos en Algeciras.
Sebastiana y su hijo Antonio, con la amabilidad que les caracteriza, me enseñaron la huerta y su casa que no deja de ser un lugar con un encanto especial. Les expliqué que cuando yo era un chaval me recorria todas aquellas huertas que todas tenián sus embercas junto a la noria donde un burro daba vueltas constantemente y veía como lavaban las lechugas y los rábanos. Algunas veces nos regalaban y otras comprábamos lechugas y pepinos que nos comiamos por aquellos caminos. En otras ocasiones íbamos a coger achofaifas en los árboles que junto al vallado había y en la huerta de Sebastián Luque me gustaba coger las nueces del gran nogal cuando aún estaban verdes y habia que quitarles la cáscara con una piedra y casi siempre nos manchábamos.
Saludé a Ernesto Castilla que estaba sentado en una silla al fresco y creo que hasta me conoció el buen hombre cuando le hablé de mi padre Sebastian Orellana que tantas bromas agradables le gastaba cuando pasaba todas las mañanas con sus hortalizas para la plaza de abastos.
Desde la misma puerta de Sebastiana hice esas fotos de nuestro castillo y su entorno. Que bonito resulta estar tomando el fresquito al anochecer con esas vistas de nuestro castillo y sus aledaños.
Mi enhorabuena a Sebastiana y su hijo Antonio por ser tan amables y por tener la suerte de vivir en uno de los mejores lugares de nuestro pueblo.
Un fuerte abrazo
Currini
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