Los musicoterapeutas se aprovechan del fuerte poder evocador que tiene la música para trabajar las emociones en personas de todas las edades, con o sin patologías, que desean beneficiarse de sus efectos preventivos, rehabilitadores y terapéuticos. La música y el sonido son inherentes al ser humano y forman parte de nuestra vida y de todo cuanto nos rodea. De esta manera, pueden despertar desde las emociones más primarias, como alegría, miedo o tristeza, hasta los sentimientos más complejos, como nostalgia, timidez o euforia.
La música tiene tres componentes fundamentales: melodía, ritmo y armonía. Cada uno de ellos, conecta con los aspectos esenciales del ser humano: afectivo o social, físico y psicológico. El presidente de la Asociación para la Creatividad, el Arte y la Terapia (CreArTe), Miguel Ángel Diví, explica que a nivel físico la música altera la respiración y el ritmo cardíaco y, por lo tanto, puede variar la tensión arterial, la saturación de oxígeno, la temperatura y la resistencia al dolor. "Por medio de esta terapia, se puede reducir la medicación y mejorar el estado de salud general", afirma.
En la misma línea, los voluntarios de la Fundación Musicoterapia y Salud (Mussa), Paula Ramírez y Pedro Vinuesa, añaden que existen investigaciones que avalan que la música tiene efectos fisiológicos: "Modifica las ondas cerebrales, produce cambios en el tono muscular, la secreción hormonal, ayuda a la regeneración de los tejidos, relaja, tonifica y aminora la fatiga y el estrés. Estos cambios en el organismo permiten prevenir, promover y rehabilitar la salud de las personas". En Estados Unidos, hospitales de prestigio incluyen a un profesional musicoterapeuta en sus equipos multidisciplinares.
A nivel afectivo o social y psicológico, la directora del Centro de Musicoterapia de Barcelona, Isabel Agudo, defiende que la música forma parte de la conducta humana. El compartir gustos o preferencias musicales "refuerza y mejora las habilidades sociales de la persona, favoreciendo su integración en un grupo. Además, la música conmueve, estimula nuestros sentidos y evoca recuerdos o sensaciones que influyen en nuestro estado de ánimo. Todos tenemos una historia musical".
El presidente de la Asociación Española de Musicoterapia (AEMT), José Daniel Terán, va más allá: "La musicoterapia propicia el crecimiento personal, la toma de conciencia de los valores humanos y el saneamiento de esas pequeñas goteras que, si se descuidan, pueden arruinar la edificación de nuestra personalidad". Desde su experiencia, se trata de una terapia aceptada, porque no es invasiva, que "facilita tanto la catarsis y descompresión emocional como la proyección exterior y canalización de sentimientos agresivos".
En definitiva, la musicoterapia ayuda a superar dificultades físicas y psíquicas, pudiendo incitar y modificar conductas en función de nuestra reacción. En este sentido, la delegada regional de la AEMT y vocal coordinadora de la Asociación de Musicoterapia del Mediterráneo (AMME), María Ruth Romero, subraya que las frecuencias musicales son capaces de modificar funcionamientos orgánicos y despertar ciertas zonas del cerebro: "El ritmo estimula la visión espacial, muy importante cuando envejecemos; la música despierta el hipotálamo, donde residen importantes funciones de la vida orgánica; y el sonido desbloquea los hemisferios cerebrales produciendo un efecto tranquilizador".
La música tiene tres componentes fundamentales: melodía, ritmo y armonía. Cada uno de ellos, conecta con los aspectos esenciales del ser humano: afectivo o social, físico y psicológico. El presidente de la Asociación para la Creatividad, el Arte y la Terapia (CreArTe), Miguel Ángel Diví, explica que a nivel físico la música altera la respiración y el ritmo cardíaco y, por lo tanto, puede variar la tensión arterial, la saturación de oxígeno, la temperatura y la resistencia al dolor. "Por medio de esta terapia, se puede reducir la medicación y mejorar el estado de salud general", afirma.
En la misma línea, los voluntarios de la Fundación Musicoterapia y Salud (Mussa), Paula Ramírez y Pedro Vinuesa, añaden que existen investigaciones que avalan que la música tiene efectos fisiológicos: "Modifica las ondas cerebrales, produce cambios en el tono muscular, la secreción hormonal, ayuda a la regeneración de los tejidos, relaja, tonifica y aminora la fatiga y el estrés. Estos cambios en el organismo permiten prevenir, promover y rehabilitar la salud de las personas". En Estados Unidos, hospitales de prestigio incluyen a un profesional musicoterapeuta en sus equipos multidisciplinares.
A nivel afectivo o social y psicológico, la directora del Centro de Musicoterapia de Barcelona, Isabel Agudo, defiende que la música forma parte de la conducta humana. El compartir gustos o preferencias musicales "refuerza y mejora las habilidades sociales de la persona, favoreciendo su integración en un grupo. Además, la música conmueve, estimula nuestros sentidos y evoca recuerdos o sensaciones que influyen en nuestro estado de ánimo. Todos tenemos una historia musical".
El presidente de la Asociación Española de Musicoterapia (AEMT), José Daniel Terán, va más allá: "La musicoterapia propicia el crecimiento personal, la toma de conciencia de los valores humanos y el saneamiento de esas pequeñas goteras que, si se descuidan, pueden arruinar la edificación de nuestra personalidad". Desde su experiencia, se trata de una terapia aceptada, porque no es invasiva, que "facilita tanto la catarsis y descompresión emocional como la proyección exterior y canalización de sentimientos agresivos".
En definitiva, la musicoterapia ayuda a superar dificultades físicas y psíquicas, pudiendo incitar y modificar conductas en función de nuestra reacción. En este sentido, la delegada regional de la AEMT y vocal coordinadora de la Asociación de Musicoterapia del Mediterráneo (AMME), María Ruth Romero, subraya que las frecuencias musicales son capaces de modificar funcionamientos orgánicos y despertar ciertas zonas del cerebro: "El ritmo estimula la visión espacial, muy importante cuando envejecemos; la música despierta el hipotálamo, donde residen importantes funciones de la vida orgánica; y el sonido desbloquea los hemisferios cerebrales produciendo un efecto tranquilizador".
Principales beneficios en los mayores
La directora del Centro de Musicoterapia de Barcelona declara que la musicoterapia refuerza, recupera y potencia las facultades deterioradas a causa del paso de los años. "La capacidad funcional de los mayores se ve afectada por los cambios fisiológicos del envejecimiento, tanto a nivel físico como psíquico", manifiesta. Por eso, Isabel Agudo clasifica los beneficios de la musicoterapia en el campo de la geriatría en distintos niveles:
• Cognitivo. La música estimula la memoria a corto y largo plazo y, por tanto, ayuda al aprendizaje, mejora la orientación en la realidad, aumenta la capacidad de atención y concentración y mantiene o mejora las habilidades verbales y de comunicación.
• Físico. Refuerza la estimulación sensorial y mejora la coordinación del sistema neuromotriz. Así, ayuda a mantener la movilidad de las articulaciones y aumenta la fuerza del músculo. También promueve la relajación, reduce la agitación y disminuye los niveles de ansiedad.
• Socioemocional. La expresión emocional ayuda a identificar y compartir sentimientos, aumenta la interacción y comunicación social, reduce y previene el aislamiento y mejora las habilidades sociales y la autoestima.
• Espiritual. Facilita espacios de reflexión sobre temas trascendentales que preocupan a los mayores.
El presidente de CreArTe, Miguel Ángel Diví, incide en que en los casos de enfermedades degenerativas "se ha observado cómo se reducen significativamente los temblores, mejora la memoria y aumenta la atención y la autoestima. También disminuye la deambulación y mejora la psicomotricidad y las posibles conductas disruptivas". Asimismo, el presidente de AEMT, José Daniel Terán, insiste en que ralentiza el progresivo deterioro cognitivo: "Las evocaciones musicales, a partir de la historia sonora del paciente y por la fuerza emocional que imprimen, pueden resultar un asidero de rememoraciones. Al menos, un flash fugaz de vinculación con la realidad". Y la coordinadora de AMME, María Ruth Romero, añade: "Convertimos la música en terapia, en energía capaz de transmutar toda enfermedad en salud, aunque no hablemos necesariamente de curación".
Por último, los voluntarios de la Fundación Mussa, Paula Ramírez y Pedro Vinuesa, aseguran que la musicoterapia "pretende mejorar la calidad de vida y proporcionar un espacio y medio de expresión que con la edad, en algunos casos, se pierden. Actualmente, existen centros de día que promueven esta terapia en talleres de estimulación cognitiva, reminiscencia, socialización (coros y conjuntos instrumentales) y soporte emocional".
La directora del Centro de Musicoterapia de Barcelona declara que la musicoterapia refuerza, recupera y potencia las facultades deterioradas a causa del paso de los años. "La capacidad funcional de los mayores se ve afectada por los cambios fisiológicos del envejecimiento, tanto a nivel físico como psíquico", manifiesta. Por eso, Isabel Agudo clasifica los beneficios de la musicoterapia en el campo de la geriatría en distintos niveles:
• Cognitivo. La música estimula la memoria a corto y largo plazo y, por tanto, ayuda al aprendizaje, mejora la orientación en la realidad, aumenta la capacidad de atención y concentración y mantiene o mejora las habilidades verbales y de comunicación.
• Físico. Refuerza la estimulación sensorial y mejora la coordinación del sistema neuromotriz. Así, ayuda a mantener la movilidad de las articulaciones y aumenta la fuerza del músculo. También promueve la relajación, reduce la agitación y disminuye los niveles de ansiedad.
• Socioemocional. La expresión emocional ayuda a identificar y compartir sentimientos, aumenta la interacción y comunicación social, reduce y previene el aislamiento y mejora las habilidades sociales y la autoestima.
• Espiritual. Facilita espacios de reflexión sobre temas trascendentales que preocupan a los mayores.
El presidente de CreArTe, Miguel Ángel Diví, incide en que en los casos de enfermedades degenerativas "se ha observado cómo se reducen significativamente los temblores, mejora la memoria y aumenta la atención y la autoestima. También disminuye la deambulación y mejora la psicomotricidad y las posibles conductas disruptivas". Asimismo, el presidente de AEMT, José Daniel Terán, insiste en que ralentiza el progresivo deterioro cognitivo: "Las evocaciones musicales, a partir de la historia sonora del paciente y por la fuerza emocional que imprimen, pueden resultar un asidero de rememoraciones. Al menos, un flash fugaz de vinculación con la realidad". Y la coordinadora de AMME, María Ruth Romero, añade: "Convertimos la música en terapia, en energía capaz de transmutar toda enfermedad en salud, aunque no hablemos necesariamente de curación".
Por último, los voluntarios de la Fundación Mussa, Paula Ramírez y Pedro Vinuesa, aseguran que la musicoterapia "pretende mejorar la calidad de vida y proporcionar un espacio y medio de expresión que con la edad, en algunos casos, se pierden. Actualmente, existen centros de día que promueven esta terapia en talleres de estimulación cognitiva, reminiscencia, socialización (coros y conjuntos instrumentales) y soporte emocional".
Metodología de las sesiones
Tras la valoración individual de cada caso (demencia, discapacidad, hiperactividad...), el musicoterapeuta decidirá si debe hacer más hincapié en aspectos cognitivos, afectivos o comunicacionales y de relación. Las sesiones de musicoterapia se estructuran según las necesidades individuales o grupales, y su contenido es distinto si se desarrollan en un hospital, centro geriátrico, asociación, fundación, etc.
"Las sesiones de musicoterapia se inician con una práctica de saludo y calentamiento. La fase nuclear transcurre en función de los objetivos previstos, con maleabilidad suficiente para que el participante pueda desenvolverse en un clima lúdico y de creatividad. Finalmente, se realiza un ejercicio de cierre", explica el presidente de AEMT, José Daniel Terán.
Las sesiones dirigidas a personas mayores, tal y como indican los musicoterapeutas de la Fundación Mussa, trabajan, especialmente, la socialización, la memoria y el desarrollo de habilidades musicales cantando, por ejemplo, en un coro. Pero también trabajan la memoria y psicomotricidad interpretando y tocando canciones del pasado.
Por su parte, la coordinadora de AMME, María Ruth Romero, afirma que "los enfermos de Alzheimer necesitan que los musicoterapeutas marquen un periodo de intervención, con una duración concreta, y que cada sesión esté perfectamente estructurada en un marco flexible. Así, empezaremos y terminaremos siempre con una misma actividad o canción, compartiendo la experiencia mediante la autorreflexión y el análisis".
De esta manera, se consigue que las personas mayores reconozcan el espacio y la actividad, lo que aporta seguridad y hace desaparecer los miedos y la ansiedad que pueden sentir cuando hacen algo nuevo o diferente. "En función de las necesidades del grupo y de las metas que nos marquemos, desarrollamos distintas actividades: tocar, cantar, componer, bailar, viajes a través de la imaginación, recuerdos de su música preferida y la de su región. Cuando parece que todo se les olvida, descubren que hay mucho que aún guardan en su memoria", asegura esta especialista.
Las sesiones de musicoterapia tratan de crear música con el propio cuerpo, la voz o los instrumentos y sinergias que surgen en el proceso; también se pueden hacer ejercicios de estiramientos y calentamiento de la voz o respiraciones y el baile puede complementar estas actividades.
Tras la valoración individual de cada caso (demencia, discapacidad, hiperactividad...), el musicoterapeuta decidirá si debe hacer más hincapié en aspectos cognitivos, afectivos o comunicacionales y de relación. Las sesiones de musicoterapia se estructuran según las necesidades individuales o grupales, y su contenido es distinto si se desarrollan en un hospital, centro geriátrico, asociación, fundación, etc.
"Las sesiones de musicoterapia se inician con una práctica de saludo y calentamiento. La fase nuclear transcurre en función de los objetivos previstos, con maleabilidad suficiente para que el participante pueda desenvolverse en un clima lúdico y de creatividad. Finalmente, se realiza un ejercicio de cierre", explica el presidente de AEMT, José Daniel Terán.
Las sesiones dirigidas a personas mayores, tal y como indican los musicoterapeutas de la Fundación Mussa, trabajan, especialmente, la socialización, la memoria y el desarrollo de habilidades musicales cantando, por ejemplo, en un coro. Pero también trabajan la memoria y psicomotricidad interpretando y tocando canciones del pasado.
Por su parte, la coordinadora de AMME, María Ruth Romero, afirma que "los enfermos de Alzheimer necesitan que los musicoterapeutas marquen un periodo de intervención, con una duración concreta, y que cada sesión esté perfectamente estructurada en un marco flexible. Así, empezaremos y terminaremos siempre con una misma actividad o canción, compartiendo la experiencia mediante la autorreflexión y el análisis".
De esta manera, se consigue que las personas mayores reconozcan el espacio y la actividad, lo que aporta seguridad y hace desaparecer los miedos y la ansiedad que pueden sentir cuando hacen algo nuevo o diferente. "En función de las necesidades del grupo y de las metas que nos marquemos, desarrollamos distintas actividades: tocar, cantar, componer, bailar, viajes a través de la imaginación, recuerdos de su música preferida y la de su región. Cuando parece que todo se les olvida, descubren que hay mucho que aún guardan en su memoria", asegura esta especialista.
Las sesiones de musicoterapia tratan de crear música con el propio cuerpo, la voz o los instrumentos y sinergias que surgen en el proceso; también se pueden hacer ejercicios de estiramientos y calentamiento de la voz o respiraciones y el baile puede complementar estas actividades.
Una música para cada momento
El presidente de CreArTe, Miguel Ángel Diví, manifiesta que hay un tipo de música para cada estado de ánimo, actividad y momento del día. No obstante, asegura que no existen recetas musicales, "porque lo que a una persona le produce una reacción emocional o cognitiva, en otra podría tener el resultado contrario. Los efectos físicos son más homogéneos y sí que podríamos hablar de que la música con ritmo lento, sonidos graves y volumen suave puede ayudar a calmar, relajar y, por tanto, a reducir un dolor de cabeza o reducir el insomnio. Sin embargo, la soledad, por ejemplo, al tener un componente más emocional que físico requiere un trato personalizado con el paciente".
En la misma línea, el presidente de AEMT, José Daniel Terán, considera arriesgado establecer una relación directa entre composiciones musicales y su correspondencia con determinados estados de ánimo. "Los estudios sobre música funcional ya indican tanto la estructura de la pieza musical como el formato de presentación más recomendable. Pero puede resultar algo simplista tomar algunas músicas como referencia de un estado de ánimo", explica.
Por su parte, los voluntarios de la Fundación Mussa piensan que la música depende mucho de los gustos de cada persona. "Se tiende a pensar que cuando estamos tristes escuchamos canciones lentas, pero no tiene por qué ser así. Una balada y una pieza heavy pueden despertar la misma emoción en personas distintas, porque existen parámetros musicales que promueven o modifican diferentes estados de ánimo. El cuerpo pide una música en cada momento y a eso hay que adecuarse".
Por ejemplo, se puede jugar con la duración, altura, ritmo e intensidad para provocar ciertas reacciones. Teniendo en cuenta esta premisa, Paula Ramírez y Pedro Vinuesa recomiendan para el insomnio música con un patrón rítmico lento y constante, que se pueda repetir con la respiración, ya que al ser cíclico posibilita un sueño más profundo. Mientras, para el dolor de cabeza aconsejan música arrítmica, abierta, que no siga un patrón repetitivo como, por ejemplo, sonidos ambientales, agua, mar... Para las personas que son muy sensibles a estímulos externos, mejor el silencio.
Por su parte, la coordinadora de AMME, María Ruth Romero, prefiere referirse a que hay una forma diferente de intervenir en función de la patología y logros que, tanto el paciente como el terapeuta, se proponen alcanzar. "Cada modelo o forma de intervenir se basa en una o más teorías sobre el tratamiento, que provienen de muy diversas disciplinas: psicoterapia, logopedia, terapia ocupacional, psicomotricidad, educación musical, etc. No podemos hacer recetas únicas, porque estamos tratando personas que tienen una historia, unas costumbres, unos sentimientos, unas emociones y unas vivencias que les vinculan a determinadas actitudes. Por eso, adaptamos la terapia a las características de los pacientes", señala.
Si bien Romero defiende el diseño una terapia para cada paciente, desde su experiencia profesional asegura que bailar ritmos marcados y alegres es muy gratificante para el cuerpo y la mente, porque nos hacen vibrar de forma positiva. "Cuando bailamos una canción de Shakira se siente vitalidad y energía colectiva; Mike Oldfield se emplea para el desarrollo de la creatividad; Bárbara Streisand evoca ternura, afectividad y sentimientos profundos de resurgimiento personal; Luz Casal resulta ideal para remover depresiones y sacar emociones inadecuadas con el fin de liberarse; las melodías de Carlos Nuñez son muy aprovechables en terapia; José Carreras y Plácido Domingo inspiran fortaleza, dulzura e intimidad; Monserrat Caballé acaricia el mensaje verbal; y la música clásica de Mozart inspira alegría, ilusión y ganas de vivir", concluye.
FUENTE: SENDA SENIOR
El presidente de CreArTe, Miguel Ángel Diví, manifiesta que hay un tipo de música para cada estado de ánimo, actividad y momento del día. No obstante, asegura que no existen recetas musicales, "porque lo que a una persona le produce una reacción emocional o cognitiva, en otra podría tener el resultado contrario. Los efectos físicos son más homogéneos y sí que podríamos hablar de que la música con ritmo lento, sonidos graves y volumen suave puede ayudar a calmar, relajar y, por tanto, a reducir un dolor de cabeza o reducir el insomnio. Sin embargo, la soledad, por ejemplo, al tener un componente más emocional que físico requiere un trato personalizado con el paciente".
En la misma línea, el presidente de AEMT, José Daniel Terán, considera arriesgado establecer una relación directa entre composiciones musicales y su correspondencia con determinados estados de ánimo. "Los estudios sobre música funcional ya indican tanto la estructura de la pieza musical como el formato de presentación más recomendable. Pero puede resultar algo simplista tomar algunas músicas como referencia de un estado de ánimo", explica.
Por su parte, los voluntarios de la Fundación Mussa piensan que la música depende mucho de los gustos de cada persona. "Se tiende a pensar que cuando estamos tristes escuchamos canciones lentas, pero no tiene por qué ser así. Una balada y una pieza heavy pueden despertar la misma emoción en personas distintas, porque existen parámetros musicales que promueven o modifican diferentes estados de ánimo. El cuerpo pide una música en cada momento y a eso hay que adecuarse".
Por ejemplo, se puede jugar con la duración, altura, ritmo e intensidad para provocar ciertas reacciones. Teniendo en cuenta esta premisa, Paula Ramírez y Pedro Vinuesa recomiendan para el insomnio música con un patrón rítmico lento y constante, que se pueda repetir con la respiración, ya que al ser cíclico posibilita un sueño más profundo. Mientras, para el dolor de cabeza aconsejan música arrítmica, abierta, que no siga un patrón repetitivo como, por ejemplo, sonidos ambientales, agua, mar... Para las personas que son muy sensibles a estímulos externos, mejor el silencio.
Por su parte, la coordinadora de AMME, María Ruth Romero, prefiere referirse a que hay una forma diferente de intervenir en función de la patología y logros que, tanto el paciente como el terapeuta, se proponen alcanzar. "Cada modelo o forma de intervenir se basa en una o más teorías sobre el tratamiento, que provienen de muy diversas disciplinas: psicoterapia, logopedia, terapia ocupacional, psicomotricidad, educación musical, etc. No podemos hacer recetas únicas, porque estamos tratando personas que tienen una historia, unas costumbres, unos sentimientos, unas emociones y unas vivencias que les vinculan a determinadas actitudes. Por eso, adaptamos la terapia a las características de los pacientes", señala.
Si bien Romero defiende el diseño una terapia para cada paciente, desde su experiencia profesional asegura que bailar ritmos marcados y alegres es muy gratificante para el cuerpo y la mente, porque nos hacen vibrar de forma positiva. "Cuando bailamos una canción de Shakira se siente vitalidad y energía colectiva; Mike Oldfield se emplea para el desarrollo de la creatividad; Bárbara Streisand evoca ternura, afectividad y sentimientos profundos de resurgimiento personal; Luz Casal resulta ideal para remover depresiones y sacar emociones inadecuadas con el fin de liberarse; las melodías de Carlos Nuñez son muy aprovechables en terapia; José Carreras y Plácido Domingo inspiran fortaleza, dulzura e intimidad; Monserrat Caballé acaricia el mensaje verbal; y la música clásica de Mozart inspira alegría, ilusión y ganas de vivir", concluye.
FUENTE: SENDA SENIOR
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