Cuando andas por nuestros campos, sin nada fijo que hacer, te das cuenta de cosas imperceptibles para muchos y es así, que quiero comentarlas porque aunque sean “simplezas”, resulta conveniente hablar de todo lo que se aprende en la naturaleza, pues siempre sirve para algo positivo y si no es así, seguro que “templa” nuestros ánimos y hace mas fuerte nuestra presencia en la vida, que es un sentir constante sus impulsos.
--- ¡ tito…tito….! ¿ que son esos golpes que suenan…?... ¡toc…!, ¡ toc…!, ¡ toc…!. --- No te asutes hijo mío… es el pájaro carpintero que en el tronco del viejo moral está haciendo su nido este año. El grueso tronco del moral era enorme y allí estaba nuestro “pitorreal” con su música constante… ¡toc, toc, toc…….!. Su plumaje del cuerpo era “norigao” y el resto todo eran colores rojos y verdes fuertes, junto con el negro salpicados por todo su cuerpo, las patas apoyadas en el tronco y las alas abiertas les servian para propiciar aquellos golpes de “barrena” que salpicaban birutas por todas partes.
No entendía de jornada laboral, porque a las “claritas” del día ya estaba nuestro bonito pajarito “enfrascado” en su trabajo y a mi que me encantaba mirarlo con interés, veía como poco a poco se iba adentrando dentro del árbol y apenas asomaba ya el extremo de la cola, pero él seguía sin parar con su ¡toc, toc, toc, toc! Y aunque ya ni se le veía, si que por el agujero caían el “serrín” y las “birutas” que con habilidad expulsaba al exterior. Aquello duró unos pocos de días, hasta que apareció junto a él su media naranja que le ayudaba a meter en el agujero trozos de “pasto”, ramitas, plumas y sin fin de cosas más.
Muy poco se les veía por allí porque siempre había uno dentro de las propias “entrañas” del moral, pero mi curiosidad me hacia estar pendiente de las maniobras de estos precioso pajaritos llamados “carpinteros”, hasta que un dia comenzaron a salir unos preciosos retoños que volaban con torpeza y se posaban en las ramas colaterales del moral.
Sentado estaba yo bajo el almendro y vi como en el suelo yacian muchas almendras con grandes agujeros en uno de sus lados y comprendí que hasta para comer tenian que trabajar con su pico nuestros queridos pájaros carpinteros, pero por sus formas de volar y lo gracioso de sus movimientos comprendí que eran felices.
La vieja piedra de moler está tirada junto al molino…., de forma inconsciente paso mis dedos por las estrías de sus cantos anchos y me quedo extasiado al percibir la perfección de sus huecos, de sus picos y de sus “surcos” dibujados en la piedra con el arte y sabiduría de una profesión que se ha perdido: “El Picapedrero” .
¡Padre… padre!.. ¿quien da esos golpes que suenan… ¡tin…tin…tiiiin?, hijo no te inquietes, es el picapedrero de Ronda que ha venido a repasar las estrías de la piedra del molino para el curtido. Allí me quedé yo mirando aquel ser tan extraño con unas gafas de alambre en sus ojos, encorvado sobre la gran piedra y con el cincel y el martillo picaba sin cesar igual que nuestro pájaro carpintero.
La piedra iba girando y poco a poco fue presentando una imagen perfecta de estrias y surcos rectos que aquel hombre con sus “picos” de hierro fue haciendo en una materia tan dura y difícil como es la piedra de moler.
Pude hablar con aquel obrero y a mi pregunta de que como habia aprendido el oficio me contestó que su padre también habia sido picapedrero y que gracias a aquel trabajo podía vivir y alimentar a los suyos sin problemas. Esto me hizo recordar a nuestro “pitorreal” y no pude evitar hacer la comparación entre estas dos vidas tan distintas pero tan igual.
Como veis para sentirnos bien con nosotros mismos no hace falta mucho, sino, a veces, con recordar estas cosas es suficiente para vivir en paz sin tantas noticias tristes ni tremendismos de la información.
Un abrazo.
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