Ya hace tiempo que no le dedico un “ratito” a recordar cosas y vivencias en mi Jimena natal, pero hoy es uno de esos días del Otoño que después de haber estado andando para el “rebaje colesterol”, se apetece estar “fresquito” y dejar que la pluma derrame tinta sobre el papel, sin preocupaciones de ningún tipo.
Para algunos jimenatos los dos tomos de Libros de Retratos editados por “OBA” con la colaboración de Ricardo Gómez, Juan Manuel Contreras y Juan León Espinosa, puede que sean un simple adorno en el mueble del salón, para otros tal vez represente ese recuerdo importante de una época que de vez en cuando se mira y se comenta. Los dos tomos míos, se han convertido para mi en dos “bellos espejos” donde entro con tanta frecuencia, que a veces me parece que estoy viviendo en aquella época y cada vez recuerdo a mas personas, porque todos formaron parte de un marco incomparable de manera especial de reir, de sufrir y de vivir.
Hoy, sin querer, me he parado en esa foto de los años 1950/1959: Familia de Sánchez Reinaldo/Macías/Meléndez y Espinosa. En casi todas las imágenes de nuestros libros se representan escenas de grupos de personas donde los vínculos de vecindad, familia y amistad estaban muy entrelazados, por lo que estas fotos reflejan amor, alegría y una cordialidad insuperable y que es difícil encontrar en nuestras digitales de hoy en día, tal vez porque ahora estamos saturados de fotos y antes se hacían de muy tarde en tarde.
La causa de esa reunión, con los botellines de cerveza en la mesa, casi con toda seguridad obedecía a una de las visitas que de vez en cuando nos hacía al pueblo, ese señor grueso con el puro en la boca y que sin lugar a dudas era Antonio Macías.
A esta foto, como a otras tantas, le tengo un especial cariño porque todos eran conocidos y muy amigos de mis padres, con la salvedad de que ANTONIO MACÍAS representaba para mí una cosa muy importante para los niños de entonces y es que era MI PADRINO. Nos habían enseñado que los padrinos eran como nuestros segundos padres y que si por cualquier cosa estos faltaban, ahí estarían los padrinos para acogerte y encargarse de hacerte “un hombre” y protegerte de todo.
Mis padrinos Antonio y Joaquina, habían sido amigos de juventud de mis padres en Jimena pero se marcharon a vivir a La Línea de la Concepción donde mi padrino tenía como medio de vida una carbonería y unos pocos de hijos como Juan, Antonio, Alberto, Guillermo y una hija creo.
Alguna que otra vez mis padres me llevaron a su casa de La Línea, pero cuando mas disfrutaba yo era cuando venían a Jimena, porque Antonio Macias tenía un carácter muy alegre, en cuanto me veía me cogía en brazos y me compraba caramelos. Donde quiera que llegaba organizaba una pequeña fiesta con los conocidos y a mi se me llenaba la boca diciendo… “ es mi padrino…” y algunas veces venía Guillermo con el que jugaba, mientras nuestros padres se tomaban las copitas de vino en el bar de Bartolo.
Independientemente de que nuestros padres no iban ninguno a las iglesias, salvo en los entierros y misas de difuntos, nosotros ( los niños) estábamos todos bautizados a los pocos días de nacer y eso llevaba aparejado el que tuviésemos nuestros padrinos.
En aquella época los había también que no sabían ni siquiera quienes eran sus padrinos porque las cosas económicamente funcionaban mal y a muchos se les “echaba el agua” para cubrir el formulismo necesario de papeleo y esto hacía que se tuviesen padrinos de compromiso y que moralmente no se obligaban a nada en absoluto, pero en realidad eran los menos. La mayor parte de las veces el compromiso de ser padrino de un niño nacia de una vieja amistad, de juergas y fiestas, donde nacían esos compromisos….! Yo te bautizo el niño ó la niña!. De la realización del compromiso de bautizar un niño, se hacía más fuerte la amistad porque ya empezaban a decirse “ compadres” y como que se ascendía al grado de familia sin que hubiese sangre de por medio.
Los padrinos eran los que se encargaban de organizar la pequeña fiesta del bautizo, pagaban al cura sus menesteres y tiraban las monedas a la chiquillería que gritaba por la calle detrás de la comitiva bautismal. Los padrinos eran considerados como los segundos padres y de hecho en Jimena habia muchos niños que vivían con sus padrinos que no tenían hijos y que después heredaron algunos de ellos grandes fortunas a través de este parentesco afortunado.
En nuestra Jimena de entonces, había muchas personas que llegaron a tener hasta tres padrinos y la verdad es que yo fui uno de ellos y ahora estareis pensando… ¿ como puede ser eso…? Pues si y, es que mi padrino de bautismo fue Antonio Macias, mi padrino de confirmación fue Don José Capote y mi padrino de bodas, mi suegro Andrés Ojeda.
Me lo he pasado muy bien con vosotros y estoy seguro que habreis reflexionado sobre las relaciones con vuestros padrinos y recordareis con la frecuencia que nuestros padres les llamaban “compadres” y lo bien que se lo pasaban cuando estaban juntos casi siempre delante de un buen vaso de vino Sala , unos trocitos de morcilla y unas aceitunas aliñadas.
Un abrazo.
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