Hoy nos hemos levantado en casa mucho más temprano que de
costumbre y es que cuando se convive con una persona de 90 años el sueño pasa a
ocupar un segundo o tercer plano en su vida ya que pierden la noción del
tiempo y te hacen montar en el mismo
carro de su existencia descontrolada por pura necesidad, al tener la obligación
de atenderles como es debido y corresponde.
Nada tenía hoy que ofrecer para mi comentario ó
reflexión diario en el blog y mira por
donde mi suegra me ha nombrado ( os lo
aclararé al final) a “los pellejeros”……
Cuando yo era un chaval veía como llegaban al pueblo los
carboneros y trabajadores del monte que solían traer “gatos montunos”, “jinetas”, meloncillos”,
“comadrejas”,” zorros”, no penséis que venían vivos, sino que eran las pieles
secas y cosidas rellenas de paja cuyas
puntas secas salían por la boca y el ano de
las pieles.
Estos trabajadores solían poner sus cepos para coger conejos pero eran muchas las veces
que aparecían atrapados estos animales que tanto abundaban en nuestros montes y
como se sabia de la existencia del pellejero pues se despellejaban, se secaban
sus pieles y cuando venían para algo al pueblo las portaban y se las vendían a
muy buen precio a a Pedro El Pellejero o a
Juan Peláez que eran los pellejeros más destacados en Jimena.
Pedro El Pellejero era poseedor de una gran moto “Zangla”
con la que recorría nuestras calles
visitando tiendas de todo tipo donde a veces habían de pieles que la gente del
campo cambiaba por otros productos. También Pedro compraba - vendia chacinas y otros artículos de lo que vivía él y su familia en la
estación de Jimena.
Las casas de los pellejeros apestaban a “rayos encendíos”
pues yo que visitaba todos los días la de Juan Peláez y me pasó lo que a ellos
que me acostumbré a aquel “pestufo” de naftalina y me encantaba estar con ellos
disfrutando de las caracoladas y los guisos de carne que con tanto amor se hacían
frecuentemente en aquella casa que era como la mía propia.
En el cuarto de
abajo, junto al brocal del pozo se amontonaban las pieles naftalinizadas de
cabras, ovejas, chivos, conejos y todas las de “garduños” secas con cañas en
las aperturas de las patas y manos ó rellenas de pajas para su mantenimiento.
De cuando en cuando aparecían unas camionetillas que se las llevaban a otros
puntos de ventas y fábricas peleteras de Ubrique ó Campillos.
Había otra clase de
“pellejeros” como era el caso de mi
padre que montó una tenería en la calle Quirós y comprábamos las pieles de
burros, caballos, mulos, vacunos, venados y hasta de jabalíes que preparábamos
y curtíamos de distintas formas para
utilizar en las zapaterías en la fabricación de calzado y otros complementos. Ronda, Ubrique y
Algeciras tenían tenerías donde se
compraban pieles y contribuían a que
este comercio fuese floreciente de una
forma artesanal.
Siempre que en casa se mataban conejos caseros o los
compraba mi padre traidos del monte por los furtivos, yo cogía los pellejos y
se los vendia a Peláez con lo que me conseguía
unas pesetillas que me venían de perla
para comprarme caramelos y otras chucherías .
La razón por la que hoy me he acordado de estos “pellejeros”
es porque se me ocurrió decirle a mi
suegra esta mañana…: -- Que madrugón
nos ha dado Vd. hoy.. y… ¿sabeis que me contestó…? --- “” EL MADRUGÓN DEL PELLEJERO
QUE
CUANDO LE DABA EL SOL EN EL CULO
SE
CREÍA QUE ERA UN LUCERO”””
Ese dicho no lo había oido
nunca y me ha hecho tanta
gracia que me inspiró el recuerdo a los
desaparecidos pellejeros……
Currini
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