miércoles, noviembre 18, 2009

"COMOTÚ". EL PERRO DEL SASTRE. JIMENA DE LA FRONTERA

Hace unos días que os he contado cosillas sobre Pamela y Careto, aquellos perros que se cruzaron conmigo en mi infancia, sin que pos supuesto fuesen míos ( Yo tuve el mío y del que os hablaré otro día). Hablar de estos animalitos cuya existencia tuvo lugar hace unos cincuenta o sesenta años, es una forma de recordar nuestra peculiar manera de vivir en todos los sentidos, incluso en las relaciones amistosas con los animales.
Los perros antes se tenían como patrimonio de todo el mundo porque solían andar libre por las calles para recibir de vez en cuando una fuerte patada o una caricia según la persona que pasaba por su lado. Otros perritos se tenían amarrados en los patios para la protección de las casas o por simple capricho, en realidad todos olían fuertemente a perro porque no se les lavaba nunca y como estábamos acostumbrados a ese olor “perruno” tampoco nos molestaba mucho, la verdad sea dicha.
Hoy quiero hablaros de “COMOTÚ” que como os he anunciado era era la mascota o perrillo de los sastres. Tampoco tenía raza definida este animal y seguramente se lo regalaron al maestro o tal vez a Manolín o a Miguel que eran los mayores de los varones y los que más bregaron y se divirtieron con el simpático COMOTÚ.

Como sabeis yo vivía muy cerca de esta familia que debido a que trabajaban todos desde su tierna infancia, como todo “quisqui” entonces, gozaban de un buen nivel económico que les permitía tener balones, acordeones, motos, coches, ardillas y un sin fin de cosas pero que compartían de buen agrado con los demás sin problema alguno.

Regresando al tema que nos ocupa de “Comotú”, os diré que era de tamaño pequeño, pelaje marrón mas bien clarito, un poco caretito blanco, rabito respingón y ojillos despiertos y muy alegres. Tenía la cualidad de conocer a todos los Cárdenas sin problema alguno y lo mismo se iba con el maestro que con cualquiera de sus hijos e hijas.

El perrito se iba con uno o con otro lo mismo que “la leche cocida” y jugaba con todo el que quería hacerlo porque para eso había caido en aquella familia tan alegre y tan divertida.

Intentaron muchas veces enseñarle cositas y a fuerza de mucho aprendió a dar la manita y sentarse sobre sus patas traseras que ya para un perro de los de entonces era algo positivo.

Lo que nunca llegué a comprender es de donde se pudieron sacar el nombre de “Comotú” que por ser tan extraño lo aprendió sin problemas el pueblo entero y cada vez que el perrito iba por la calle hasta las personas mayores lo llamaban por su nombre correctamente a lo que él a veces contestaba levantando su patita y meándose en la esquina más cercana.

Estoy convencido que si alguien de mi generación lee este comentario mío, no le parecerá tan insulso como aparenta porque refleja algo de nuestro comportamiento con los animales que nada tiene que ver con la forma de relacionarse ahora que ha cambiado por completo.

Un abrazo.

No hay comentarios: