Esta foto que me envió hace ya unos días el amigo Juan Manuel, me ha recordado sin poder evitarlo a "PAMELA". Era ésta una enorme perra, muy parecida al ejemplar de la imagen, propiedad de Jacinta Boza, la de la tienda de frente a nuestra zapatería en la calle Sevilla.
Pamela era fuerte, agresiva, juguetona y tenía todas las "continas" necesarias, para que un niño como yo, se enamorara de su belleza y vitalidad hasta el punto de quererla como a una persona.
Casi siempre la tenían amarrada en el patio para evitar la entrada de ladrones y cuando estaba haciendo su cometido de guardiana de la casa era muy dificil acercarse a élla, pero a mi llegó a conocerme y no me mordía.
Cuando la soltaban, salia corriendo y se venía a la calle y otras veces que se escapaba, venía a nosotros arrastrando la cuerda larga y el trozo de cadena en la que terminaba. Se decía que Pamela era hija de unos perros de raza que tenían Los Bonelos en La Línea y que Lulú se la había regalado a Pepín por lo que de la familia de Pamela se contaban proezas extraordinarias entre los chiquillos pues seguramente a alguien les dió por contar estas cosas y nosotros que éramos "esponjas" las haciamos nuestras y además les añadiamos imaginación.
Recuerdo que un día en que Pamela estaba suelta apareción un conejo enorme por detrás del Caño de La Tronereta y al perra comenzó a correr detrás de él, hasta que pudo "encerrarse" en un gran "boquete" que había en la pared de la "embarrá" de Jacinta. La perra se volvió como loca escarbando, sacando tierra y avanzando poco a poco en el gran boquete, mientras que alrededor "medio Jimena" contemplaba el interés y la fiereza conque realizaba Pamela su trabajo de cazar al incauto conejote.
La dura labor de escarbar, sacar tierra y avanzar duró algo mas de dos horas, hasta que por fin consiguió retroceder en el boquete con el conejo entre sus enormes fauces. Pepín cogió el conejo que ya estaba muerto y se lo regaló a un chaval que corriendo lo llevó a su casa y aquel día comieron carne de conejo y el color aprecieron en sus mejillas porque aquellas criaturas verdaderamente lo pasaban mal por falta de trabajo del padre que además era muy mayor.
Pamela siempre estuvo allí en casa de Jacinta muy bien cuidada, porque al ser una tienda y a la vez chacinería, siempre "pillaba" trozos de "pitracos", de morcilla, chorizo y buenos pedazos de pan que era la comida habitual de los perros en aquellos entonces.
De los perros se dice que no son racionales pero yo quiero pensar que tienen alma y por eso hay que recordarlos de vez en cuando como si de personas se tratase y así demostramos que se les ha querido como a uno de los nuestros.
Un abrazo.
1 comentario:
yo recuerdo historias de mi tia jacinta(contadas por mi padre, mis tias)mucho tiempo atras cuando se reunia toda la familia,para hacer pinonate,un arroz,o cualquier otro acontecimiento y siempre terminaba igual con esas historias de lo pasado y yo escuche algunas de pamela,pero nunca le pude poner una cara a la perra,otra vez currini GRACIAS.
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