Por Elio Sancho, redactor de Diario de Almería. Fotos: EFE / Fran Leonardo
Los sucesos del 2.000 y el escándalo con la operación Poniente marcan la crónica negra del municipio. Su apuesta por la agricultura intensiva lo erige como la huerta de Europa.
Al oír las palabras El Ejido, el ciudadano suele pensar en hectáreas de cultivo bajo plástico, inmigración ilegal o corrupción política… Pero con el microscopio, este municipio almeriense, el de mayor población después de la capital, aglutina otros muchos matices dignos de destacar.
El Ejido posee una de las rentas per cápita más altas de Andalucía y de España, alrededor de 10.300 euros, lo que se traduce en una concentración de entidades financieras que ha llegado a arrojar un ratio de casi un banco por cada 1.000 habitantes, según los datos del Anuario Económico de La Caixa. El panorama ha cambiado notablemente a raíz de la crisis económica.
Este municipio, auténtico corazón del poniente almeriense, ha contado siempre con una idiosincracia propia, movido por su orgullo patrio bien definido y diferenciado frente al sentimiento de capitalidad de su hermana mayor, Almería.
Ejemplos de ello han sido la puesta en marcha de proyectos como El Corte Inglés, anticipándose a la capital y arrebatándole de esta forma el protagonismo propio de contar con una compañía de estas características en tu territorio. Este pique lo saben alimentar muy bien los políticos para sacar partido de él. Así lo hizo Juan Enciso, que formó el PAL (Partido de Almería) en 2005, por discrepancias con el PP, al que pertenecía hasta entonces, en su intento de presidir la Diputación, como premio al gran número de votos cosechados. Fue entonces cuando emprendió esta aventura para demostrar al presidente del PP en Andalucía, Javier Arenas, que el partido que ganó en El Ejido no lo hizo por llevar las siglas del PP, sino el nombre de Enciso, sin gaviotas detrás.
Como hitos, el PAL obtuvo casi 15.000 votos en las elecciones autonómicas de 2008, el 4,7% del total, quedándose a un paso de obtener representación parlamentaria andaluza.
Si en física todo lo que sube baja, en política, también. El Ejido ha vivido siempre muy ligado al auge de la agricultura intensiva y, en estos últimos años, al impulso que ha recibido políticamente. La semilla de los invernaderos ejidenses nace en 1953, cuando se aprueba un decreto en el que se declara de interés nacional la Comarca de Dalías, de 30.000 hectáreas. Entonces, el Instituto Nacional de Colonización (actual Iryda), puso en marcha un plan de aprovechamiento de las aguas subterráneas, creando infraestructuras de regadío y posibilitando el cultivo de tierras áridas, un auténtico Plan Marshall a la ejidense que hoy cultiva la mitad del área invernada provincial, con 14.000 hectáreas; produce 1,3 millones de toneladas de frutas y hortalizas y roza los 1.000 millones de facturación.
Si en 2009 El Ejido tuvo su caso Malaya particular con la operación Poniente, los sucesos del año 2000 también lo colocaron, lamentablemente, en el ojo del huracán social y mediático, generándose una fama que aún hoy no se ha sacudido.
Fue a finales de enero y comienzos de febrero de 2000 cuando, tras el asesinato de dos agricultores y una joven, se desataron los hechos más violentos que se recuerdan en España focalizados en la inmigración. Una inmigración que, sin embargo, ha aportado mano de obra -aunque no cualificada, sí barata- durante décadas para situar a El Ejido como epicentro de la huerta de Europa.
Con el auge del invernadero, el municipio creció económica y socialmente, apostó fuerte por el turismo y levantó un puerto deportivo, ocho hoteles (uno de cinco estrellas) y un campo de golf. El plástico fue sustituido por el ladrillo con el boom inmobiliario de los noventa, un fenómeno que años más tarde se ha revelado erróneo y que hoy está volviendo a sus raíces
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Al oír las palabras El Ejido, el ciudadano suele pensar en hectáreas de cultivo bajo plástico, inmigración ilegal o corrupción política… Pero con el microscopio, este municipio almeriense, el de mayor población después de la capital, aglutina otros muchos matices dignos de destacar.
El Ejido posee una de las rentas per cápita más altas de Andalucía y de España, alrededor de 10.300 euros, lo que se traduce en una concentración de entidades financieras que ha llegado a arrojar un ratio de casi un banco por cada 1.000 habitantes, según los datos del Anuario Económico de La Caixa. El panorama ha cambiado notablemente a raíz de la crisis económica.
Este municipio, auténtico corazón del poniente almeriense, ha contado siempre con una idiosincracia propia, movido por su orgullo patrio bien definido y diferenciado frente al sentimiento de capitalidad de su hermana mayor, Almería.
Ejemplos de ello han sido la puesta en marcha de proyectos como El Corte Inglés, anticipándose a la capital y arrebatándole de esta forma el protagonismo propio de contar con una compañía de estas características en tu territorio. Este pique lo saben alimentar muy bien los políticos para sacar partido de él. Así lo hizo Juan Enciso, que formó el PAL (Partido de Almería) en 2005, por discrepancias con el PP, al que pertenecía hasta entonces, en su intento de presidir la Diputación, como premio al gran número de votos cosechados. Fue entonces cuando emprendió esta aventura para demostrar al presidente del PP en Andalucía, Javier Arenas, que el partido que ganó en El Ejido no lo hizo por llevar las siglas del PP, sino el nombre de Enciso, sin gaviotas detrás.
Como hitos, el PAL obtuvo casi 15.000 votos en las elecciones autonómicas de 2008, el 4,7% del total, quedándose a un paso de obtener representación parlamentaria andaluza.
Si en física todo lo que sube baja, en política, también. El Ejido ha vivido siempre muy ligado al auge de la agricultura intensiva y, en estos últimos años, al impulso que ha recibido políticamente. La semilla de los invernaderos ejidenses nace en 1953, cuando se aprueba un decreto en el que se declara de interés nacional la Comarca de Dalías, de 30.000 hectáreas. Entonces, el Instituto Nacional de Colonización (actual Iryda), puso en marcha un plan de aprovechamiento de las aguas subterráneas, creando infraestructuras de regadío y posibilitando el cultivo de tierras áridas, un auténtico Plan Marshall a la ejidense que hoy cultiva la mitad del área invernada provincial, con 14.000 hectáreas; produce 1,3 millones de toneladas de frutas y hortalizas y roza los 1.000 millones de facturación.
Si en 2009 El Ejido tuvo su caso Malaya particular con la operación Poniente, los sucesos del año 2000 también lo colocaron, lamentablemente, en el ojo del huracán social y mediático, generándose una fama que aún hoy no se ha sacudido.
Fue a finales de enero y comienzos de febrero de 2000 cuando, tras el asesinato de dos agricultores y una joven, se desataron los hechos más violentos que se recuerdan en España focalizados en la inmigración. Una inmigración que, sin embargo, ha aportado mano de obra -aunque no cualificada, sí barata- durante décadas para situar a El Ejido como epicentro de la huerta de Europa.
Con el auge del invernadero, el municipio creció económica y socialmente, apostó fuerte por el turismo y levantó un puerto deportivo, ocho hoteles (uno de cinco estrellas) y un campo de golf. El plástico fue sustituido por el ladrillo con el boom inmobiliario de los noventa, un fenómeno que años más tarde se ha revelado erróneo y que hoy está volviendo a sus raíces
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