Demografía: La pirámide se resiste a las leyes de la geometría
Por Encarna Maldonado, redactora de Malaga HoyLa población envejece porque las mujeres, que han abandonado la reclusión del hogar para tomar la universidad y el mercado laboral, tienen menos hijos y la esperanza de vida crece.
Planificación familiar, universidad y mercado laboral. Estos son los tres factores que han moldeado a la andaluza del siglo XXI y, por tanto, a su sociedad. La mujer de ahora es el resultado de una transformación que comenzó en la década de los 80. El acceso generalizado de la población femenina a los estudios superiores y su incorporación al mercado de trabajo ha retrasado la edad de la maternidad hasta pasados los 31 años, en una época, además, en la que el papel de los hijos en la familia es diferente. Ya no se ve en la descendencia un apoyo a la economía doméstica ni un seguro para el día de mañana, sino más bien una inversión incierta y a fondo perdido.
La tasa de natalidad comenzó a caer precisamente en los primeros años 80. Las estadísticas demuestran que en 1982 nacían en Andalucía cerca de 17 niños por cada 1.000 habitantes. Ahora son sólo 11. Cada una de aquellas mujeres paría de promedio 2,4 hijos. Ahora apenas 1,4.
La geógrafa de la Universidad de Málaga Carmen Carvajal subraya que el gran retroceso de la fecundidad se produjo entre 1982 y 1996. Hasta entonces “Andalucía todavía era una región muy fecunda” . En ese periodo se produjo lo que denomina segunda revolución demográfica, caracterizada por el empleo femenino, surgido al calor del incipiente Estado de bienestar que se empezaba a construir, el retraso de la emancipación de los jóvenes y la postergación de la maternidad. “En estos años se dibujó nuestra futura pirámide de población, con sus virtudes y sus problemas”.
Sin embargo, esta tendencia se rompió en 1996 y la natalidad volvió a remontar otra vez, aunque fuera tenuamente hasta que en 2008 retrocedió de nuevo. Las mujeres del baby boom, aquellas que nacieron entre 1960 y 1975, que fueron pioneras en la universidad y se incorporaron masivamente a la población activa, fueron también las responsables del ligero repunte de nacimientos que registró Andalucía hacia 1996. “Es una generación numerosa que había aplazado su maternidad”, apunta esta experta en geografía humana.
La inmigración fue el segundo factor que favoreció el repunte de la natalidad a finales de los 90, sobre todo gracias a las mujeres latinoamericanas y en menor medida africanas, culturalmente más proclives a tener más hijos que las andaluzas.
La fecundidad que en 1998 marcó su mínimo en Andalucía con 1,3 hijos por mujer empezó a crecer ligeramente hasta situarse en 1,56 en 2008. Este cambio, sin embargo, no significa que se haya alcanzado la tasa de reemplazo, esa que garantiza que nacen niños suficientes para compensar el número a los adultos actuales. En realidad, este equilibrio demográfico se perdió en 1984, el último año en el que el promedio de nacimientos fue de 2,1 niños por mujer.
Y a partir de 2008 la evolución ha sido de nuevo descendente. Todavía no se ha estudiado en profundidad por qué, pero Carmen Carvajal apunta dos explicaciones: en primer lugar las mujeres del baby boom están empezando a salir de la franja de mayor fecundidad. Las más jóvenes tienen hoy 35 años. Las mayores más de 50.
En segundo lugar señala que muchas extranjeras “modifican su proyecto migratorio” y aunque siguen siendo bastante más prolíficas que las andaluzas a medida que se integran en la sociedad de acogida tienden a reducir el número de hijos.
La caída de la natalidad implica que la población envejece. Pero es que, además, los avances médicos y la mejora de la calidad de vida en las últimas tres décadas han propiciado un espectacular aumento de la esperanza de vida. Si en 1982 la media apenas superaba los 70 años, ahora sobrepasa los 80. Esto quiere decir que la pirámide de la población desafía las leyes de la geometría: se ensancha por arriba y adelgaza en su base. Y es en este punto donde comienza la discusión sobre la sostenibilidad del sistema porque sobre el papel está claro que una carga creciente de dependientes mayores va a tener que ser soportada por una población en edad de trabajar que disminuye en términos relativos.
Actualmente por cada cuatro andaluces de entre 20 y 64 años hay un mayor de 65 años. El número de personas que están en pleno apogeo de su vida laboral supera los 5,2 millones, mientras que la cifra de jubilados actual es de 1,2 millones. El geógrafo Juan Antonio Fernández Cordón elaboró en 2007 un informe en el que establecía que la ratio de dependencia en Andalucía podrá alcanzar en 2050 entre el 49% y 67%.
Este es el principal argumento que se utiliza para activar o desactivar las políticas relacionadas con la edad de la jubilación, la asistencia y el fomento de la natalidad. A Carmen Carvajal, sin embargo no le gusta mezclar demografía y economía. En su opinión, el problema no es el envejecimiento de la población, sino el empleo. “Si hay trabajo, habrá trabajadores. Serán de aquí o vendrán de fuera. Para que el sistema sea sostenible lo que tiene que haber es empleo”.
Pese a este aparentemente sombrío panorama, Andalucía está en una situación privilegiada respecto al resto de España. Su tasa de fecundidad es mayor, su población es razonablemente más joven y el colectivo de mayores de 65 años más reducido. En los últimos 30 años la población española ha crecido un 24% hasta situarse por encima de los 47 millones de habitantes. La comunidad andaluza ha incorporado casi dos millones de residentes más, anotándose un crecimiento del 29%.
El tercer cambio sustancial que ha registrado la demografía andaluza desde 1982 tiene que ver con su distribución en el territorio. Las migraciones internas y externas han favorecido que la población se concentre en el litoral y las áreas metropolitanas de Sevilla y Granada.
Más de la mitad de los 8,4 millones de habitantes que tiene ahora Andalucía viven en tres provincias: Sevilla (1,9 millones), Málaga (1,6) y Cádiz (1,2) y los grandes aumentos registrados desde 1982 se ha producido en Málaga (475.000 residentes más), Sevilla (388.00) y Almería (260.495).
En las últimas tres décadas Jaén, con un aumento del 5% (23.751 personas) y Córdoba (11% y 58.352 residentes más) han sido las provincias que han experimentado mayor atonía demográfica.
EUROPA SUR
Planificación familiar, universidad y mercado laboral. Estos son los tres factores que han moldeado a la andaluza del siglo XXI y, por tanto, a su sociedad. La mujer de ahora es el resultado de una transformación que comenzó en la década de los 80. El acceso generalizado de la población femenina a los estudios superiores y su incorporación al mercado de trabajo ha retrasado la edad de la maternidad hasta pasados los 31 años, en una época, además, en la que el papel de los hijos en la familia es diferente. Ya no se ve en la descendencia un apoyo a la economía doméstica ni un seguro para el día de mañana, sino más bien una inversión incierta y a fondo perdido.
La tasa de natalidad comenzó a caer precisamente en los primeros años 80. Las estadísticas demuestran que en 1982 nacían en Andalucía cerca de 17 niños por cada 1.000 habitantes. Ahora son sólo 11. Cada una de aquellas mujeres paría de promedio 2,4 hijos. Ahora apenas 1,4.
La geógrafa de la Universidad de Málaga Carmen Carvajal subraya que el gran retroceso de la fecundidad se produjo entre 1982 y 1996. Hasta entonces “Andalucía todavía era una región muy fecunda” . En ese periodo se produjo lo que denomina segunda revolución demográfica, caracterizada por el empleo femenino, surgido al calor del incipiente Estado de bienestar que se empezaba a construir, el retraso de la emancipación de los jóvenes y la postergación de la maternidad. “En estos años se dibujó nuestra futura pirámide de población, con sus virtudes y sus problemas”.
Sin embargo, esta tendencia se rompió en 1996 y la natalidad volvió a remontar otra vez, aunque fuera tenuamente hasta que en 2008 retrocedió de nuevo. Las mujeres del baby boom, aquellas que nacieron entre 1960 y 1975, que fueron pioneras en la universidad y se incorporaron masivamente a la población activa, fueron también las responsables del ligero repunte de nacimientos que registró Andalucía hacia 1996. “Es una generación numerosa que había aplazado su maternidad”, apunta esta experta en geografía humana.
La inmigración fue el segundo factor que favoreció el repunte de la natalidad a finales de los 90, sobre todo gracias a las mujeres latinoamericanas y en menor medida africanas, culturalmente más proclives a tener más hijos que las andaluzas.
La fecundidad que en 1998 marcó su mínimo en Andalucía con 1,3 hijos por mujer empezó a crecer ligeramente hasta situarse en 1,56 en 2008. Este cambio, sin embargo, no significa que se haya alcanzado la tasa de reemplazo, esa que garantiza que nacen niños suficientes para compensar el número a los adultos actuales. En realidad, este equilibrio demográfico se perdió en 1984, el último año en el que el promedio de nacimientos fue de 2,1 niños por mujer.
Y a partir de 2008 la evolución ha sido de nuevo descendente. Todavía no se ha estudiado en profundidad por qué, pero Carmen Carvajal apunta dos explicaciones: en primer lugar las mujeres del baby boom están empezando a salir de la franja de mayor fecundidad. Las más jóvenes tienen hoy 35 años. Las mayores más de 50.
En segundo lugar señala que muchas extranjeras “modifican su proyecto migratorio” y aunque siguen siendo bastante más prolíficas que las andaluzas a medida que se integran en la sociedad de acogida tienden a reducir el número de hijos.
La caída de la natalidad implica que la población envejece. Pero es que, además, los avances médicos y la mejora de la calidad de vida en las últimas tres décadas han propiciado un espectacular aumento de la esperanza de vida. Si en 1982 la media apenas superaba los 70 años, ahora sobrepasa los 80. Esto quiere decir que la pirámide de la población desafía las leyes de la geometría: se ensancha por arriba y adelgaza en su base. Y es en este punto donde comienza la discusión sobre la sostenibilidad del sistema porque sobre el papel está claro que una carga creciente de dependientes mayores va a tener que ser soportada por una población en edad de trabajar que disminuye en términos relativos.
Actualmente por cada cuatro andaluces de entre 20 y 64 años hay un mayor de 65 años. El número de personas que están en pleno apogeo de su vida laboral supera los 5,2 millones, mientras que la cifra de jubilados actual es de 1,2 millones. El geógrafo Juan Antonio Fernández Cordón elaboró en 2007 un informe en el que establecía que la ratio de dependencia en Andalucía podrá alcanzar en 2050 entre el 49% y 67%.
Este es el principal argumento que se utiliza para activar o desactivar las políticas relacionadas con la edad de la jubilación, la asistencia y el fomento de la natalidad. A Carmen Carvajal, sin embargo no le gusta mezclar demografía y economía. En su opinión, el problema no es el envejecimiento de la población, sino el empleo. “Si hay trabajo, habrá trabajadores. Serán de aquí o vendrán de fuera. Para que el sistema sea sostenible lo que tiene que haber es empleo”.
Pese a este aparentemente sombrío panorama, Andalucía está en una situación privilegiada respecto al resto de España. Su tasa de fecundidad es mayor, su población es razonablemente más joven y el colectivo de mayores de 65 años más reducido. En los últimos 30 años la población española ha crecido un 24% hasta situarse por encima de los 47 millones de habitantes. La comunidad andaluza ha incorporado casi dos millones de residentes más, anotándose un crecimiento del 29%.
El tercer cambio sustancial que ha registrado la demografía andaluza desde 1982 tiene que ver con su distribución en el territorio. Las migraciones internas y externas han favorecido que la población se concentre en el litoral y las áreas metropolitanas de Sevilla y Granada.
Más de la mitad de los 8,4 millones de habitantes que tiene ahora Andalucía viven en tres provincias: Sevilla (1,9 millones), Málaga (1,6) y Cádiz (1,2) y los grandes aumentos registrados desde 1982 se ha producido en Málaga (475.000 residentes más), Sevilla (388.00) y Almería (260.495).
En las últimas tres décadas Jaén, con un aumento del 5% (23.751 personas) y Córdoba (11% y 58.352 residentes más) han sido las provincias que han experimentado mayor atonía demográfica.
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