El Castillo desde el río |
Recuerdo de mi juventud… un
día de esos en que yo estaba “tocado de un ala”( no penseis nada extraño y es
que la chica de mis sueños se habia hecho de pronto mayor y otro la llevaba por
la cintura), por lo que cogiendo unos
“arreos” de pescar me fui al Puente de la Pasada Alcalá y sentado con los
piés colgando hacia el vacio comencé a pescar sin importarme nada los pobres
peces que comenzaron a picar en mi anzuelo, pues mi mente estaba en otro sitio,
hasta que no tuve mas remedio que recoger y me costó un gran trabajo el poder
quitar del anzuelo una anguila que devolví al agua y hasta me molestó que
hubiese caido en mi trampa.
Decidí que la pesca habia
terminado y como me quedaba toda una tarde por delante para mi sólo, seguí
caminando por el filo del “cao” y contemplando como el agua entraba a
borbotones por el “saetillo” del Molino
de Corbacho y creo que lo hacía por libre ya que no podian recibir su fuerza los álabes del rodezno pues
el molino estaba destinado a hogar de los Corbacho y se encontraba jubilado
para los menesteres de morturar el trigo, según me había comentado la propia Irene
que fue mi compañera de trabajo durante algunos años.
Por el caminito empedrado,
pasé junto a la Real Fábrica
de Artilleria y estuve contemplando su estructura pegada a la roca gigantesca y
este nombre lo aprendí después ya que entonces me dije….. ya estoy en la
fábrica de las bombas, que según dice la historia habia comenzado a funcionar
en 1780 y se hacian las bombas para tirárselas al Peñón de Gibraltar.
Fuente " El Regüé" |
Que sensación tan maravillosa
se sentía en el borde del “cao” mirando hacia la fuente del “Regüé”,
desperdigando la vista hacia la zona de “La Pompa ” y levantando el “entrecejo” para divisar
todos los alcornoques y demás árboles de “Capucho”.
Abajo los Charcos “ El
Tragante” y “El Pinito” con sus aguas claras me invitaban a saltar sobre las
“lajas” para refrescar mis brazos y cara
del “sofoco primaveral”.
Seguí caminado por la vereda
paralela al “cao” y junto a un algarrobo del camino saqué mi navaja e inconscientemente
grabé un corazón que atravesé con una
flecha y a cada parte puse dos iniciales que el tiempo se encargó de borrar
lentamente.
Mi caminar entre helechos y
zarzales me hace pasar junto al Molino de Rubio que todavía permanecía habitado
por El Rubio Molinero, sus hijos e hijas. Una de estas hijas era mas o menos de
mi edad y si no recuerdo mal debió casarse con Ricardo Gómez (hijo del herrador
de la estación), la otra puede que lo hiciese con Alfonso Márquez que trabajaba
en Acerinox y ya puestos a pensar, la otra hija se casaría con Lucas y el hijo
también puede que lo hiciese con la hija de Frasquito Muñoz el electricista
como veis estoy hablando de absoluta memoria y quizás pueda errar en algo.
En
aquella casita que hoy está derruida, yo tuve la suerte de entrar una vez
porque mi padre celebraba todos los años una fiesta con los zapateros en
aquella zona del rio y un año Manolo
Heredia bebió un poco más de la cuenta y se empeño en subir a la morera detrás
del hijo mayor del Rubio con un cubo lleno de agua para bañarlo y al soltarse
de manos en una de las ramas, ocurrió lo inevitable y cayó al suelo partiéndose
una pierna y estropeándonos el día a todos.
En mi caminar decidí que no
podia dejar de acercarme a la “zua” y por eso salté al otro lado del “cao” y
caminé hasta el lugar de la presa donde el agua se hacía espuma al chocar con fuerza
sobre las piedras y el olor especial junto con el ruido del agua todavía
permanecen dentro de mi para siempre. Cuando me di cuenta ya estaba pasando por
lo que mas me gustaba de aquella zona que era la Huerta de Manolo Segovia y
no pude evitar meterme en la “Fuente Santa” para beber aquel agua tan buena y
que según me dijeron el Ayuntamiento ha permitido que una extranjera se quede
el agua para su finca y se pierda aquel santuario del agua tan bonito entre
zarzales.
Huerta de Manolo Segovia |
Continué mi camino saltando entre las enormes
adelfas que crecen en las orillas del rio y después de contemplar los bellos
paisajes que tenía delante, seguí por una vereda para tropezarme mas tarde con
otro molino tambien casi destruido que creo era el de la “Zarpaza”, lo recuerdo
perfectamente con sus escaleras
destrozadas y su caserón sin techo en lo alto del todo.
Comencé a subir por la vereda
empinada entre cardos y matojos, absorto en mis pensamientos mucho más
templados, hasta llegar a la “Cruz Blanca” desde la que se veían las primeras
casas de “Los Moranes” para adentrarme en lo que se llamaba La calle
Fuentenueva.
Es curioso lo que hace un
buen paseo sólo a través de nuestros rios y molinos porque al pasar por una de
aquellas casas una chica me miró y comenzó a sonreirse, aquello para mi fue
suficiente para olvidarme de mi desencanto y comenzar una nueva ilusión llena
de fantasias juveniles.
Espero que algún día, alguno
de vosotros os animeis a hacer este recorrido por el Hozgarganta para comprobar
que todo lo que os he contado es cierto y probablemente os ayude a vaciar el cántaro de vuestras
preocupaciones por el camino.
Un abrazo.
Currini
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