viernes, julio 13, 2018

PAISAJES DE MAR Y ROCAS EN LA COSTA ESPAÑOLA



13/07/18 | 12 alucinantes paisajes de mar y roca en la costa española  
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La naturaleza se comporta a menudo como una consumada escenógrafa. Conocer las claves de los procesos geológicos que la marea del tiempo ha dejado en las costas españolas es el hilo argumental del turismo geológico asociado a volcanes, fallas, basaltos y yacimientos datados en muchos miles, millones de años que de alguna manera, al pisarlos, se nos acercan.

España es el país europeo con mayor número de geoparques auspiciados por la Unesco (12 en total), cuatro de los cuales son costeros: Cabo de Gata, Costa Vasca, El Hierro, y Lanzarote y Archipiélago Chinijo, proponemos una visita a todos ellos, más otros ocho enclaves, cuando menos vistosos, entre un sinfín de estructuras pétreas. Maravillas en el litoral que bien merecen una explicación.

1. Paseando por el Averno.- Volcán Teneguía (La Palma)
Uno de los clímax telúricos españoles se alcanza trepando por el volcán Teneguía (en Fuencaliente de La Palma). Su erupción de 1971, que expulsó 40 millones de metros cúbicos de piroclastos, fue la última de entre las ocurridas en tierra registrada en España. Hay un continuo ir y venir de senderistas fotografiando desde su cono las negras lavas. Por la parte alta del volcán, de 90 metros de altura, todavía emanan gases calientes, oxidando y confiriendo a las rocas una colorista envoltura roja y amarilla.

2. Cuando el ‘flysch’ habla.- Geoparque de la Costa Vasca (Gipuzkoa)
Las 1.300 visitas —a pie y en barco— programadas anualmente en el geoparque de la Costa Vasca lo acreditan como una apuesta geoturística exhaustiva. El flysch es una especie de milhojas en el que se intercalan capas duras y blandas formadas por sedimentos y fósiles marinos depositados en el fondo del mar; son las páginas de un libro que nos permite leer sin interrupción 60 millones de años. En Zumaia podremos observar la fina capa negra dejada por el impacto de un asteroide hace 66 millones de años, que supuso la extinción del 60% de las especies, dinosaurios incluidos. No es hasta la bajamar cuando la playa de Itzurun regala al paseante la rítmica belleza de estratos y paredes laminadas que sirvieron de escenario a Juego de tronos.

3. Inspirando a Dalí.- Cabo de Creus (Girona)
Hay sitios que se vuelven expresión de gozo geológico. Este parque natural es testigo de lo ocurrido hace 300 millones de años a 20 kilómetros de profundidad, durante la formación de una cordillera. Uno se tropieza en torno al faro con brillantes micas, turmalinas negras, pliegues de esquistos que nada tienen de volcánicos. Una buena parte de la exposición del Espai Cap de Creus (Cadaqués), abierto en la antigua vivienda farera, está consagrada a la geología. En la cala Jugadora, protegida de la tramontana, los bañistas toman el sol en plataformas rocosas mientras los filones de pegmatitas, de nombre Es Roigs (Los Rojos), sirven de telón de fondo.

4. Dantesca barbacoa.- Timanfaya (Lanzarote)
Las erupciones entre 1730 y 1736 y la de 1824, que recubrieron la cuarta parte de la isla canaria, son razón para visitar el geoparque de Lanzarote y Archipiélago Chinijo. Para cualquier geoaficionado, la fiesta comienza en el centro de visitantes del parque nacional de Timanfaya, donde se simula una erupción volcánica y las pasarelas generan la ilusión de caminar entre lavas. Siguen las demostraciones de anomalías geotérmicas: quema de aulagas —a 1,5 metros de la superficie se registran 250 grados— y géiseres producidos al verter cubos de agua por tubos de sondeo —se alcanzan 610 grados a 13 metros de profundidad—.

5. Peñascos muy pintones.- Parque geológico Costa Quebrada (Cantabria)
A las puertas de Santander, Costa Quebrada es un parque geológico en el que el oleaje ha tallado un exquisito concentrado de formas litorales. Crestas, istmos, dolinas, colapsos. De la trama fecunda de cuchillones ocres de la playa de La Arnía (Piélagos) sorprende que sean las mismas calizas empleadas en la cueva de Altamira a modo de lienzo; su rasa mareal es un laboratorio biológico a cielo abierto.

6. El geodesierto.- Cabo de Gata (Almería)
El parque natural de Cabo de Gata-Níjar mantiene su condición de geoparque en buena medida por sus acantilados volcánicos: los mejor conservados de la costa peninsular española. Se encuentran singularidades como Los Escullos y su playa del Arco, una duna petrificada moldeada por taffoni, cavidades redondeadas creadas por el viento, como si de una centrifugadora de partículas se tratase. Desde el bar-discoteca Chamán se aprecia la blancura de las dunas fosilizadas.
Quien busque el magmatismo del cabo de Gata se decantará por la playa de Mónsul, con esas oscuras formaciones rocosas en forma de olas, ¡tan artísticas!, producto de la erosión de un volcán submarino.

7. Del arco al roque.- Geoparque El Hierro
Desde la cima insular del monte Malpaso hasta el volcán submarino Tagoro, El Hierro justifica holgadamente su declaración de geoparque (elhierrogeoparque.es). De los arcos pétreos que adornan su costa, el de la Tosca es el más recóndito. Para dar con él —a unos 3,5 kilómetros del Pozo de la Salud, en dirección a El Verodal— hay que tomar el segundo camino tras rebasar una cabaña, entre arrebatadores malpaíses regurgitados por el volcán del Roque de Bascos. Por medio de acantilados labrados en coladas basálticas se abre el Arco de la Tosca: puente que une puntas costeras gracias a las columnas y al malpaís de la parte superior de las coladas, a modo de dovelas centrales.

8. El manto, a la vista.- Cabo Ortegal (A Coruña)
El complejo de Cabo Ortegal (geoparque en ciernes) saca a la luz rocas de la litosfera profunda generadas durante la formación de Pangea, el último supercontinente de la historia de la Tierra (que empezó a fracturarse hace unos 200 millones de años). Hallaremos aquí un compendio de rocas del manto, nada habituales en la corteza terrestre.

9. Gigantes carbonizados.- Islas Columbretes (Castellón)
Componen la imagen de una ordalía de fuego y furia que hubiera irradiado una veintena de islotes, pero las Columbretes no son sino tierras volcánicas que han ido emergiendo tras sucesivas erupciones. Produce un extraño poder de encantamiento fondear a 50 kilómetros de la Península, en la caldera abierta que es la rada de Illa Grossa. La cola de esta suerte de anguila la conforman los islotes de Mascarat, Senyoreta y Mancolibre.

10. El escultor natural.- Erosiones de Bolnuevo (Murcia)
Cuenca posee su Ciudad Encantada; Mazarrón, sus erosiones de Bolnuevo, al borde de la carretera costera. Las gredas de materiales blandos y conchas fosilizadas, pintados en tonalidades cetrinas, se transmutan en arte, y las aguas y el viento, en escultores. Estas setas picudas brotan en un paraje donde hace cinco millones de años rompían las olas. Su poder de sugestión se acrecienta con iluminación nocturna; a sus pies se celebra en verano un recital de piano a la luz de 200 velas.

11. Chapoteo de dinosaurios.- Playa de La Griega (Asturias)
Las icnitas son rastros fosilizados, pero ninguna deja volar tanto la imaginación como las dejadas por dinosaurios. El Museo del Jurásico de Asturias, en Colunga, conserva la tercera mayor y más diversa colección de huellas de dinosaurios del mundo. Muy cerca, en la playa de La Griega, encontraremos icnitas de saurópodos, terópodos y estegosaurios. En lo tocante a los primeros, son las huellas más grandes del Jurásico (una alcanza 130 centímetros).

12. La playa monumental.- Las Catedrales (Lugo)
El monumento natural de la playa de las Catedrales se recorre como quien va a un museo; eso sí, en bajamar. Uno no sabe qué admirar más, si las arcadas que quieren ser arquivoltas góticas o si la belleza de las cuevas, donde se recomienda no acceder por riesgo de desprendimientos. Las Catedrales es ejemplo de la constante modificación que sufren los acantilados.

Fuente: El País

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