Sobre este tema, sólo pretendo reflexionar desde mi punto de vista humano y dar a conocer a los visitadores perpetuos de TIOJIMENODIGITAL mi humilde parecer sobre este hecho que desde mi infancia se ha venido produciendo en nuestro pueblo sin que quizás, nos hayamos dado cuenta, porque hemos atravesado por tiempos muy difíciles, como para preocuparnos de conservar objetos y cosas del pasado, que en el futuro hubiesen podido estar debidamente clasificados en las vitrinas del museo local para esclarecer y demostrar nuestras verdaderas raíces y sus variaciones a través del paso del tiempo.
En los hechos paulatinos de las desapariciones, quiero recalcar, que hemos participado de una forma involuntaria casi todos los habitantes del pueblo, y poco a poco voy a ver si soy capaz de aclararlo y de que se me comprenda ya que mi intención no es otra que la de hacer una reflexión para que pensemos un poco en esa especie de culpabilidad que yo personalmente siento dentro de mi.
Yo era relativamente pequeño y todos los días entraba y salía como de mi propia casa de la Chatarrería de la calle Santa Ana de mi tío Frasquito (hermano de mi padre) y a veces me quedaba allí toda la tarde con mi primo Antonio para recibir a los que venían a vender la chatarra ( metal, papel, botellas, gomas ,cabeceros de camas, etc. etc. etc. etc.). Nos encontrábamos en los años correspondientes a la posguerra y el hambre, necesidad, escasez ó como quisiéramos nombrar, nos obligaba a llevar a la citada chatarrería aquellos objetos que teníamos en casa de nuestros antepasados y que por desgracia no se podían comer, pero se transformaban en míseras pesetas con las que se podía llenar el estómago uno o varios días.
En el patio de aquella chatarrería, había una gran prensa de hierro sobre una plataforma rodeada de cuatro paredes de madera y en el fondo del hueco, se colocaban cuatro alambres rígidos que servían para que salieran después los fardos debidamente atados.
Cuando se trataba de prensar papel, yo observaba perplejo como de aquel montón, se separaban y se volcaban en el cajón de la citada prensa, todo tipo de papel escrito como periódicos, boletines oficiales, cartillas de racionamiento, novelas, libros, enciclopedias, etc. etc. etc. etc. sin que nadie con conocimiento de causa hubiese hecho una previa selección de aquel material, que podría haber resultado en algunos casos muy valioso, para las futuras generaciones. Si se trataba de metales, si que había una selección previa, pues se separaban aquellas cosas que se venderían después a los anticuarios a un precio muy superior al de compra como por ejemplo monedas, luminarias, capuchinas, candelabros, romanas, pesos, dagas, quinqués, cabeceros niquelados o dorados , etc. etc. etc. etc.
Continuaban el proceso de captación de objetos, los que con un canasto bajo el brazo, recorrían las calles del pueblo pregonando: … ¡Se cambian o compran toda clase de cacharros o cosas antiguas como platos, copas de metal, trenzas de mujer o niñas , catres de camas, cabeceros y las pelotas de los caños! ( pelotas de los caños eran las bolas de los cañones antiguos que había en casi todos los patios interiores de las casas sobre los boquetes de los caños para evitar atascos). Por la tarde. Se veían a estos compradores callejeros, con sus canastos y sacos repletos de utensilios como platos antiguos, pendientes, cuadros, monedas y otros objetos que a mi hoy se me antojaría verlos en la vitrina del museo que comenté al principio.
Para exprimir un poco más esta situación de esquilmación, resulta que en casi todas las tiendas del pueblo se compraban toda clase de monedas de plata u oro y que la gente que las tenía guardadas las vendía a muy bajo precio para cubrir otras necesidades. Todas las semanas aparecían procedentes de La Línea o Algeciras las llamadas “Plateras” que se llevaban todas las monedas que tenían los tenderos en sus casas a un precio un poco mayor al de adquisición.
Con respecto a las iglesias, (referente histórico-cultural de todos los pueblos y ciudades del mundo), puedo decir que cuando era niño me sentía orgulloso de mi iglesia del Barrio-Arriba y como por los maestros, se nos obligaba a asistir al catecismo y a misa todos los domingos y días de fiesta, llegué a meterme tan dentro que hubo un largo espacio de tiempo, que siempre estaba jugando por las tardes en su patio y corredores, siendo miembro activo de “Los Tarcísios”, participé en obras de teatro y en la banda de música tocando el tambor, lo que me permitió conocer la iglesia a la perfección y os puedo decir con propiedad que aquello era una verdadera obra de arte con unas dimensiones enormes. Para que los que no la han podido conocer, se hagan una pequeña idea…… El Retablo del Altar Mayor, se encontraba al fondo con partes de mármol y columnas doradas ocupando toda la anchura del recinto eclesiástico, estando arriba el altar con una virgen y un poco más abajo había otra especie de altar pequeño(como veis no soy muy experto en estas cosas), donde estaba la preciosa custodia de plata con su cristalito redondo en el centro y ya en el suelo la mesa del altar que era de mármol con las cuatro patas torneadas-doradas. Si bajábamos los escalones, a la derecha estaba el púlpito de madera y a continuación se pasaba a una nave lateral donde estaba el “Sagrario”, siendo esta nave bastante espaciosa porque además del “altarcito” del Sagrario, había bancos para rezar y sentarse, varios santos entre los que se contaba sobre la pared en una especie de hornacina con el Santo Entierro y al fondo un cuarto no muy grande con la Pila Bautismal. Como había tanto espacio, al bajar los escalones del altar existía un reclinatorio donde se celebraban los casamientos y se daba la comunión y a continuación las dos filas de bancos con un ancho pasillo en el centro. Por ambos lados de los bancos existían altares con muchos santos y vírgenes y si mirábamos hacia arriba teníamos el Coro desde donde se cantaban las misas y se tocaba el órgano.Para no extenderme más os diré de forma rápida que por fuera estaba la Sacristía(comunicada con el Altar), El Archivo, el Recibidor, el enorme Cuarto de Catecismos y subiendo unas escaleras se accedía a la vivienda del cura, que por cierto ocupaba todo un alero. Fuera ya de la iglesia estaba el campanario con una puerta pequeñita pero que también tenía acceso interior hasta las campanas desde el coro. Pues bien, una vez explicado de forma rápida todo esto, os diré que yo pude contemplar como varios albañiles por orden del cura quitaron “Nuestras Campanas de Bronce” que tendrían de seguro la misma antigüedad que nuestra iglesia y nos trajeron otras más modernas porque daban vueltas y que valdrían la mitad menos de las auténticas y sin ningún tipo de valor histórico. Referente al interior de la iglesia, me quedé de piedra una vez que fui a una misa de difuntos y observé el sacrilegio que allí se había cometido con nuestro patrimonio. Vinieron otros tiempos mejores y, como casi nada de valor había quedado en nuestros hogares, tuvieron que aparecer aquellos artilugios modernos llamados “ detectores de metales” y que gente de otros municipios de la Comarca, se encargó de hacer prácticas en nuestro Castillo, nuestras torres, nuestras aljibes y nuestras veredas, sin que existiese al principio legislación alguna que pudiese impedirlo, por lo que también por este método se vieron mermados nuestros hallazgos arqueológicos posteriores.
No es mi deseo que nadie pueda sentirse culpable por cuanto he relatado, por el contrario si debemos concienciarnos de estas cosas que han sucedido en contra de nuestra voluntad y en muchos casos por la propia incultura de los tiempos, para que en un futuro (quizás no muy lejano) si se crease algún día un museo local, pudiésemos aportar todo nuestro apoyo para que se hiciese realidad.
De niño siempre fui un buscador de ilusiones y subí muchas veces a nuestro castillo, sus torres y huertos colindantes, buscando tesoros por aquello que recordareis muchos que decía---FRENTE DE LA CABEZA DEL TORO ESTÁ EL TESORO --- Pero sólo encontré unas monedas de cobre de origen creo que romano ( En la puerta del “Arco Reloj” donde había muchísimas siempre) y que mi incultura me hizo dejar olvidadas y tiradas en cualquier rincón de nuestro querido pueblo.
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