¿Se imaginan que alguno de ustedes hiciera todos los días trescientos kilómetros?, ¿se imaginan que después de un viaje de ese tipo al día siguiente lo tuviéramos que repetir de vuelta?, ¿y así sucesivamente?, ¿todos los días? Quizás no puedan imaginarse el dolor de espalda, las ganas por dejar el volante, la aversión a la conducción.
En Madrid existen casi dieciséis mil taxis que recorren la Villa de Madrid y, en total, los 33 municipios del área de prestación conjunta. Les vemos pasar, pero nadie se fija que cada taxista recorre 275 kilómetros diarios: ¡diarios! Es verdad, como se quejan algunos, que algunos gobiernos autónomos, como el madrileño, incumple sus obligaciones competenciales, deja en manos de los municipios una regulación que es incapaz de enmarcar y renuncia a regular y a llevar a cabo las funciones que le competen.
Todos los taxis en circulación recorren en la Comunidad de Madrid cuatro millones de kilómetros al día. Una actividad que necesita una Ley reguladora, una legislación base, una norma marco que sirva para mejorar la seguridad jurídica de trabajadores y clientes. Un cuerpo jurídico en el que participen todos y cada uno de los autónomos, y agentes implicados, desde un Consejo Regional del Taxi en el que se vean recogidos todos los intereses, incluida la renovación de la flota y la mejora de las medidas de seguridad.
Al año, en la región de Madrid, los taxis transportan a 300 millones de pasajeros, motivo por el cual debemos ser conscientes que los trabajadores que desempeñan esta función tienen determinadas enfermedades profesionales sobre las que habría que establecer un cuadro específico y un programa de atención. Al tiempo, habría que crear áreas que sirvieran para el descanso de estos trabajadores que difícilmente, por cierto, trabajan menos de ocho horas al día.
Un sector de enorme importancia que, sólo en la región madrileña, facturan mil millones de euros al año. Por este motivo, por el cuidado de nuestro valor añadido, debemos ser capaces de erradicar la competencia desleal, aumentar el número de autotaxis para personas con alguna discapacidad y ayudar a los taxistas a hacer de nuestra región un área más próspera. Porque, ¿a quién suelen preguntar nuestros turistas? Medidas tales como financiar (de forma seria) cursos de inglés, reorganizar las paradas o crear áreas específicas de descanso, resultan imprescindibles en una región dinámica y de futuro.
A estas medidas habría que apuntar la incorporación del taxi al Consorcio Regional de Transportes. No tiene sentido que un transporte tan versátil, una actividad que mueve trescientos millones de pasajeros al año, no se coordine con el resto de figuras del transporte. La incorporación del taxi al Consorcio Regional de Transportes puede dar lugar a crear bonos taxi de diez viajes, a desarrollar varios abonos de taxi, a mejorar el servicio con el apoyo de la Administración, el esfuerzo y beneficio de los taxistas y la mejora del servicio.
Pero, escuchen, cuando vean pasar un taxi, recuerden, ese señor o señora que está al volante recorre al día casi trescientos kilómetros. Y al día siguiente otros trescientos. Y así sucesivamente.
En Madrid existen casi dieciséis mil taxis que recorren la Villa de Madrid y, en total, los 33 municipios del área de prestación conjunta. Les vemos pasar, pero nadie se fija que cada taxista recorre 275 kilómetros diarios: ¡diarios! Es verdad, como se quejan algunos, que algunos gobiernos autónomos, como el madrileño, incumple sus obligaciones competenciales, deja en manos de los municipios una regulación que es incapaz de enmarcar y renuncia a regular y a llevar a cabo las funciones que le competen.
Todos los taxis en circulación recorren en la Comunidad de Madrid cuatro millones de kilómetros al día. Una actividad que necesita una Ley reguladora, una legislación base, una norma marco que sirva para mejorar la seguridad jurídica de trabajadores y clientes. Un cuerpo jurídico en el que participen todos y cada uno de los autónomos, y agentes implicados, desde un Consejo Regional del Taxi en el que se vean recogidos todos los intereses, incluida la renovación de la flota y la mejora de las medidas de seguridad.
Al año, en la región de Madrid, los taxis transportan a 300 millones de pasajeros, motivo por el cual debemos ser conscientes que los trabajadores que desempeñan esta función tienen determinadas enfermedades profesionales sobre las que habría que establecer un cuadro específico y un programa de atención. Al tiempo, habría que crear áreas que sirvieran para el descanso de estos trabajadores que difícilmente, por cierto, trabajan menos de ocho horas al día.
Un sector de enorme importancia que, sólo en la región madrileña, facturan mil millones de euros al año. Por este motivo, por el cuidado de nuestro valor añadido, debemos ser capaces de erradicar la competencia desleal, aumentar el número de autotaxis para personas con alguna discapacidad y ayudar a los taxistas a hacer de nuestra región un área más próspera. Porque, ¿a quién suelen preguntar nuestros turistas? Medidas tales como financiar (de forma seria) cursos de inglés, reorganizar las paradas o crear áreas específicas de descanso, resultan imprescindibles en una región dinámica y de futuro.
A estas medidas habría que apuntar la incorporación del taxi al Consorcio Regional de Transportes. No tiene sentido que un transporte tan versátil, una actividad que mueve trescientos millones de pasajeros al año, no se coordine con el resto de figuras del transporte. La incorporación del taxi al Consorcio Regional de Transportes puede dar lugar a crear bonos taxi de diez viajes, a desarrollar varios abonos de taxi, a mejorar el servicio con el apoyo de la Administración, el esfuerzo y beneficio de los taxistas y la mejora del servicio.
Pero, escuchen, cuando vean pasar un taxi, recuerden, ese señor o señora que está al volante recorre al día casi trescientos kilómetros. Y al día siguiente otros trescientos. Y así sucesivamente.
LEÍDO EN DIARIO PROGRESISTA
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