Amigo Cipriano: No puedo hacerme a la idea de que te has marchado para siempre de nuestro lado y por mucho que intento olvidarme de lo sucedido, vuelves a estar a mi lado para hablarme con la alegría y la familiaridad que lo hacías y por eso siento que no te has ido y creo que es una forma de perpetuarnos en la existencia.
Querido Cipriano, espero que esta carta que sale de mi corazón para viajar al infinito de los tiempos, te llegue con la misma frescura que tu aportabas a mi ser cuando entusiasmado me hablabas de los nuevos jilgueritos que habías criado con la pasta de cría “Kikí” ó de esos mixtos de jilguero-canaria que con frecuencia conseguías sacar adelante y a los que ponías ese disco mío que tanta ilusión te hizo cuando te lo entregué bajado de Internet.
Las Navidades pasadas nos hiciste pasar buenos ratos con tus villancicos y ese almiré tuyo que hacías sonar como los ángeles.
No me he olvidado de que cuando yo estuve enfermo, tu venías a visitarme y me dabas ánimos para seguir adelante y me hacías olvidarme de mi dura enfermedad a la vez que me contabas esas historias tan maravillosas de cómo preparabas la red de paso, los cimbés, los reclamos ó me explicabas las condiciones necesarias que debería reunir un buen reclamo para que la caceria resultase eficaz. Entendias más que nadie de “verderones, chamarices, camachuelos, lúganos, jilgueros y canarios, con unos matices tan especiales que tenías heredado de tus padres que según me contabas eran pajareros como tú.
No solamente hablábamos de pájaros porque en lo tocante a “ La Copla” eras el número uno también en esos conocimientos copleros que todo aficionado debe poseer y que siendo amigo como eras de Marifé de Triana, te sentias muy orgulloso de su amistad y de haber compartido con élla algunos ratos de charla en su casa.
Cipri, desde que te has marchado no he podido acercarme a mi guitarra porque me acuerdo de los consejos que me dabas y no se me olvidarán nunca esos acordes que me enseñaste para aprender a tocar la canción de “Los Campanilleros”. También conservo las copias de las notas musicales y los primeros ejercicios que con tanto cariño me entregaste para que fotocopiara. Como comprenderás esas “cosillas” no las olvidaré jamás porque aunque no te vea, siento que estás a mi lado como un buen amigo que eras.
Recuerdo como arrancabas las notas a tu guitarra y me explicabas los distintos palos de este arte andaluz nuestro del flamenco.
En el Cielo seguro que estarás distraido y aunque eches de menos a tu Pepi de tu alma, podrás reunirte con los grandes de la copla para disfrutar de ese arte que tan dentro de ti siempre has llevado y después hablarás con los aficionados al silvestrismo y seguro que te conviertes en el líder perpétuo porque de pájaros nadie pudo tener la paciencia y la afición que tu posees desde que eras un niño.
Te deseo lo mejor y espero algún día poder seguir nuestras charlas sobre pájaros, la copla y recibir tus enseñanzas con los acordes adecuados de la guitarra.
Hasta siempre amigo Cipriano
Un abrazo. Paco Jiménez.
Querido Cipriano, espero que esta carta que sale de mi corazón para viajar al infinito de los tiempos, te llegue con la misma frescura que tu aportabas a mi ser cuando entusiasmado me hablabas de los nuevos jilgueritos que habías criado con la pasta de cría “Kikí” ó de esos mixtos de jilguero-canaria que con frecuencia conseguías sacar adelante y a los que ponías ese disco mío que tanta ilusión te hizo cuando te lo entregué bajado de Internet.
Las Navidades pasadas nos hiciste pasar buenos ratos con tus villancicos y ese almiré tuyo que hacías sonar como los ángeles.
No me he olvidado de que cuando yo estuve enfermo, tu venías a visitarme y me dabas ánimos para seguir adelante y me hacías olvidarme de mi dura enfermedad a la vez que me contabas esas historias tan maravillosas de cómo preparabas la red de paso, los cimbés, los reclamos ó me explicabas las condiciones necesarias que debería reunir un buen reclamo para que la caceria resultase eficaz. Entendias más que nadie de “verderones, chamarices, camachuelos, lúganos, jilgueros y canarios, con unos matices tan especiales que tenías heredado de tus padres que según me contabas eran pajareros como tú.
No solamente hablábamos de pájaros porque en lo tocante a “ La Copla” eras el número uno también en esos conocimientos copleros que todo aficionado debe poseer y que siendo amigo como eras de Marifé de Triana, te sentias muy orgulloso de su amistad y de haber compartido con élla algunos ratos de charla en su casa.
Cipri, desde que te has marchado no he podido acercarme a mi guitarra porque me acuerdo de los consejos que me dabas y no se me olvidarán nunca esos acordes que me enseñaste para aprender a tocar la canción de “Los Campanilleros”. También conservo las copias de las notas musicales y los primeros ejercicios que con tanto cariño me entregaste para que fotocopiara. Como comprenderás esas “cosillas” no las olvidaré jamás porque aunque no te vea, siento que estás a mi lado como un buen amigo que eras.
Recuerdo como arrancabas las notas a tu guitarra y me explicabas los distintos palos de este arte andaluz nuestro del flamenco.
En el Cielo seguro que estarás distraido y aunque eches de menos a tu Pepi de tu alma, podrás reunirte con los grandes de la copla para disfrutar de ese arte que tan dentro de ti siempre has llevado y después hablarás con los aficionados al silvestrismo y seguro que te conviertes en el líder perpétuo porque de pájaros nadie pudo tener la paciencia y la afición que tu posees desde que eras un niño.
Te deseo lo mejor y espero algún día poder seguir nuestras charlas sobre pájaros, la copla y recibir tus enseñanzas con los acordes adecuados de la guitarra.
Hasta siempre amigo Cipriano
Un abrazo. Paco Jiménez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario