lunes, octubre 08, 2007

MIS CACERIAS DE PERCHIS EN JIMENA DE LA FRONTERA

Creo que por tradición, herencia y ambiente, siempre llevé dentro de mi, la afición por la cacería de pajaritos, desde mi mas tierna infancia, así que ni recuerdo la primera vez que puse una trampa, percha, costilla o como se le quiera decir.

En Jimena no siempre la cacería de trampas, se realizaba de la misma forma pues cuando yo era muy pequeño para poder cazar, primero había que coger los gusanos de los cardos que había en los barrancos y por los alrededores del pueblo y además había que tener preparados los carrizos de biznagos, perfectamente cortados , donde se metían los gusanos ,atacando las puntas con unos palitos duros para que no se escapasen.

Si donde íbamos a ir a cazar era a los arados, había que preparar además el trigo, que se metía un día antes en agua para que se hinchase y después de atravesarlos con una aguja se pasaban por el hilo y se hacía una especie de penganillo con este hilo, donde enganchaba el palillero.

El arte de cazar bien, se lleva dentro, pero además se perfecciona con la frecuencia de las cacerias y en esto yo me las pintaba sólo pues siempre tenía mis ocho ó diez trampas y andaba por aquellos barrancos cogiendo pipitas, cuquinas, perchis, gorriones, agachadizas, cujales, trigueros, caganos y todo aquel que decidía picar en mis trampas.

En las ferreterías de Juan Ferrer y de Miguel Ramos, se vendían las trampas de alambre que llamábamos de “fábrica” pero también las había hechas a mano que podian ser de palo o de alambre y había gente que las hacian para ellos mismos y para venderlas como era el caso del Bandi, Antonio Durán, Los hermanos Orozco y otros.

Durante el tiempo que recuerdo que nada más se usaban los gusanos para cazar, las cacerías más importantes en Jimena eran la de la liga (liria) y las de red donde los expertos eran Nicolás Bandi, Juan el Charra( mi tío , hermano de mi madre), Antonio Durán y Los Hermanos Orozco. Estos cazaban con mucha frecuencia detrás del “llanito” y en las pozas, donde colocaban las galeras de cardos con las varetas de taraje o de junco y con los buenos reclamos de jilgueros atraían las bandas de estos preciados pájaros que vendían muertos por docenas ó vivos para ser enjaulados. Los Sábados y Domingos hacían las cacerías de una forma seria y solian irse a la falda del monte del Carrizo por encima de Garci Bravo en el Llano de la Collá y hacían unas paredes de piedra sobre la que colocaban los ramos hechos de lentisco con las galeras dentro y tras poner la “añagaza” colocaban los reclamos de verdones, camachuelos, lúganos y chamarices y aparte ponian los cardos-galeras con los reclamos de jilgueros y cuando iban todos juntos además colocaban la red de paso y estaba asegurado el que esa noche hubiese pajaritos fritos en todos los bares del pueblo.

Pero aunque yo también tenía mi jilguerito y mi pucherito de liga para cazar, lo que de verdad me entusiasmaba era la caceria con trampas y se puede hablar de cacerias con un considerable número de capturas a partir de que llegó a Jimena el famoso Julio El Sevillano que nos enseñó a todo el pueblo que para cazar había que utilizar las “aluas”, así que los gusanos cayeron en desuso y aprendimos a coger las aluas en los hormigueros y a conservarlas en cajones de madera con algodones empapados de agua sin cloro y se les ponia trigo, tierra y cada uno tenia trucos secretos que no enseñaban a nadie para mantenerlas vivas de un año para otro.

Cuando llegaba el Otoño,ya estábamos todos preparando nuestras trampas y adquiriendo algunas más con lo que yo solía tener sobre cien, que ya era un buen número y el olor a tierra mojada y las primeras aguas nos hacian estar impacientes, pero sabíamos que hasta que llegasen Los Tosantos no se podía ir ya que había que esperar a que llegasen “Los Perchis de la Barba”, pero mientras tanto todos los días ibamos a las roaeras a coger aluas para tener suficientes durante todo el invierno.

El ambiente era muy bonito porque muchos chavales éramos los que el Sábado por la noche nos reuniamos y haciamos acopio de cuanto ibamos a llevar y charlábamos muy animados hasta concertar la hora de salida que dependía del lugar que hubiésemos elegido ese día, pero normalmente se solía salir sobre las 04,30 de la mañana y quedábamos en avisarnos unos a otros, así que Jimena los sábados de madrugada era un hervidero de chavalillos muertos de frío con las gorras hasta los ojos y los morrás sobre las espaldas dando silbidos y tirando piedras sobre los balcones para avisar a los compañeros pues casi siempre íbamos de dos en dos ó de tres en tres.

Esta afición de la caería creo que era más fuerte en el Barrio Arriba y eran numerosos los grupitos que compartíamos esta afición pero en el Barrio Abajo también hubo muchos aficionados como Alfonso López, Juanito y José Sarrias, Juan Orozco, Miguel Aceitero, Balmes, Andrecín el Cantarero y muchos más.

Yo iba de cacería con mucha gente y algunas veces sólo, pero mis amigos para estos menesteres eran Victoriano Sánchez Beffa(Q.E.P.D.), Juanito Sarrias, Pepe Andrades y Bartolo Barranco pero siempre íbamos de dos en dos aunque también fui con mi padre y mis hermanos, con los zapateros y con la pandilla habitual ya de más mayor( Cristóbal Hormigo, Antonio Cupido, Cipriano, Paquito Herrera, Blas Sánchez, Pedro Pelota….).

Fui a muchos sitios a cazar como el Torero, Capucho, Buenas Noches, La Breña , Benazaina e incluso a Alcalá de los Gazules, pero el lugar más frecuentado y al que más me gustaba ir era al Carrizo Alto que también se llamaba “Las Mesillas” porque me lo enseñó mi padre desde muy pequeño y además había una fuente escavada en una roca con un lentisco sobre élla y que tenía un agua fina y buenísima y además me sabía de memoria todos los ponederos mejores.

Creo que con quien más veces fui era con Pepe Andrades porque le gustaba mucho como a mi y no se cansaba nunca de poner trampas y darle vueltas y además a media mañana decía vamos a cambiarlas de sitio para cazar otro tipo de pájaros que con el calor del sol se metían dentro de los lentiscos como eran los gorriones, pinzones, zorzales y mirlos, dándole otra calidad a la caza pues los perchas que era lo que se cogia resultaban ser pequeños. Pepe algunas veces solia venderlos a los bares pero a mi me estaban esperando siempre en casa para pelarlos y hacer la fritada o prepararlos con arroz, aunque nosotros hacíamos un fuego y asábamos unos pocos y nos los comíamos en el campo con la sal que teníamos escondida entre las piedras de las cuevas de una vez para otra.

La caceria no le gustaba a todo el mundo y de hecho yo tenía amigos que nunca iban porque aparte del madrugón, hacía muchísimo frio y había veces que nos llovía y se pasaba francamente mal si no tenias afición porque apenas si se veía y nos ayudábamos de una pequeña linterna pero a pesar de todo, nos caíamos entre el matorraje y las piedras porque andábamos por medio del monte.

La comida que me preparaba mi madre, era casi siempre la misma es decir una tortilla de pan, chorizo, tocino, queso, morcilla y alguna fruta del tiempo como granada y para beber el agua de la fuente, aunque ya de mas mayor la preparábamos nosotros y llevábamos nuestro vinito Sala y la botellita de aguardiente seco( que mas de un disgusto nos dio).

Cuando llegábamos al sitio elegido, lo primero era a las claritas del día , poner las aluas en los penganillos y empezar a poner las trampas casi sin ver y las manos se nos quedaban heladas pero como dice el refrán “Sarna con gusto no pica” y en cuanto poniamos todas las trampas volviamos dándoles un repaso y siempre traiamos varias docenas de pajarillos e inmediatamente nos resguardábamos en alguna choza o cueva si las había y nos poniamos a comer con el apetito que siempre teníamos y arreglábamos las trampas estropeadas y a continuar cogiendo pájaros y después a comer otra vez y así pasábamos el día. Soliamos coger siete u ocho docenas y algunos pájaros grandes como mirlos y zorzales pero también había los inconvenientes de que los Sánchez del Carrizo tenían cochinos y estos saltaban las trampas y se comian los pájaros y otras veces otros cazadores nos quitaban las trampas, lo que representaba grandes enfados.

Recuerdo que una vez fui con mi amigo Victoriano al Carrizo y después de esperarle en su casa y que Maria Beffa nos pusiese un cafelito con leche, salimos pitando porque además estaba chispeando pero eso de llover no nos amedrentaba a nosotros. Fuimos prácticamente corriendo , atravesamos “El Toluque” y enfilamos hacia Garci-Bravo, dejamos el Polvorín a nuestra derecha y tras cruzar el arroyo pasamos cerca del huerto de Macias el de Los Pavos y saltando la pared que delimitaba “La Colla´” con el Carrizo Bajo por fin llegamos a la fuente del Carrizo Alto e inmediatamente empezamos a sacar las trampas porque estaba clareando el día y cual fue nuestra sorpresa que no teníanmos las “aluas” porque se habían quedado encima de la mesa de la cocina de la casa de Victoriano, así que el pobre tras echar algunos votos decidió de venir corriendo a su casa coger las aluas y volver lloviendo y todo como estaba y yo mientras tanto me puse a buscar gusanos en unos cardos que había por allí y como tardó tanto me dio tiempo de coger gusamos, poner unas cuantas de trampas y hasta tenia cuatro o cinco perchis capturados. Como era tan alegre este Victoriano, al ratillo estaba cantando y riéndose con mis cosas y a pesar de todo fue un día maravilloso que jamás olvidaré pues para colmo había ratillos que llovia y nos resguardamos en una choza de la que tuvimos que salir minaítos de pulgas y para más “INRI” la mitad de las trampas nos las habían quitado pero pudimos recuperarlas ya que habían sido Juanito Sarrias y Juan Orozco y al vernos no las devolvieron diciendo que les parecía que estaban allí olvidadas pero es que nuestras cacerías tenían estas cosas que sucedian con frecuencia y a lo que estábamos acostumbrados.

El saber poner las trampas rápidos y en el lugar adecuado es un arte que parece que se lleva innato pues hay que imaginarse por que parte del lentisco entra el pájaro para que vea la tierra removida del ponedero y divise de lejos las alas brillantes de las aluas.

Recuerdo aquellos años de mis cacerias con mucha nostalgia porque esos años y esas sensanciones no volverán jamás y la última vez que fui de caceria me prometí que no volveria jamás porque en este aspecto mi forma de ser ha cambiado y soy incapaz de hacer lo que haciamos con los pobres pajarillos pero no puedo sentir remordimientos porque todo formaba parte de una cultura heredada de muchos años y estabas cogiendo los pajarillos y te los imaginabas frititos en la sartén sin pensar en nada más porque así te lo habian enseñado y lo habías aprendido sin pensar en nada más.

Ya de mayor cuando los sábados y los domingos saliamos a copear recorriamos todos los bares donde ponian pajaritos fritos y los fijos de siempre eran “ La Bodega”, “Bar Pérez”, “Bar Joaquin El Mirrero” y esporádicamente algunos más como El Bar Moracha pero también todo esto formaba parte del ambiente de las cacerías y había hasta que reservarlos por teléfono algunas veces de tanta gente que acudía a estos bares.

Aquello se fue terminando porque apareció un Sargento de la Guardia Civil que recorría los bares amenazando con multas y enseñando una circular que prohibía la venta de estros fringílidos y poco a poco nos fuimos concienciado de que estos pájaros tienen tanto derecho a la vida como nosotros mismos pero las cacerías no terminaban con estos seres pero sí aquellas fumigaciones descontroladas que se hacían en los sembrados pero ni una cosa ni la otra debemos hacer.

Todavía creo que hay algunos grupos de amigos que una vez o dos al año, van y recuerdan aquellos tiempos pero no será lo mismo porque están seriamente amenazados por la justicia y antes no sucedía eso ya que nosotros pasábamos con los pájaros colgados en la cintura por delante del guardia civil que estaba de puerta en el cuartel y nunca decía nada e incluso ellos iban a comer pajaritos a los bares y otras veces les vi cazando en el monte.

Como veis hoy ha tocado este tema de reflexión, para agrado de algunos y disconformidad de otros, pero así es la vida que en determinados momentos nos hace comportarnos de una forma y al cabo de los años cambiamos de manera de pensar y de sentir y como siempre mi intención no es otra que la de compartir lo que he vivido y sentido en mi querido pueblo de Jimena de la Frontera.

4 comentarios:

Belén Jiménez dijo...

un relato precioso papá!!

Un abrazo,

Belén

Anónimo dijo...

He vuelto a mi infancia con tu relato. Buenos tiempos aquellos.

Anónimo dijo...

Que bonita era la caceria con las costillas y las aluas. He recordado todas las satisfacciones que me dieron. Precioso

Anónimo dijo...

Me ha emocionado y alegrado leer tu relato. Me parece que para entender bien esas vivencias hay que haber experimentado también la pasión instintiva por la caza de pajarillos con aluas. Por eso me siento muy identificado con lo que cuentas. Y también con el cambio de pensamiento y actitud con el transcurso del tiempo. Actualmente lo correcto es recordarlo con añoranza y sin remordimientos. Muchas gracias por tu relato.

Saludos

Un Cordobés