Sin lugar a dudas, tengo que comenzar por describir el marco incomparable del “Arroyo de Garcia el Bravo” y que siempre fue para nosotros los jimenatos de entonces… el arroyo de Garcibravo.
Hoy en día entre el cambio climático y los trazados de las nuevas carreteras han cambiado la belleza de muchos de nuestros paisajes naturales y se necesita de un esfuerzo mental bastante fuerte para poder situarlo tal como era delante de vuestros propios ojos sin que la realidad de lo que fue quede desvirtuada y pierda todo el encanto que poseyó en su momento.
Nuestros inviernos eran tan frios y lluviosos que aquellos “canchos” y “roaeras” manaban agua por todas partes, así que los juncos, los cardos borriqueros, los biznagos, los matagallos y hasta los “peos de zorra” estaban por todas partes, sin olvidar las tagarninas y los espárragos que crecían prácticamente detrás de nuestras puertas falsas.
Tanta agua caía durante algunos inviernos que nos “atascábamos” de barro hasta las orejas y aquellas enormes “grederas” me daban miedo porque siempre tuve el presentimiento de que se llevarían el pueblo entero entre sus grandes masas de barro compacto.
Todo tenía su ventaja y es que durante la primavera y el verano teníamos agua en nuestros rios, arroyos y manantiales con lo que gozábamos de lugares maravillosos que compensaban la escasez del preciado líquido que padecíamos en las casas por falta de la canalización adecuada.
Uno de estos lugares maravillosos para mí, siempre fue nuestro querido “Arroyo de GarciBravo” que llevaba bastante agua durante todo el año y al que tuve la suerte de ir desde muy pequeño con mis hermanas a lavar la ropa y la lana de los colchones.
Sus aguas desprendían un olor especial en cada época del año y nosotros solíamos beber y respirar todo aquello con nuestras bocas pegadas al agua corriente y nunca faltaba el que ponía la “guinda” exclamando aquello de…..!agua corriente no mata gente! …! Agua pará, matará!...! pero que felicidad más grande sentíamos dentro de nosotros!.
Digamos que el arroyo comenzaba para nosotros a partir del puente, porque desde allí se veía el gran llano en el centro y pegadito al mismo el cauce lleno de adelfas y juncos, cuyas aguas destellaban rayos a nuestros ojos.
Si mirabas a tu derecha, tenias que levantar bien la cabeza para poder contemplar el enorme monte del “Polvorín” con el precioso cortijo de “Los Sánchez” y su gran “era” por delante, de la que salian grandes bandadas de trigueros, cujales y gorriones en todo tiempo.
En la parte izquierda se observaba la casita y el huerto de “Macías el de los Pavos” por aquello de las piaras de pavos que criaba con “lantisquina” y que después vendía en Navidad para ayudarse a vivir. Junto a éste, estaba la casa y el llano de “La Collá” donde aquellos cazadores famosos como “El Bandi”, “El Charra”, “El Piyayo”, “Los Orozcos”, “Antonio Durán” y el “Hornero” ponían sus ramos y galeras para cazar con “liga” aquellas bandas de jilgueros, lúganos, verdones, camachuelos y chamarices que nos visitaban todos los años.
Frente, y siguiendo el curso de nuestro arroyo, teníamos “El Carrizo Bajo” con otro cortijo de “Los Sánchez” y la choza del que guardaba el ganado. En este lugar se apreciaba con mucha fuerza el contraste entre la campiña y el monte propiamente dicho de chaparros y brezos.
Situándonos de nuevo en el arroyo y en su extraordinario entorno, os diré que era el lugar preferido por los maestros para llevarnos de excursión y allí estuve muchas veces con Don José Capote que nos llevaba en Primavera( todos en fila, andandito) por la tarde después de comer para jugar a la pelota, a corretar por allí y recorrer el arroyo de arriba a bajo para después en el camino de regreso iba explicando cosas sobre las plantas y animales que habíamos visto.
Siendo un poco mayor fueron muchas veces las que pasé por allí a oscuras en plena noche ya que aquello era camino obligado para ir al Carrizo donde cazábamos los “perchis” con las trampas y donde íbamos tambien a jugar al futbol y ver los partidos que de forma un poco más seria ya se organizaban al principio en aquel llano que fue junto al “llanito” el antecedente de nuestros campos de futbol.
Mi imaginación siempre estaba allí presente y es como si estuviese viendo a los moros y cristianos pelearse en el arroyo y hasta me imaginaba las aguas cubiertas de sangre como consecuencia de la batalla de aquel Garcia El Bravo y sus huestes contra los infieles.
Cuando nos reuniamos los sábados y domingos en los bares para tomar nuestras copitas y sobre todo cuando nos encontrábamos a “gustito”, me encantaba “picar” a Cristóbal Hormigo y le decia…. ¡anda Cristóbal…cuenta el chisque de Garci Bravo!......
Con la seriedad que le caracterizaba decia…….. : Iban dos tíos muy cortos, muy cortos para las mujeres por el Arroyo de “GarciBravo”… donde estaban unas muchachas lavando ropa.. y… uno de ellos, se atreve a decir…. ¡¿ Mujeres estais lavando…?! Y cuando pasaron…. El otro le dio un codazo y le dijo…..! Que pillín me has salido para las mujeres! Y nosotros nos reiamos una vez y otra vez, para repetir el chiste cada vez que estábamos de copitas.
Como veis, tengo razón de la importancia que tiene Garci-Bravo para los Jimenatos primero como dije al principio por el marco incomparable de belleza que allí hubo, por la Batalla tan importante que tuvo lugar junto a sus aguas y por el chiste tan estupendo de mi amigo Cristóbal.
Un abrazo. Currini
No hay comentarios:
Publicar un comentario