domingo, septiembre 27, 2009

LEOPOLDO BUSTAMANTE DEL CASTAÑAR. JIMENATO ATÍPICO.




Hoy tenemos un día otoñal y maravilloso al mismo tiempo, porque de vez en cuando el cielo rocía con agua nuestras tierras resecas del calor intenso del verano. Las primeras tormentas y rayos han aparecido y esto nos hace sentirnos felices de tener unos ciclos climatológicos que “a trancas y barrancas” van cumpliendo su cometido natural.

En este ambiente otoñal de olor a tierra mojada y cuando no sabes aún si tirar las chanclas y los pantalones cortos, se me presenta la tesitura mental de escribir algo para mis amigos, pero algo que les alegre un poco y puedan decir…- Este Currini tiene unas cosas…

El personaje de mi historia nació y se crió en mi pueblo, perteneciente a una estirpe adinerada, pero consumiendo siempre su propia vida a capricho, sin intereses exagerados de ningún tipo y admirado por todos los vecinos por su extravagante forma de vestir y comportarse tan independiente del resto de los mortales.

Cuentan las lenguas jimenatas que, Leopoldo Bustamante del Castañar, que así se llama nuestro personaje, salió una vez del pueblo con una pequeña maleta y tras coger el tren se marchó a Madrid. Iba ataviado con un pantalón a rayas, una camisa blanca, chalequillo corto gris, zapatos negros con franja blanca, en la mano un bastón con mango plateado y con un sombrero de la época.

¡Leopoldo se marcha de vacaciones a Madrid!, comentaban los vecinos con insistencia, siendo la comidilla de mujeres y hasta en las partidas de cartas y dominó se charlaba del asunto ese de las vacaciones que por sorpresa había preparado el “dandi” del pueblo.

Instalado en Madrid en uno de los mejores hoteles de la capital, el amigo Leopoldo comienza a visitar museos de arte, parques, barrios típicos y se prodiga por lujosos restaurantes, degustando lo mejor de la gastronomía madrileña y hasta se le ve acompañado de chicas preciosas que sin duda alguna pertenecían al alterne mas costoso de la ciudad.

Uno de esos días de vacaciones, nuestro amigo, después de bañarse y perfumarse adecuadamente se alisa su poblado y largo bigote, se peina sus largas patillas y como lo más elegante de Madrid, se dirige a un carísimo restaurante de La Gran Via madrileña.

Atraviesa la Plaza Mayor y por la puerta que da acceso a la “Cava Baja” sale paseando por el típico lugar. Decide entrar en la “ Posada de La Villa”, donde es conducido por el mettre y varios camareros por el amplio y lujoso salón para acomodarlo en una de las mejores mesas del local.

Tras leer la carta detenidamente, fumarse un cigarrillo rubio y beber pausadamente de una copa de buen vino, habla animadamente con el mettre al que hace una copiosa nota de pedido de los mejores manjares de la casa.

De pronto nuestro amigo Leopoldo, siente un pequeño ardor de estómago y unos “retorcijones barrigueros” que le impulsan buscar los lujosos servicios de este local, al que es acompañado por el “pegajoso” mettre que le había olido dinero y no lo dejaba ni a sol ni sombra.

Rápidamente se mete en el servicio de caballeros y corriendo consigue llegar a tiempo justo y colocarse encima de uno de aquellos preciosos inodoros de roca, donde plácidamente se desahoga de su “apretón” de medio dia. Cuando decide que ha terminado, ocurre algo imprevisto… se produce un apagón de luz que “pilla” a nuestro querido amigo con el papel higiénico pasándoselo por el trasero y a “ciegas” termina como puede la torpe maniobra, exclamando … ¡ joder… tenía que ocurrir esto en este preciso momento!. Y a oscuras se alisa su largo bigote quedando incrustada entre la nariz y el bigote una pequeñísima “brizna” de mierda que no percibe el amigo Leopoldo.

Cuando se ha colocado los pantalones y vestido como bien ha podido, se enciende de nuevo la luz, así que de lejos se mira en el espejo, se peina y sale presto con su figura recompuesta preparado para dar buena cuenta de todo lo que había pedido en el restaurante.

Nada mas acercarse el camarero para anunciarle si le trae la “comanda”, nuestro amigo dice con voz para sus adentros: -- ¡ que mal huele este tío…!.... ¡ huele que apesta ¡.

No sabia que platito de las variadas entradas coger, pero cuando se decidía por alguno comprobaba que aquello olía fatal y le costaba trabajo poderlo tragar y entre “peste” y “peste” fue comiendo lo que pudo hasta que le llegó el plato de sopa con picatostes que había pedido.

Ante la sopa exclama sin poder evitarlo… ¡leche con la sopa que peste echa joder! Y hasta el helado de chocolate fue imposible de terminar porque el peste le tenia impregnada la pituitaria y no le dejada respirar.

Pagó la cuenta y dijo: ¡ a este lugar tan lujoso y apestoso yo no volveré jamás!, así que se encaminó por la calle y tras apoyar sus dedos pulgares en el lujoso chaleco, respiró profundamente y exclamó….. ¡ coño… es el mundo … el que huele a mierda!.

Mi amigo Leopoldo sigue viviendo en Jimena y me cuenta muchas cosas de estas que le sucedieron en su dilatada vida y que yo escucho atentamente porque merece la pena oirlas y mucho mas contarlas.

Dedicado a esos amigos míos con los que hemos compartido comida en el maravilloso restaurante “ La Posada de la Villa” en la Cava Baja y del que guardamos bonitos recuerdos.

Un abrazo.


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