Cuando una persona sabe que puede recuperar una información con solo un clic, no se molesta en recordarla. Esta es la conclusión de una serie de trabajos que se publican en la edición digital de la revista Science.
El trabajo, realizado por tres psicólogos de las universidades estadounidenses de Harvard, Columbia y Wisconsin-Madison, midió la capacidad de recordar de un grupo de voluntarios a los que, a rasgos generales, se les enfrentaba a varias pruebas en las que se les ofrecía una información de poca importancia (por ejemplo, que el ojo de las ostras era mayor que su cerebro) o se asociaban marcas conocidas a colores y se les pedía que lo recordaran.
Para medir el efecto de Internet los voluntarios debían ir tecleando la información recibida en un ordenador, pero después de cada entrada recibían un mensaje en el que se les decía si esos datos eran guardados o no, o si lo eran en ficheros de nombres genéricos (datos, entradas) u otros más específicos.
El resultado fue claro: la cantidad de datos recordados y su precisión está directamente relacionada con la posibilidad de obtenerlos del ordenador de una manera fácil o no. Es decir, si se sabe que los datos van a estar guardados en un fichero fácilmente identificable (uno llamado Datos del ensayo, por ejemplo), la persona no se toma la molestia de aprenderlos o de recordarlos. En cambio, si cree que los va a perder, se le quedan grabados.
El estudio tiene una clara importancia en los procesos de aprendizaje, por ejemplo, donde actualmente es casi tan importante saber buscar un dato que recordarlo. Porque lo que los investigadores han descubierto es que los humanos utilizan Internet ya como una especie de ampliación de su propia memoria en lo que llaman el efecto Google, y valoran sobre todo la facilidad que tienen los voluntarios -universitarios estadounidenses- para encontrar esos datos, por lo que no se molestan en memorizarlos.
Fuente: El País
El trabajo, realizado por tres psicólogos de las universidades estadounidenses de Harvard, Columbia y Wisconsin-Madison, midió la capacidad de recordar de un grupo de voluntarios a los que, a rasgos generales, se les enfrentaba a varias pruebas en las que se les ofrecía una información de poca importancia (por ejemplo, que el ojo de las ostras era mayor que su cerebro) o se asociaban marcas conocidas a colores y se les pedía que lo recordaran.
Para medir el efecto de Internet los voluntarios debían ir tecleando la información recibida en un ordenador, pero después de cada entrada recibían un mensaje en el que se les decía si esos datos eran guardados o no, o si lo eran en ficheros de nombres genéricos (datos, entradas) u otros más específicos.
El resultado fue claro: la cantidad de datos recordados y su precisión está directamente relacionada con la posibilidad de obtenerlos del ordenador de una manera fácil o no. Es decir, si se sabe que los datos van a estar guardados en un fichero fácilmente identificable (uno llamado Datos del ensayo, por ejemplo), la persona no se toma la molestia de aprenderlos o de recordarlos. En cambio, si cree que los va a perder, se le quedan grabados.
El estudio tiene una clara importancia en los procesos de aprendizaje, por ejemplo, donde actualmente es casi tan importante saber buscar un dato que recordarlo. Porque lo que los investigadores han descubierto es que los humanos utilizan Internet ya como una especie de ampliación de su propia memoria en lo que llaman el efecto Google, y valoran sobre todo la facilidad que tienen los voluntarios -universitarios estadounidenses- para encontrar esos datos, por lo que no se molestan en memorizarlos.
Fuente: El País
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