Si te asomas al Tiojimeno o miras los periódicos en estos días, lo primero que ves son las imágenes de los cementerios, repletos de personas cargadas de flores que depositan en las tumbas de esos seres queridos que se marcharon, al igual que lo haremos nosotros algún día, ya que como decían mis padres “ aquí no se queda nadie”.
En mi casa, no es que fuésemos ateos ni mucho menos, ya que cada persona tiene sus propias creencias en algo superior, que al mismo tiempo teme y respeta. Yo recuerdo que mis padres jamás fueron a llevar flores a nuestros difuntos porque decían que allí no había nada que pudiese ver las flores y aceptarlas y que todo era como una especie de teatro que nosotros mismos nos inventábamos para justificar nuestros comportamientos y nuestro cariño hacia el difunto.Mi madre antes de morir, me había encargado que el dinero que fuésemos a gastar en flores en su entierro que lo destinásemos a los pobres y no me da apuros de contarlo por lo que reunimos el dinero de las flores y lo llevé al cura de la Bajadilla que me dijo deposítalo en el cepillo que pone Cáritas Parroquiales, que ellos sólo tienen las llaves y les darán el destino que tu madre eligió para el dinero.
En realidad, todo este tema de los difuntos, me ha traido al recuerdo aquellos años de mi infancia en que mi abuela Isabel Merino, vivia con nosotros y esta abuela mía si que tenía una fé bastante fuerte a determinadas cosas de la religión cristiana y que casi las tengo olvidadas porque poco se habla del tema y es como si la iglesia no quisiese que aquel fervor continuase por mas tiempo.
Me estoy refiriendo a “Las Änimas Benditas” que con tanta devoción rezaban mis abuelas( Porque mi abuela Juana que no vivia con nosotros tambien lo hacía). En mi casa había un pequeño libro muy viejo donde venian oraciones a la Virgen y rezos muy extraños para conseguir que esas almas que andaban en el Purgatorio pudiesen gozar del descanso eterno junto al Padre Celestial.
Todo esto sucedía cuando yo era tan pequeño, que los recuerdos los conservo de una forma difusa ya que este tema de las “Änimas” apenas si lo he oido después pero me viene a la mente aquella noche que mi abuela me dio la mano y dice vente conmigo a rezar por las Änimas Benditas y subimos por la calle Sol y doblamos por Cantón de la Palma hasta que llegamos a la esquina del huerto de la Misericordia que realmente era una pared vieja y medio en ruinas, donde había un hueco y allí dentro había una pequeña virgen con muchas fotos viejas, vasitos y pequeñas latitas con agua, aceite y mariposas( mariposas eran unos redondelitos de corcho y papel con un agujerito en el centro por el que pasaba una torcia de vela) que impregnadas del aceite permitian que no se quemase la torcia. El lugar era un tanto macabro y allí mi abuela y varias más muy mayores todas vestidas de negro con sus pañuelos en la cabeza y atados a la barbilla, sacaron esos rosarios tan extraños que tenían y se pusieron a rezar durante un buen rato que a mi me pareció una eternidad.
Otra noche, oí el sonido de una campanilla y me asomé a la ventana e iban todos esas mujeres mayores en procesión por la calle con velas en las manos y como mi abuela se marchó con ellas, le pregunté a mi madre y me dijo que estaban rezando por las Ánimas Benditas en procesión porque había ya muchas almas penando y habia que sacarlas del Purgatorio y darles el descanso eterno.
Este tema se prestaba mucho a obscurantismos y misterios, porque la gente mayor se impresionaban y cuando estaban rezando, veian y sentían cosas extrañas que desvirtuaban la realidad de todo lo que ocurria y por eso creo yo que la Iglesia fue apartándose de estos rezos y de todo los relacionado con el tema.
Parece que estoy viendo el rosario de mi abuela colgado en los barrotes del cabecero negro de su cama de hierro. Era un tanto especial porque estaba formado por unos ganchitos de hierro entre los que aparecian engarzadas unas bolitas redondas que creo eran semillas extrañas y en algunos tramos había unas medallas de metal amarillo muy pesadas y brillosas por el intenso uso, donde faltaba algún gancho estaba un alambre de metal retorcido para remediar la falta y el tramo suelto terminaba en una cruz de metal con una imagen de cristo crucificado del mismo material.
Otra cosa relacionada con estos rezos, era la Cruz de Caravaca que tenía mi abuela encima del cabecero de la cama y que yo tuve muchas veces en mis manos porque era muy bonita, toda de metal brilloso con varios brazos y ángeles, santos y otras figuras raras incrustadas ( puede que la conserve alguna de mis hermanas).
Ahora que me paro a pensar, he ido muchas veces después al castillo y nunca he reparado si queda algo allí en aquella esquina en el lugar donde se rezaba a las Änimas y si la virgencita fue destruida o la tiene alguien en cualquier casa o en la Iglesia
Espero que hayais visto la intencionalidad de mis reflexiones de hoy que no ha sido otra que la de resaltar la forma tan distinta que había antes de ayudar a los difuntos con la que existe hoy en día de ,limpiar las tumbas, ponerlas bonitas y llevarles flores.
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