Francisco Fajardo Gómez, de profesión cortador en la especialidad de zapatería, arribó en JIMENA, procedente de Cortes de la Frontera, allá por los años 1885, desgraciadamente no me queda ya a quien preguntar con la finalidad de recabar datos sobre la causa que le hizo venir a nuestro pueblo, y si fueron azarosos sus comienzos o por el contrario se estableció como causa premeditada y contando con recursos de su pueblo natal Cortes. Tampoco he oido hablar de su familia en Cortes y si mantuvo algún tipo de relación durante su larga estancia en Jimena de la Frontera.
Como otras tantas veces voy a fundamentar mi relato de hoy, en mis propios recuerdos que también son ya un tanto lejanos porque actualmente me encuentro jubilado con 61 años, pero con una memoria repleta de conocimientos y emociones del pasado.
Partamos pués de los primeros conocimientos que tengo del personaje allá por 1952 cuando exactamente tenia yo unos seis años y parece que le estoy viendo, alto, delgado, espalda un pelín encorvada, nariz un poco puntiaguda sin excesos y un poco roja-azulada y a veces se cubría la cabeza con una gorra de época. En sus manos aparecían con frecuencia unos dediles de cuero para proteger su delicada piel de los dedos castigada constantemente por los malditos sabañones que le hacían la vida imposible, incrementado este mal porque debido a su profesión tenia que mojar en la pileta el material para un mejor manipulado.
Su taller de zapatería tal como yo lo conocí estaba repartido en dos casas de la calle Santa Ana, digamos que en la primera tenia un gran mostrador, donde cortaba
y preparaba la tarea a unos 15 zapateros que tenía en el taller de frente a esta casa. Era bastante hábil y ordenado pues de sus paredes colgaban ganchos de alambre con los moldes de papel y carton que servian constantemente para trazar los cortes de los zapatos, botillos , sandalias, leguis y en una estantería trasera en su parte baja tenia las tablillas de madera que servian de soporte para montar los cortes de zapatos y botillos. En la parte derecha y al fondo del mostrador habia una especie del balcón bajo con una gran reja forjada donde siempre había una mesa camilla, trono de su esposa Maria Gracia Herrera que le miraba siempre amorosamente con aquellos enormes ojos y cara ancha con la sonrisa dibujada . Detrás de la mesa estaba la famosa máquina de aparar, en la que mientras pudo Maria Gracia le ayudaba en la tarea de aparar los cortes de botillos, zapatos y sandalias, hasta que Ana martín tomó el relevo en estos menesteres. Frente a la mesa camilla existia una habitación interior y un tanto oscura en cuyo fondo se veia una gran cómoda con una cubierta de mármol y enormes cajones y a la que sus sobrinos le llamaban la habitación de los higos, por la pila de ceretes de higos que allí había siempre detrás de la puerta de entrada. Desde esta puerta había un pasillo por detrás del mostrador que conducía a una cocina-comedor con una enorme mesa tocinera en el centro, al frente una pequeña puerta con un escalón que conducía a un patio con el suelo de piedra y muchas macetas adornando el recinto. Junto a un mueble en la pared, había una ventana interior que era el brocal de un pozo medianero que compartian los Sánchez del Carrizo( Los vecinos de al lado). Otro hueco conducía por unas estrechas escaleras de ladrillo al soberao donde estaban el enorme lebrillo de amasar con la arteza colocada encima y unos arcones repletos de comida y de los que explicaré algo más adelante.
La Zapatería de Fajardo, era un referente importante para todos los arrieros que venían desde Casárez, Manilva o Estepona a traer sus frutas, verduras y sobre todo la cal y que al vender las cargas, se pasaban por la zapatería para llevarse encargos de zapatos y botillos sobre todo de campo para sus poblaciones de origen. Otra clientela asegurada eran los camperos de Zambana, Marchenilla, El Carrizo y todos los alrededores del pueblo, amén de la población interior que en este tiempo era bastante numerosa porque se vivía del campo y del monte. Ireis captando como Fajardo se convirtió en una persona importante en Jimena poco a poco y gracias a su esfuerzo personal y sin llegar a ser un potentado capitalista, vivia holgadamente y se convirtió en protector perpetuo de todos los componentes de la familia de su mujer.
Casado con Maria Gracia Herrera, se quisieron siempre muchísimo, pero el destino no quiso que tuviesen hijos, tal vez porque estaban predestinados a reconducir por buen camino a sus cinco sobrinos varones( Sebastián, Frasquito, Juan, Andrés y José ), hijos de Juana (hermana de su mujer) y de Sebastián.
La hermana de Maria Gracia, se llamaba Juana y estaba casada con Sebastián Jiménez Téllez al que cuando era pequeño, se lo trajeron de Villaluenga del Rosario, sus tios los Orellanas del cortijo “La Horqueta” porque sus padres habían fallecido y había quedado huérfano y esta fue la causa que motivó el que a todos sus descendientes se les apodase “Orellana” sin realmente serlos. Pues bien, Sebastián a pesar de haberse criado en el campo con sus tios Los Orellanas, resultó ser una persona bastante inteligente, sabiendo leer y escribir perfectamente por lo que se dedicó en un principio a dar clases por los campos ( profesión mal retribuida por la escasez de dinero ), después pasó a ser municipal y por último alguacil del juzgado y como he dicho antes casado con Juana Herrera ( su padre enfermo de asma, tenía un pejualito que no daba para comer por lo que ella trabajaba fuera desde muy tierna edad).
Quizás con la ayuda de Fajardo, Juana y Sebastián, adquirieron una casita en el “Traje Llano” bastante cerca de la Zapateria y sus cinco “zagales”, nacidos todos con una gran personalidad, se criaron al amparo de Fajardo y Maria, que los arroparon como a sus propios hijos y a los que no les faltó nunca de nada( entendiéndose este de nada por comida y ropa, lo fundamental entonces).
Volviendo a nuestro personaje, aparte de criar a sus sobrinos y darle a cuatro de ellos el oficio de cortadores - zapateros, cuando saltó la guerra civil, se vió en la necesidad de ayudar a las nueras de sus sobrinos y a sus resobrinos. Aquí no puedo dejar de pasar que a Juan ( su sobrino) le salió pena de muerte que gracias a Dios fue conmutada por prisión indefinida por lo que su esposa Isabel Sierra con su niño pequeño Juanito quedó totalmente desamparada y Fajardo los acogió en su casa como propios, Isabel por su parte ayudaba en la casa y aparaba en la máquina ya que Maria Gracia había caido enferma. Juanito aún guarda en sus recuerdos los años que vivió sin padre al amparo del Gran Francisco Fajardo. Creo que mi padre por ser el mayor también puso su granito de arena ya que cuando cayó gravemente enfermo y le cuidaba por las noches en el hospital, en sus delirios nocturnos decía siempre… Juanito.. y.. este chiquillo..nada que se mete entre mis piernas jugando y me voy a caer y un dia me contó que él estaba trabajando en el mostrador de tito Fajardo y Juanito se enredaba con el juego entre sus pies y le daba miedo de pisarlo sin querer.
Quizás por mi condición de niño, se me quedó gravada la imagen de Fajardo, sentado comiendo en la gran mesa, frente a su esposa Maria y sobre sus hombros aquel enorme gato-romano de cola larga llamado “AZAÑA” y al que de vez en cuando, daba trocitos de pringada y otras chucherias con las que el animal se relambía los hocicos . Cuando se levantaba de la mesa el hermoso gato continuaba en sus hombros y permanecia incluso cuando cruzaba la calle para ir al taller de frente y es aquí en mi mente de niño cuando pensé………AZAÑA ES UN GATO CON SUERTE.
Poco a poco sus sobrinos se fueron estableciendo por su cuenta y él continuó con su taller incluso después de fallecer su esposa y como todo el pueblo le admiraba y respetaba, fue durante muchísimos años JUEZ DE PAZ DE JIMENA, de aquellos que nunca llegó a cobrar una sola peseta a pesar de que con su traje , con chaleco azul y su sobrero oscuro, jamás dejó de asistir a juicios, pleitos y levantamientos de cadáveres.
Su vejez fue tranquila ya que por acuerdo de sus sobrinos se quedó a vivir con José y Encarnación que lo trataron siempre a cuerpo de rey, siendo muy feliz porque continuó viviendo en su propia casa y echaba todos los días sus partiditas primero en el casino y después en el Bar de Manolo MENA, hasta que un triste día nos abandonó con cerca de 90 años para reunirse con su esposa a la que jamás había olvidado. En el sepelio, recuerdo que el sacerdote, en la Iglesia de la Misericordia habló con precisión exacta de la vida ejemplar que Francisco Fajardo Gómez había llevado y de los años que había prestado sus servicios a la comunidad de JIMENA con una entrega total, sin jamás esperar nada a cambio.
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