sábado, agosto 11, 2007

INFLUENCIA DEL PROGRESO EN LA VIDA COTIDIANA DE JIMENA DE LA FRONTERA

Casi todos los días, amanecemos con algo nuevo en nuestra mente y, que no nos permite estar tranquilos, hasta que la idea se ha perfeccionado y conseguido el objetivo feliz de sacarlo a la luz para bien propio ó regocijo de los demás.

Hoy es uno de esos días, en los que a pesar de despertarme temprano, me siento feliz y con optimismo, quizás porque en mi subconsciente, persiste la idea de que el oncólogo, me ha dado “vidilla” para otros tres meses y perspectivas de espaciar a seis meses mis revisiones actuales.

En realidad, a las 07,00 horas, he estado oyendo un poco “ El Club de la Vida” y se ha hablado sobre un muestreo efectuado a 80 mujeres y 20 hombres que actualmente han alcanzado los cien años de vida de una forma bastante satisfactoria , respecto a la calidad de vida necesaria para poder decir esto de satisfactorio y también se ha hecho referencia a que todas estas personas, han vivido y fueron partícipes de una profunda renovación tecnológica.

Y, es aquí donde mi mente, un tanto desordenada a veces, ha comenzado a dar vueltas a la idea……. Y pensar en nuestra vida en Jimena y la de nuestros padres, ante tanta y tanta transformación y adelantos que nos empujaba a ser y actuar de una forma completamente distinta a la habitual que llevábamos arrastrando durante siglos. Estos avances tecnológicos ( por llamarlos de alguna manera) los acogíamos con mucho entusiasmo los más jóvenes, pero no sucedía lo mismo con nuestros padres y abuelos, que se resistían con fuerza para no perder de golpe sus costumbres y peculiar forma de vida.

Nosotros, de pequeños, íbamos al colegio con los tinteros de tinta “Pelikán” en la mano, las plumas , los palilleros, pizarrines, lápices, gomas etc. dentro de aquel plumier de madera que tanto rendimiento nos dio a todos y aquella pizarra con una cuerda amarrada en el agujerito del marco de madera y de la que pendía un trapo que servia para limpiar los “salivazos” con que se restregaban las tareas anteriores. Algo profundo cambió en nosotros cuando aquella Feria de Mayo estaba yo disfrutando de aquel ajetreo de tratantes, gitanos, veterinarios y esquivando el paso de los maníguos en sus caballos, cuando se me ocurrió mirar al suelo y junto a unos matagallos, observé una cosa rara que tomé en mis manos y dije ¿ esto… que es…? Y de momento los que estaban conmigo decían eso tiene que servir para escribir, así que todo el día estuvimos dando vueltas a aquella cosa y empecé a oir su primer nombre un tanto deformado que era “ Goligrafo” y como yo presumía de listo entonces, me fui a casa de Bartolo Macías y le pedí que me cargase de tinta el goligrafo, al igual que hacía con las estilográficas y el hombre pues lo llenó de tinta por detrás, lo limpió, me cobró dos reales y me lo coloqué en mi nueva camisa blanca de mangas cortas, cuando iba para arriba ya en la puerta de D. Juan Marina, tenía una mancha en la camisa que me cogía todo el pecho y en mi casa recibí de mi padre unos cuantos de cogotazos y voces de mi madre que ahora recuerdo con mucho cariño pero que representan mi primer encontronazo con el invento del bolígrafo y aunque al principio los maestros no querían que se escribiese con ellos, se terminó sucumbiendo a la comodidad de prescindir del tintero, los palilleros y las plumas.

Nuestras madres, se levantaban temprano para sacar el carbón de la carbonera del patio y encender los fogones de la cocina de mampostería con la que contaban todas las casas del pueblo, allí se ponía la cafetera de pucherete y se hacían las tostadas en la “carmelita “ y después.. carboná tras carboná, durante toda la mañana se iba cociendo el puchero. Una mañana, veo un revuelo en la cocina donde estaba mi padre, mi madre y mis hermanas, todos nerviosos alrededor de un cacharro nuevo que habían comprado para guisar y se trataba de un “infresnillo” que era un cacharro de porcelana con cuatro patas y en el centro había un depósito cuya boca terminaba en una “torcía” que impregnada de “pretolio” producía una llama sobre la que se colocaba la olla del puchero y demás cacharros. Aquel tiesto terminó teniéndolo el pueblo entero pero el olorcito del carbón se cambió por el pestazo a petróleo que había en todas nuestras casas, hasta que después apareció el butano y más tarde se aplicó la electricidad a la cocina. También tengo que decir que todo aquello no se aceptó rápido ni de buen agrado en Jimena.
Hablar aquí de todos los adelantos que conocimos, seria imposible por lo que me limito a los que considero más significativos respecto a nuestra vida del pueblo.

La llegada del supositorio a Jimena, dio lugar a numerosas anécdotas todas graciosas, pero recuerdo una cosa totalmente cierta y es que la primera mujer que tuvo aquello en sus manos, intentó ponérselo al niño con el papel de aluminio y todo, pero al resultarle imposible por los gritos del crio, volvió al médico y éste le instruyó sobre el procedimiento correcto de quitar primero el papel de aluminio. La abuela de mi primo, estaba con algo en la boca chupa que te chupa y le dice la hija…¿ mamá..que tienes en la boca…? Y la pobre contesta un caramelo que había encima de la cómoda y la hija dice….!mamá por Dios…! Eso era el supositorio del niño que no había forma de podérselo meter y lo dejé ahí. Si queridos, todas estas cosas han tenido que suceder para llegar a donde nos encontramos.

Me acuerdo también que Señá Catalina que era muy mayor cuando nos llegaron las primeras “ollas exprés” no consintió en su vida de comer el puchero que se hacía con la moderna olla, porque pensaba que aquello era malo para el cuerpo y la salud y ni se acercaba a la cocina, ya que decía que cualquier día terminaría por explotar y mataría a todos.

La televisión fue otra cosa, que en Jimena al igual que en todas partes, nos trastocó la vida cotidiana y yo recuerdo las preciosas vistas del pueblo desde lo alto del castillo cuando no existía la televisión y también contemplo las vistas cada vez que subo ahora al recinto amurallado y entre ambas hay un abismo por causa de tantas antenas. La televisión marcó mucho las diferencias de los que vivian holgadamente y de los que no tenían ni para comer ya que al principio un aparato de televisión en blanco y negro era muy caro y esto fue lo que nos hizo aprender a comprar a crédito y que gracias a Crédito Castilla pudimos tener todos una en casa que se pagó poco a poco por letras.

En la puerta del “Bar Moracha”, esta sentado en una silla de palo el suegro de Manolo (el propietario del bar) Señó Roque, que era un hombre de unos 90 años, muy curtido por el trabajo del monte, de pequeña estatura, muy arreglado, con un sombrero en la cabeza y allí permanecía aquel hombre aparentemente ajeno a lo que estaba sucediendo dentro del bar y es que en aquella televisión tan desastrosa y con tantas rayas por medio,se retransmitía la llegada del hombre a la Luna y a mi me dio un poco de pena de aquel señor y salí a la puerta y le dije Señó Roque pase Vd. y vea esto que es muy importante porque por fin el hombre ha llegado a La luna y me quedé perplejo cuando me contestó….! Curro, no seas tan inocente, a la luna no llega nadie! Y continuó diciéndome….Todo eso es mentira pues yo que he vivido mucho te digo que ahí no se puede subir porque es redonda, se resbalan y se caen y…además se queman porque allí hay fuego siempre. Entonces fue cuando comprendí los abismos existentes entre las generaciones y esa resistencia por parte de todos nosotros( los de aquella época) a incorporarnos a la modernidad de los tiempos y eso es lo que nos hace en informática no salir del “ Word” ni del “ Google”.

Como otras tantas veces, sólo he querido dar unas pinceladas a mis recuerdos de mi vida en Jimena, dedicado también como siempre a aquellos que desean tener cercano el recuerdo de cómo vivieron los suyos en otro tiempo y para los que en sus comentarios dicen que todo son chorradas, nada mas darles el lema de mi blog….Reflexionar…es de todo aquel que desea reflexionar.

1 comentario:

Unknown dijo...

preciso,me trasportado a mi infancia en jimena y a los recuerdos que tengo de allí saludos, paki.