Amaneció un día expléndido, de esos que sin recordár porqué, pero de los que no había clases, y estaba desayunándome mi rebanada de pan tostado con las sobras( mi padre decía “residuos”)de la pringada de la noche anterior, cuando una señora que pasaba por la calle, dice…. ¡ en la puerta de Frasquito Segovia hay un caballo que se ha caido desde lo alto del Matarrocín y no se puede levantar ¡.
Tardé dos minutos en comerme aquello y beberme el café a buches como pude y salí corriendo y en un minuto estaba yo delante de aquel caballo tordo tan precioso con aquella culata tan redonda terminada en una larga cola de cerdas transparentes.
Ante tanta multitud de personas alrededor, el pobre animal nos miraba con tristeza y como sorprendido, intentaba inútilmente de incorporarse pero le resultaba imposible ya que en su espina dorsal, visiblemente se observaba un desnivel que presagiaba una rotura de columna como así confirmo unas horas después el propio veterinario que se desplazó hasta allí para reconocerle.
Para explicar un poco lo que era el Matarrocín os diré que era el callejón de comunicación entre la calle Yustos y la calle La loba, que al ser tan elevado el desnivel y empedrado de piedra y lozas, presentaba una pendiente bastante peligrosa y seguramente a esto obedecía el nombre de “matarrocin”. Quiero recordar que allí vivía con su mujer y sus hijos el primo de Jacinta Boza la de la tienda y que ahora conoceis todos en el pueblo pues Angeles y Jacinto tienen cada uno un bar en lo que antes era de los Cuenca( creo que eran varios hermanos Manolo, Pepín, José Luis, Jacinto y Ängeles).
Frente a esta familia del Matarrocín, había un “caserón” todo caido y una parcela en la que Márquez el contrabandista dejaba por las noches aquel precioso caballo sin percatarse de que la pared que daba la calle Yustos no estaba alambrada por lo que aparecia completamente cortada y con una altura bastante considerable con precipicio a una calle completamente empedrada de “rebolluos”.
Probablemente el bonito animal, estaba soñando con sus proezas y correrias delante de los guardias y comenzó un desenfrenado retozar y pisando una piedra del borde, que se desprendió, cayó al vacio para tristemente no levantarse jamás.
Aquello fue un triste acontecimiento que casi todo el pueblo pudo presenciar con pena de ver aquel animal sufriendo sin remisión, hasta que aparecieron mi hermano José y Manolo Heredia con nuestro burro negro(llamado Mariano) con los tiros de nuestro molino de curtido colocado y terminados en unos ganchos. Manolo que era curtidor en la teneria que mi padre tenía en la calle Quirós y además hábil carnicero, por orden del veterinario acabó con el sufrimiento del bello solípedo, alli mismo en la puerta del nombrado Frasquito Segovia y, enganchado al burro fue arrastrado desde Yustos, pasando por Sevilla, Calzada, Quirós hasta “Las Roaeras”, donde fue desollado y aunque parezca sorprendente acudió medio pueblo a recoger carne, pues el caballo estaba gordísimo y sano. En esos días mucha gente comió carne de caballo por primera vez en su vida y aunque mi madre no quiso que se trajese a mi casa yo fui a lo de Manolo Heredia y la probé frita con tomate que la habia guisado mi prima Isabel.
Hubo un chavalín que fue corriendo a su casa y le dijo a la madre….. mamá….¿ te traigo el corazón … que es como la cabeza de un gorrino…..? y la madre le persuadió de aquella barbaridad.
Estas son las cosas de los pueblos que suceden y el tiempo las borra y que como siempre suelo decir, es necesario recordarlas y escribirlas para constancia de los que vienen detrás.
Seguramente muchos años antes de este suceso debió ocurrir algo parecido con algún otro “rocín” por aquello del nombre Mata—Rocín con el que siempre conocí este callejón.
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