domingo, agosto 26, 2007

FANTASMAS Y SUPERTICIONES EN MI INFANCIA

Entre los niños de mi edad, había unos cuantos siempre predispuestos a contar con mucho misterio la existencia de fantasmas e historias de almas atormentadas que vagaban por el pueblo, así que recuerdo una vez que estabamos en el “Llanito” todos formando un corro bastante apretujados y muy atentamente con frio y miedo escuchábamos lo que estos aventajados del misterio de ultratumba nos contaban……

Decía muy pausado en su relato Perico Rata ( Pedro Cano Ramos)….En la calle Yustos todas las noches sale un fantasma que arrastra cadenas y hace un ruido muy raro y nadie se atreve a abrir las puertas por miedo a que se los lleve y los conviertan en seres de ultratumba. Yo estaba tan “embobao” que no me percaté de la decisión tomada de ir a cenar y después juntarnos todos en las cuatro esquinas para subir a la calle Yustos y ver de cerca los valientes, aquellos poderosos fantasmones. Cuando cené salí a la puerta y allí estaban todos decididos a completar la aventura, por lo que me incorporé con los más arrojados, que fuimos cuatro ó cinco, ya que los demás se rajaron por miedo casi todos o por temor a las represalias de sus padres.

Nos fuimos por “El Barranco Melgar” y nos metimos por el caño de “Los Moriches” que accedía a la calle Yustos y en la salida permanecimos agazapados durante un buen rato y a la altura de la casa de Mariana la Collá, apareció de pronto un fantasma que como no eramos tontos nos dimos perfectamente cuenta de que era una persona con una sábana por encima que decía guru…guruuuu, guruuu. Pero algunos se asustaron y nos contagiaron el susto por lo que nos queriamos meter todos de una vez en el caño y nos hicimos pequeñas heridas y roturas de ropa. Como es natural a los que estaban esperando se lo contamos todo deformado y lleno de misterio y mentirolas.

Una noche, estábamos jugando en “La Hermita”( Frente a Manuel Vargas) y a uno se le ocurrió la idea de que fuésemos al Risco para ver de cerca de “Mariquita la Zulá” y como se decía ..cobarde.. el que no venga…, pues nos armamos de valor y subímos por las lajas dando tropezones y nos postamos detrás de unas piedras desde donde se vehía perfectamente “El Llano de la Pipeta” y esperamos durante un tiempo con mucho miedo dentro del cuerpo a que apareciese nuestra “Mariquita La Zula” que según decían antes de morir habita tenido una cruel existencia y se aparecia en el Risco con un velo transparente negro que le cogia todo el cuerpo y en la cabeza llevaba un especie de “escupidera” blanca con velas encendidas. Aquella noche no aparecía y al oirse un ruido extraño, salimos todos corriendo muertos de miedo y cada uno contaba lo que le parecía después al día siguiente.

Perico…una noche de verano que estábamos descansando en los escalones de las cuatro esquinas, nos explicó que eran muy bonitos los “Fuegos Fátuos” del cementerio y que había que ir en una noche oscura para verlos , así que primero fuimos al Barranco la Silla donde el sabía que había un gato muerto podrido desde hacía tiempo y efectivamente aquella noche la piel y huesos del pobre gato estaban iluminados por una extraña fluorescencia y continuo diciendo…. Esto no es nada comparado con los fuegos fátuos del cementerio por lo que con bastante recelo cogimos por calle El Sol, Callejón de Pedro Dionisio, Arco del Reloj, Aljibes y nos agarramos todos a la cancela de hierro del cementerio, temblando como monos, pero no se vio nada extraño y todos salimos corriendo sin parar hasta las cuatro esquinas para contar nuestra odisea a los más cobarditas.

Lo referente al “tio de la Sangre” se le daba a Periquillo muy bien el contarlo y lo hacía desde distintas versiones pues unas veces eran unos hombres con “babis” blancos y maletas donde llevaban los tarros llenos de sangre de los niños que mataban y otras iban disfrazados de monjas. Podeis imaginaros cuando íbamos por aquellos canchos como mirábamos con recelo por todas partes y una vez vimos a dos monjas que venian andando para el pueblo y empezaron a llamarnos para preguntarnos algo y por poco estoy corriendo todavía y después las pobrecitas estaban pidiendo casa por casa en el pueblo, que las vimos más tarde.

Como veis nuestra infancia fue muy feliz, gozando de una plena libertad, porque no había coches ni otros peligros que hoy acechan a la niñez y juventud, lo que hacía también que nuestros padres se despreocupasen de nosotros que nos enriqueciamos de nuestras propias experiencias.

1 comentario:

Belén Jiménez dijo...

Hola papá,

con este relato me he echado unas risitas imaginando las "proezas".

Un besito,