domingo, agosto 26, 2007

LA CALLE SANTA ANA HACE 50 AÑOS - I PARTE

Nací un doce de Septiembre de 1946,en la calle Santa Ana nº 11 de JIMENA DE LA FRONTERA y esta calle con todo lo que representa, me ha marcado profundamente en mi forma de ser, tanto que a veces cuando paso por ella, no puedo evitar que las lágrimas broten de mis ojos y que se me haga un fuerte nudo en la garganta.

Mis primeros conocimientos del mundo exterior son grandiosos y los recuerdos aparecen como algo indescriptible, pero considero necesario explicarlos, porque siento como si tuviesen relación con nuestra propia existencia en el Universo y quizás al leerlo cualquier otra persona pueda establecer alguna comparativa de causalidad y sacarse algo positivo de ello.

Afloré a la vida cognitiva a través de imágenes maravillosas de paisajes , siendo yo parte integrante ,de los mismos como un trozo más de la naturaleza viva que tenia que abandonar y que todo mi ser se resistía a hacerlo. La primera imagen grabada dentro de mi es mi primo Sebastián Casita y mi hermano Sebastián corriendo delante de mi por un paisaje maravilloso de hierbas para acabar a cuestas de mi primo(porque yo apenas andaba) y de pronto nos vemos en el Arroyo Garci Bravo con aguas cristalinas, enormes juncos bordeando las orillas y yo disfrutando como participe de aquella escenificación de la propia naturaleza a la que yo pertenecía.

Otra imagen que recuerdo es sentadito en una mesa y delante de mí aparece el tablero del juego de la Oca al que me integro rápidamente disfrutando de los paisajes tan bonitos que allí veía….aquellas aguas azules, bordeadas de hierbas, las majestuosa ocas y aquella casita en el centro…..
En realidad no se si se me está comprendiendo, pero lo que quiero decir es que pueda que exista algún tipo de relación entre las primeras imágenes que recordamos de nuestra existencia y la naturaleza de la que venimos.
Dicho todo esto, el primer recuerdo real con el que cuento es el verme sentado en el escalón de mi casa con unos cuatro años y al pasar mis hermanas Isabel y Juana,se agacharon delante de mi y me enseñaron lo que había dentro del brasero de cobre que por sus dos asas portaban y entre las basuras había un rebujón de pasto y dentro unos ratoncitos colorados pequeñísimos que yo quería para mí y que sin remisión acabaron en el Barranco Fajardo.
“LA CALLE SANTANA”

Estuve poco tiempo viviendo en la Calle Santa Ana pero parte de mi primera infancia estuvo vinculada a ésta y eso hizo que conociese a todas las familias que vivían desde un extremo de la calle al otro.
Cuesta trabajo escribir sobre una realidad inexistente ya, pero creo que puede darnos una idea de aquella JIMENA que me tocó vivir con tanta intensidad.
Las casas aparentemente no han sufrido muchas modificaciones, pero lo que es la calle estaba empedrada con piedras que brillaban por el desgaste del paso de los animales herrados, el desnivel de las casas de una acera con respecto a la otra era tan acusado que para salvar este desnivel estaba todo empedrado de arriba a bajo en forma de bancales de mayor a menor y de todas formas las casas tenían escalones para poder entrar. Nadie podía evitar que creciesen las hierbas en la calle lo que para mí tenia un aspecto muy bonito por lo natural y el olor …. Ese olor que conforme andabas, te hacia pensar en el puchero que lentamente se cocía con sus garbanzos en el fuego, en el potaje de chicharitos, el arroz con carne y esos refritos preparados con aquellos tomates, pimientos, ajos y cebollas …que desprendían un aroma que no se puede olvidar y que los refritos de hoy en día no tienen o quizás me lo parece a mí pues por entonces todos los días comíamos el puchero en mi casa y quizás eso nos hacía desear lo demás.

La calle tenía bastante tránsito de animales como cerdos, pavos, gallinas y sobre todo los vendedores con sus burros cargados de frutas, el pescadero, panaderos, caleros y esos “afilaores” con su música que se dejaba oir por todo el pueblo, amén de los que vivían allí y dependian del campo con los animales algunos dentro de las casas.
Cerca de mi casa estaba la Zapateria de Fajardo donde una cuadrilla de catorce o quince zapateros formaban parte de un taller en el que se confeccionaban todo tipo de calzados para el campo( Botillos, borceguíes, sandalias) y para el pueblo ( botas, sandalias finas y zapatos de vestir), amén de otros artículos de piel como “precisos”, muñequeras, correas para la cintura, leguis, polainas, mosqueros y hasta alforjas de cuero para las monturas. Esta zapatería era entonces una de las mas importantes del pueblo, pues existían algunas más de cierta importancia.
Hablar de la calle Santa Ana es hacerlo como si se tratase de una gran familia y el andar por ella era como si estuviese uno dentro de su propia casa ya que todas las caras eran familiares y te hablaban llenos de ternura y amor fraternal.

En este relato de mi calle, me he propuesto no tener prisa, pues quiero describir dentro de mis posibilidades memorísticas casi todas las familias que recuerdo como parte integrante de aquella calle-familia, pidiendo disculpas de antemano ya que yo conocia perfectamente a las personas que en muchos casos se les nombraba por apodos, causa que hacia el que desconociésemos los apellidos y hasta los nombres a veces.

Cerremos los ojos y pensemos en aquella calle “Santana” de hace unos 52 años, como si viniésemos del Paseo Cristina y de pronto aparece nuestra calle toda de piedras “rebolluas” y a cada lado de las casas un largo “marchapié” de lozas grandes y cuadradas que permitian el acceso a las casas. Antes de entrar en la propia calle había una pendiente empedrada también y que conducía a la calle Quirós. Desde esta entrada se divisaba perfectamente primero y muy cerca una especie de barranco llenito de cardos borriqueros y biznagos terminados en flores blancas y si levantabas la vista divisabas aquel “Llanito” donde tanto jugamos a la pelota los niños y donde tantas veces se efectuaban por las tardes entrenamientos de tiro al plato con aquella máquina manual y rústica a la que colocaban los platos y le hacian girar los brazos hasta oirse el “clic” y ese montón de niños todos apretujados con las bocas abiertas, viendo como Paco Boza apostado entre los tiradores esperaba la voz del tirador que decía….Preparado….. contestando Paco Boza…. ¡listo! Y a continuación pedía el tirador ¡Plato…! Y de un fuerte tirón salían los platos volando para unas veces ser destrozados con maestría y otras se iban para la “roaera” seguidos de nuestras miradas atentas ya que después los buscábamos pues algunos no se rompían. Parece que estoy viendo a Paco Pérez, Salvador Corbacho, Cayetano Lobillo, Justo Garzón, Juan Sánchez, Ricardo Gómez, Manuel Vargas, D. Juan Marina y muchos más que eran aficionados a este deporte y que “ El Llanito” era para ellos tan importante como para nosotros.
Como suele pasar contemplando el paisaje que se divisaba no he podido dejar de contar esto del futbol y del tiro al plato. Pues bién en la primera casa de la acera de la derecha vivía con su familia Señó Alfonsito el del Chorrito, un hombre muy viejecito que despachaba el agua en el chorrito del Paseo Cristina ( de ahí su nombre) y cuando falleció, se marcharon de allí y la casa la ocuparon una señora mayor con dos hijas y que se les apodaban “Las Vaqueras”, una de éstas casó con Juan Plata y la otra creo que con Rafael de Casas. La siguiente era una casa cerrada pues pertenecía a una familia de estas que vivían en el campo y venían para las ferías y fiestas nada más por lo que daba tiempoa crecer la hierba y tenía en la puerta hasta alberrazas. A continuación con cuatro lozas brillantes grandes en la puerta estaba la casa de Antonio Martín ( Tramilla) que era una familia trabajadora pero bien acomodada porque tenían varios cortijos. La hija mayor Dolores Martin Moya se casó con Bartolo Gutierrez y Juani con Lorenzo Gutiérrez( dos hermanas con dos hermanos) y después estaban Antonio y Pepe( con este último tuve mucha amistad ya que al ser de mi edad jugábamos juntos con Miguel Peláez en aquellos “canchos”). La casa siguiente estaba mucho más baja en un desnivel salvado por unos escalones de lozas contrastando mucho con la puerta anterior ya que esta era de pedazos de tablas despintadas sin sajuán de entrada ni nada con el suelo de ladrillos todos hundidos y vivía una familia extraordinaria muy mayor que vendían tomates, pimientos, rábanos, cebollas y demás verduras allí en la casa y por la calle la venta la hacía el hijo mayor que se llamaba Antonio y que el pobre no estaba bien de la cabeza por lo que los chiquillos nos metiamos mucho con él pues lo llamábamos “ Diego” y siempre contestaba con enfado soy ¡Antonio…! y para colmo contábamos hasta diez diciendo..un..go…dos..go…tres..go y al llegar a diez fuerte …DIE…GO y corría detrás de nosotros y tampoco aceptaba que se le diese mas dinero de lo que el padre había estipulado por las verduras.Unos pasos más y estamos en la puerta de Márquez y Salvadora, este hombre me parece que era contrabandista y tenían dos hijas y un hijo que se llama Salvador que estaba de aprendiz a zapatero con Fajardo y eran primos hermanos de los Segóvias de la Huerta La hija mayor me dio una vez un guantazo en una procesión de Semana Santa pues creia que yo la habia pellizcado y la obligué a pedir perdón porque yo no había sido y ella lo comprendió perfectamente aunque éramos pequeños. Dos o tres pasos más y nos encontramos ante la puerta de Ana Martín, que era una señora muy mayor viuda que vivía sola de su trabajo, pues tenía una máquina de aparar giratoria ( cosia cortes de zapatos, sandalias, tordos, lonas y cosas duras) pues su marido había sido zapatero y la pobre tuvo que continuar trabajando siempre a pesar de que tenía una enfermedad en la piel, fue siempre muy respetada y admirada en la calle, yo la conocí de niño bastante porque los trabajos difíciles de aparados se los llevábamos nosotros y se lo pagábamos, en estos menesteres era una verdadera artista presentado los trabajos de cosido pero aquella mujer tuvo que pasar mucho con su soledad y escasez de recursos ya que en vida del marido había estado muy bien.

Hagamos una pequeña pausa porque a continuación había un caño grande en la parte baja de la pared que cuando llovia absorbía el agua y la pasaría a la calle Quirós seguramente y justo aquí estaba la Carpintería de Felalo el del lápiz(siempre el lápiz en la oreja), también quiero que me perdonen sus hijos José y María a los que aprecio bastante pero es que no sé cuales son sus apellidos, buena gente también donde los huibiese, trabajadores como ellos solos y formales, pues mi padre era cliente de este Sr. Y yo de pequeñito le pedia taquitos de madera para hacerme los caballitos poniéndole dos orejitas de material y un rabito ( eran mis juguetes preferidos…..que tiempos aquellos…). Era yo pequeñísimo y no se porqué siempre estaba metido en casa de Señó Manuel de las Hesillas y su mujer que les gustaba jugar conmigo y mis hermanos y que era la siguiente casa, sólo recuerdo que eran también mayores y siempre sentados en la mesa c amilla de la entrada de la casa.Después al fallecer estos, la casa fue ocupada por Frasquito Muñoz el de la luz y que su hijo Manolo fue electricista del pueblo como el padre, se casó con la hija de Bañón Arébola y después se colocó en Acerinox y que aún vive, conociendo a su hija que es maestra y a su yerno Pepe Mota ( buenas personas de verdad). La siguiente casa era la de Frasquito Pérez y su esposa Isabel Cano con su hijo “Canito”, muchas veces que Isabel Cano me llevaba a su casa porque había trabajado en casa de mis padres durante muchos años y había ayudado a criarme y por eso la queriamos todos nosotros muchísimo, su marido trabajaba en el campo y era una excelente persona, en aquella casa, Isabel tenia un pequeño taller de costura con lo que se ayudaba a seguir adelante. Su hijo Canito con pocos años ya estaba en la zapatería de mi padre aprendiendo a zapatero y allí estuvo hasta que se fue a la mili y después se hizo guardia civil, ahora vive en Algeciras ya jubilado y cada vez que le veo me da una gran alegría porque llegó a ser uno más de nosotros en nuestra casa y su presencia me recuerda a mis padres porque siempre tuvo este Canito grandes ocurrencias sobre todo con Andrés Sánchez Piñé ( El Larguito ).Unos pasos más y estamos en una enorme casa toda reformada con un patio grandísimo en la entrada repleto de grandes macetones con “helechos” y “trompetones”.Esta casa era propiedad de los Sánchez del Carrizo y la tenían para uno de ellos que la habitaba esporádicamente y se le llamaba por la “Casa Grande de los Sánchez”. Contrastaba mucho la siguiente casa ocupada por un matrimonio algo mayor con una hija y allí había una pequeña tienda de alimentación que este matrimonio llevaba con esfuerzos porque la hija me parece que se llamaba Lucrecia y la chica no era normal, pero sus padres siempre estaban pendientes de ella, pero un buen DIA vendieron la casa y se marcharon de Jimena por lo que la casa la compraron y continuaron con la tienda los padres de Juan Gómez el cartero y allí fue donde se crio Juanito bastante amigo mio ( Heredero del secreto de hacer la “liria” para cazar pues lo enseñó Francisco Fajardo Gómez).La siguiente vivienda tenía un escalón de piedra muy estrecho y alto para evitar la entrada del agua de lluvía que daba paso a un salón cuadrado con una mesa camilla(sin paño) en el centro y la típica cómoda con el mármol encima, en sentido descendente estaban las demás habitaciones y la cocina al fondo del todo, con una puerta al lado que conducía a una cuadra y posteriormente a un enorme patio con puerta de salida a otra calle( junto a la casa de los “melojas”). Con los ojos cerrados podría describirla detalle a detalle y aún percibo el olor característico de esta casa a pimientos, tomates, membrillos, cebollas, habichuelas verdes, naranjas etc. etc. porque allí vivian mis tio José Hormigo y mi tía Isabel (hermana de mi madre) que tenían arrendada a los Castillas la Huerta del Arrayán y con el burro traían todas la semana la carga que en el saloncito de entrada mi tía y mis primas (Pepa e Isabel) vendían a la clientela de siempre. La mercancía aparecía colocada en unas grandes espuertas de empleita de palma y los melones y sandías perfectamente colocados en el suelo, sobre la mesa la pequeña romanita que se enganchaba en una cuerda triple con un platillo de metal. Es fácil recordar esto porque yo era muy pequeño y siempre estaba allí hasta que mi tía me daba la “zamboa”, el membrillo ó la granada mollar que tan buenas estaban y el olorcito que desprendían, fueron muchas veces las que me llevaron al campo cuando no tenía colegio y permanecía en El Arrayán hasta diez y doce días, cazando pajaritos y jugando con mi tío que me quería bastante.

1 comentario:

Belén Jiménez dijo...

Cuando vaya a Torreguadiaro me gustaría que me dibujaras la calle y un pequeño esquema de la situación de las puertas de las personas y familias que vas narrando en tu escrito. Se me ha ocurrido que podríamos incluirlo en el blog para seguir el texto que has escrito (me ha gustado mucho).

Y me han entrado muchas ganas de ir a Jimena a hacer unas fotillos de todos los sitios de los que hablas... Así que tendremos que hacer una "rutilla" por Jimena (como dice Arturo) cuando estemos por ahí.

Un besito papá y otro para mamá.