Es cierto que las Navidades son unas fiestas que donde mejor se pasan , es en nuestra casa, rodeados de todos los nuestros junto a una buena chimenea con los borrachones, polvorones y tortas, rematado con unos mojinitos de esos tan buenos que nos ponían en los bares de mi pueblo.
Pero yo por suerte he vivido durante cuatro años seguidos, parte de los días de Navidad desde el 3 al 7 de Enero de una forma muy especial en Sierra Nevada, concretamente en un apartamento en la Plaza de Prado Llano y aunque esto resulta bastante caro, si haces algo parecido como en las vacaciones de verano que consiste en ponerse de acuerdo varios familiares y se alquila el apartamento entre ellos, aunque a la hora de dormir estés un poco más incómodo, merece la pena porque se pasa bastante bien ya que el medio donde estás es totalmente distinto al habitual en que vivimos normalmente.
El viaje lo haciamos junto con mis hijas, yernos, nieto y sus amigos en unos cuatro o cinco coches y en la subida a Sierra Nevada nos parábamos siempre a almorzar en el Restaurante Don José, que tiene un gran comedor con una buena chimenea donde te olvidas por completo del frio, sobre todo cuando se pide el famoso Plato Alpujarreño que como sabeis está compuesto por huevos fritos, carne asada, patatas a lo pobre, chorizo y morcilla, todo, para los que no conducíamos, regado con un buen vinillo de la zona de Monachil.
Una vez instalados cada familia en su apartamento ya todo eran visitas de unas casas a las otras y gastándonos bromas por aquellos largos pasillos, donde hace mucho calor por la concentración de la calefacción y sobre las nueve preparábamos la cena del primer día que se hacía partiendo grandes manojos de espárragos amargueros y se preparaban revueltos con huevo, además de otros aperitivos de quesos y chacinas para más tarde terminar con los frutos secos, los orujitos y el Rom del Capitán Morgan que nunca faltaba.
Por la mañana tempranito, aparecía el Jinete Negro, que se encargaba de traer las naranjas del Tesorillo, el pan calentito para las tostadas con manteca colorá y blanca, impregnadas de su correspondiente “zurrapilla” y una vez puestos de acuerdo y adquiridos sus “forfaits” se marchaban para los remontes cargados con sus esquies y tablas de “esnowar, mientras que los veteranos nos quedábamos con el nieto paseándolo en la plaza con el trineo rojo y haciéndole fotos por aquellas preciosas zonas todas blanquísimas.
La Estación de Sierra Nevada es digna de verla en estas fechas de Navidad cuando hay bastante Nieve y está adornada con el alumbrado Navideño porque además los comercios tienen un colorido especial y los hoteles, bares y restaurantes están siempre a rebozar con una gente que no se acuerda de problemas porque van allí a olvidarse de todo y a divertirse.
Si estás bien equipado de ropa y calzado, no se siente apenas frio en la calle porque en las casas se suele estar en mangas de camisa debido a la calefacción.
Tiene su aliciente el subir a Borreguiles y contemplar la maravilla de la naturaleza en aquellas terrazas sentado tomándote una cerveza y observando la destreza de los esquiadores por aquellas pistas como la de La Perdiz o para los menos expertos la de La Fuente del Mirlo o la de la Hoya de la Mora.
Cuando bajaban los nuestros de esquiar, los esperábamos sentados en la Terraza del Tía María donde algunos días nos tomábamos nuestras cervecillas con alguna que otra ración y nos reiamos muchísimo con las cosas que contaban nuestro super-campeón del golf Juan Quirós, Pepe Gil, Paco Gil, mi yerno Carly y también Fran Trillo(que vino alguna que otra vez).
Después sobre las cinco de la tarde solíamos almorzar y esta gente después de tanto esquiar eran capaces algunos de comerse hasta las piedras y como anécdota recuerdo que un monitor de esquí llamado Paco Ávila( excelente persona) se comió dos platos de lentejas, un huevo frito con patatas y se quedó tan tranquilo. También se pasaba muy bien porque Juan Quirós conoce a mucha gente y tiene amigos por todas partes y se relacionaba con Angel, Chencho y Maroto que tiene las tiendas del Oso Blanco en Pradollano y esto permitia que se relacionasen con más gente que por cierto eran divertidos.
Algunas noches íbamos a cenar al Restaurante del Myda y también fuimos varias veces al Restaurante-Pizzería del “Tito Luigi” donde nos trataban con mucha amabilidad porque también el matrimonio eran amigos de Juan Quirós y de Paqui.
Cuando llegaba el día 5, la plaza de Prado Llano se ponía preciosa ya que en el centro colocaban un gran entarimado para Los Reyes Magos y por megafonia se oían los villancicos. Por la mañana todo el mundo iba a un despacho del Ayuntamiento y entregábamos todos los regalos de los niños con los nombres puestos y con un camión los colocaban en el entarimado.
Después la Plaza se llenaba a tope de personas con los niños y se dejaba un pasillo por el centro desde la Estación de Esquí y a lo lejos en la montaña se veia bajar el cortejo completo de los Reyes y Pajes esquiando con antorchas encendidas hasta que llegaban a la multitud y entre fuegos artifíciales iban repartiendo y tirando caramelos a los niños que se quedaban extasiados ya que los Reyes hasta los cogían en brazos porque iban andando. En el tablao estaban los tres tronos donde se sentaban e iban llamando por sus nombre a los niños y les entregaban los regalos.Cuando vives una cosa de estas con tus hijos o tus nietos, eso no se olvida jamás y lo cuento porque puede que algún grupo de amigos se anime algún día y pueda vivir la experiencia ya que el escenario lo merece y la disposición de cada uno claro está.
Terminado el reparto de juguetes, nos íbamos todos a cenar a uno de los apartamentos donde previamente se había dejado todo preparado y después al que le tocaba, se disfrazaba del “Amigo Invisible” y repartía los regalos que por sorteo nos había tocado de comprar a cada uno y se partía después la tarta por el cumpleaños de mi hija Belén (nació el DIA de Reyes) y algún que otro Roscón de Reyes que allí los hacen estupendos acompañado del Cava y el Capitán Morgan que no podía faltar.
Ya el DIA 6, había que recogerlo todo y llevarlo a los coches e iniciar el descenso de la Nieve y en Benalmádena concretamente en el restaurante “El Higuerón” comíamos y regresábamos a Torreguadiaro.
He querido dejar constancia en mis reflexiones de estas Navidades Blancas que tantos recuerdos agradables me traen y que quizás algún día pueda repetir, claro está sin los orujitos ni El Capitán Morgan.
Un abrazo.
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