viernes, diciembre 21, 2007

REFLEXION PRENAVIDEÑA

Hoy ya estamos a 21 de Diciembre y como se suele decir, si cierras la puerta de golpe, aparece la Navidad, pero aún nos quedaremos con la tranquilidad y el desasosiego que da esta tarde gris y lluviosa.

A través de los cristales de mi ventana, observo como las gotas de agua golpean sobre las calabazas verdes del gran arriate y resbalan sobre su superficie redonda para ser tragadas por la voraz tierra sedienta . El perchi de la barba que encoge y estira su debil cuerpecillo mojado, lanza unos trinos especiales y termina revoloteando de alegria detrás de un mosquito incauto que se atrevió a pasar por su lado. En el otro extremo del arriate, el mirlo negro de pico amarillo, escarba la tierra empapada y saca una enorme lombriz con su pico que engulle lentamente como si el tiempo no transcurriese para él.

En el interior del pequeño apartamento, el ambiente es gélido y tierno, muy propicio de estas fechas prenavideñas porque mi nieto Carlos está aquí desde esta mañana que regresó de recoger sus estupendas notas y sentado en el sofá no parpadea ni un solo instante mirando como el famoso capitán de Los Piratas del Caribe muestra sus habilidades de esgrima con su espada
y salta entre las velas y palos de las naves burlando a toda la soldadesca.

Yeya, mi mujer, se encuentra en la estrechita cocina, atareada con la firme decisión de hacer las tortas navideñas y ya tenemos el olor característico de la Navidad dentro de casa, esa mezcla de aceite y miel impregna nuestra pituitaria y termina incrustándose en el disco duro de nuestro cerebro para que no podamos olvidarlo jamás en la vida y es aquí donde sin querer me traslado a mi Jimena de mi alma y esa mezcla de harina, aceite y miel que dije antes me transforma y me lleva a un pueblo lleno de incomodidades, donde el agua para fregar los cacharros pringosos de la miel era escasa y el dinero para comprar la materia prima muy corto, pero con todas aquellas cosas no las cambio por nada del mundo ya que la ternura que se respiraba allí….. y aquellas vecinas entrando y saliendo una vez y otra para comprobar los resultados de la elaboración ¡ aquello era fantástico! Y después aparecía el olorcito a café recienhecho……que no es pòsible de olvidar jamás.

Las tortas y los borrachones, se colocaban en unos grandes lebrillos de barro que se tapaban con un paño blanco y del que poco a poco se iban sacando platos para los vecinos y demás familia y como no, para mi suponia el ir y venir constantemente al lebrillo, de donde salía con mis dos tortas una en cada mano y chorreando miel por el suelo rojo de ladrillos con la consiguiente regañina de mi madre.

Ha anochecido, sigue lloviendo con intensidad moderada, Yeya ha terminado de hacer las tortas ,que por cierto están exquisitas y Carlos sigue con sus ruidosos piratas y yo para demostrar que vivimos otros tiempos más modernos, me he hecho cargo de la cocina y en un “periquete”, he enjuagado los cacharros y los he metido en el lavavajillas para que cumpla su cometido que para eso fue diseñado.

Mañana será otro día y quiero recordaros que muy especial porque los niños de San Ildefonso se encargarán de decirnos que realmente estamos en Navidad y seguro que muchos serán los que se duerman pensando en que la suerte les depare un “pellizquillo” y de verdad que a todos les deseo que los sueños se cumplan pero que si no es este año…..lo será al siguiente porque como dicen la Esperanza es lo último que se pierde.

Un abrazo. Currini.

1 comentario:

EMI dijo...

Una delas postales Navideñas más bonitas que he visto este Año. He podido percibir el olor de las tortas saliendo por los altavoces de mi ordenador. Tambien me he bañado en la sensación de Paz que trasmite tu escrito, y lo has completado perfectamente con ese paso a tu infancia. Sería bueno, que el futuro de las postales Navideñas sea éste tan personal (mejor que las postales prefabricadas que todos usamos hoy en día)
Besitos,
Emi