Aunque muchos niños acuden disfrazados a la plaza de abastos, la tradición de miles de algecireños de comprar en familia frutos secos en los puestos se impone
E. Correa / Algeciras | Actualizado 01.11.2011 - 09:19
Castañas, almendras, higos, nueces, avellanas, caramelos y buñuelos llenaron las bolsas de los miles de algecireños que acudieron fieles a la cita con Tosantos. El mercado Ingeniero Torroja se llenó de puestos y la gente respondió como la fiesta se merece.
Con el cambio de hora, a las siete de la tarde empezó el peregrinaje al pulmón comercial de la ciudad y el mal tiempo no estropeó la jornada. Los algecireños lo único que no tuvieron claro ayer fue si era mejor seguir el sentido de las agujas del reloj o el contrario para recorrer los 85 puestos.
Anoche la tradición le echó un pulso a Halloween y Tosantos resultó vencedora. No obstante, ambas fiestas van de la mano y cientos de niños acudieron disfrazados y con calabazas a la cita.
La rivalidad surgió hace años cuando Halloween inundó las pantallas de televisión y el mundo globalizado hizo el resto. Sin embargo, en Algeciras la gente sigue llamando a la fiesta por su nombre, Tosantos, pese a que los niños aprietan con fuerza llevándose el vocabulario y la vestimenta a su terreno. ¿Truco o trato?
El olor a castañas hizo de reclamo al igual que los frutos secos y las golosinas pero también la fruta del tiempo como clementinas, chirimoyas y granadas y cómo no, las cañas de azúcar. En todos los puestos había cola y los tenderos confesaban que era el mejor día de ventas del año. Los clientes tenían clara una máxima, en Tosantos no se puede abandonar el mercado sin una buena bolsa de víveres. El binomio resultó perfecto y la cercanía de las fiestas navideñas hizo el resto.
De los puestos hubo uno de pequeñas proporciones que obtuvo mucho éxito si se tiene en cuenta la gente que hacía cola. Vendían pan y pasteles artesanos que poca gente pasó por alto. Muchos no lo dudaron y se llevaron una empanadilla de calabaza, una magdalena o un pastel de almendras o avellanas a la boca. Todo muy elaborado y nunca mejor dicho, delicatessen.
La magia inundó el mercado y como no podía ser de otro modo, el Llano Amarillo quedó colapsado en escasos minutos lo que obligó a muchos ciudadanos a dar vueltas por los alrededores para encontrar una plaza de aparcamiento. Ardua tarea.
Tosantos tiene todos los ingredientes del otoño. El cambio horario, el olor a castañas pilongas, la noche fresca, las luces tenues de los puestos al estilo de la Plaza Mayor de Madrid, salvando las distancias, y la tradición a raudales. La de todos los vecinos del Cobre, de San Bernabé o del Rinconcillo que saben dónde hay que estar una noche que es sólo una vez al año
Con el cambio de hora, a las siete de la tarde empezó el peregrinaje al pulmón comercial de la ciudad y el mal tiempo no estropeó la jornada. Los algecireños lo único que no tuvieron claro ayer fue si era mejor seguir el sentido de las agujas del reloj o el contrario para recorrer los 85 puestos.
Anoche la tradición le echó un pulso a Halloween y Tosantos resultó vencedora. No obstante, ambas fiestas van de la mano y cientos de niños acudieron disfrazados y con calabazas a la cita.
La rivalidad surgió hace años cuando Halloween inundó las pantallas de televisión y el mundo globalizado hizo el resto. Sin embargo, en Algeciras la gente sigue llamando a la fiesta por su nombre, Tosantos, pese a que los niños aprietan con fuerza llevándose el vocabulario y la vestimenta a su terreno. ¿Truco o trato?
El olor a castañas hizo de reclamo al igual que los frutos secos y las golosinas pero también la fruta del tiempo como clementinas, chirimoyas y granadas y cómo no, las cañas de azúcar. En todos los puestos había cola y los tenderos confesaban que era el mejor día de ventas del año. Los clientes tenían clara una máxima, en Tosantos no se puede abandonar el mercado sin una buena bolsa de víveres. El binomio resultó perfecto y la cercanía de las fiestas navideñas hizo el resto.
De los puestos hubo uno de pequeñas proporciones que obtuvo mucho éxito si se tiene en cuenta la gente que hacía cola. Vendían pan y pasteles artesanos que poca gente pasó por alto. Muchos no lo dudaron y se llevaron una empanadilla de calabaza, una magdalena o un pastel de almendras o avellanas a la boca. Todo muy elaborado y nunca mejor dicho, delicatessen.
La magia inundó el mercado y como no podía ser de otro modo, el Llano Amarillo quedó colapsado en escasos minutos lo que obligó a muchos ciudadanos a dar vueltas por los alrededores para encontrar una plaza de aparcamiento. Ardua tarea.
Tosantos tiene todos los ingredientes del otoño. El cambio horario, el olor a castañas pilongas, la noche fresca, las luces tenues de los puestos al estilo de la Plaza Mayor de Madrid, salvando las distancias, y la tradición a raudales. La de todos los vecinos del Cobre, de San Bernabé o del Rinconcillo que saben dónde hay que estar una noche que es sólo una vez al año
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