De niños, cuando nos adentrábamos en los montes en nuestras cacerías de pajaritos, en la búsqueda de musgos para el portal de belén o simplemente buscando murtas y madroños, no podiamos imaginar que transcurridos los años nuestro espíritu soñador nos haría volver a esos lugares para contemplar con conocimiento de causa las maravillas de la Naturaleza.
Nuestros montes fueron el hogar de muchas personas que vivían en chozas con sus techos de brezos y que con su trapicheo cotidiano habian trazado veredas, senderos y caminos que después se perdieron por el crecimiento de la maleza abandonada y descontrolada.
Aún resuenan en mis oidos los nombres que de pequeño eran habituales en las conversaciones de los mayores como “Benazaina, La Breña, el Carrizo, El Torero, Los Berracones, La Sauceda, Las Asomaillas, Las Cañillas, El Puerto Gali, La Potrica, Las Limas, El Bujo, Jota, Capucho, Las Lomas de Cámara, Gamero, Jarilla, el Cochino, Rajamanta, El Arrayán, Chinchilla, La Cólera y un montón de nombres más que aquí no podría enumerar.
Han transcurrido los años y estos lugares han estado casi olvidados de la mano de Dios, aunque frecuentados por algunas personas que han continuado teniendo animales y por otros que mantenían su afición por la cacería menor y mayor.
Ha llegado la modernidad de los tiempos y no hemos tenido más remedio que dirigir nuestra mirada hacia nuestros montes, porque ellos son la fuente de la vida que se han mantenido intactos durante todo este tiempo que nos hemos hallados distraidos en el desarrollo de nuestra propia existencia.
Todos esos nombres de fincas siguen existiendo, pero agrupados en Parques Nacionales, que con una serie de normas se pretende que continuen más o menos intactos para nuestro disfrute y el de nuestros hijos.
En Jimena tenemos el monte rodeando buena parte del pueblo, con una belleza que impresiona al visitante amante de la Naturaleza y por eso hay bastantes personas que salen con frecuencia y se marcan sus caminos, veredas y senderos que como es lógico ya algunos deben tener anotadas en sus libretas de campo, con rutas bien diferenciadas unas de otras y el grado de dificultad que cada una entraña.
Nunca me había parado a pensar mucho en estas cosas tan naturales y bellas que rodean el pueblo. pero ahora mi amigo Juan Manuel, al que yo cariñosamente llamo el Niño de Las Torres, ya tiene un ordenador portátil y de vez en cuando se digna en enviarme algunas fotos, contándome con mucho entusiasmo : -- Don Francisco, tengo más de 500 fotos de senderismo. Una ruta por Jarilla, otra por el nacimiento del Hozgarganta, por las cuevas de las Motillas. Otra dejamos los coches en el refugio para subir a La Pilita de la Reina porque desde lo alto se ve Cádiz, Jerez y Alcalá se queda a tan sólo 2 ó 3 kilómetros. Otra ruta al castillo de Castellar, el Corchadillo, el Cochino, Rajamanta a salir por El Puente de Hierro.
Se entusiasma contándome rutas y rutas por lo que yo me imagino que voy andando entre ellos, me cuenta cosas que su abuelo le contaba y me las imagino tal como aquel hombre sabía decirlas. Es curioso, recuerdo a Señó Manué que llegaba de la “recoba” cansado y al ratillo ya aparecia lavado y requetepeinado con su sonrisa en la cara, hablando con todos los vecinos y con la impaciencia de llegar al Bar de Herrera junto a la plaza de abastos, donde se sentía a gusto con los conocidos y se divertía de lo lindo.
Espero que este verano Juan Manuel pueda traerse un día esa lata de carne membrillo, podamos escanear algunas de sus fotos antiguas y charlar a gusto para trazar nuestra propia ruta de recuerdos y sensaciones del transitar por caminos, veredas y senderos que es nuestra propia vida.
Un abrazo.
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