sábado, abril 18, 2009

NOS LO CONTARON, ALGO VIVIMOS Y AL FINAL LO LEEMOS EN LAS REVISTAS.


Se les notaba a nuestros padres que habían tenido sus pies puestos en el comienzo de una era de progreso democrático y que por la fuerza tuvieron que dar marcha atrás a esas ansias de libertad, de respeto hacia los demás y de elegir sus propios destinos en la vida.

Yo oí a mis padres decir que en nuestra casa y en la de muchos vecinos del pueblo se quemaron libros y novelas que hablaban de la libertad y del derecho a ser gobernados conforme a libertades innatas a la condición humana.

Nos contaban nuestros padres que en España hasta el 17 de Julio de 1936 se tenía una de las legislaciones más progresistas del mundo en lo relativo a cuestiones sociales. De hecho cuando saltó el movimiento mis padres sólo estaban casados por lo civil pues el matrimonio podía contraerse por la vía religiosa o civil con el mismo reconocimiento y, si éste no salía bien, los cónyuges siempre contaban con la facultad de solicitar el divorcio.

He leído por ahí en algún sitio, que la victoria franquista cambió radicalmente este modelo progresista, retornando a un pasado ya olvidado que, durante décadas, fue visto con desagrado e incredulidad por el resto de países europeos. La Guerra Civil no fue sólo una lucha contra la República como sistema político, sino contra la forma de percibir la vida que sus cabezas más visibles propugnaban mediante leyes.

El Estado, se esmeró en crear una sociedad obediente, manipulable y temerosa a la que se le debería decir cómo amar, criar a sus hijos o comportarse dentro y fuera del matrimonio. Todo iba encaminado a conseguir unos ciudadanos, cuyas vidas estarían reguladas en todo momento con un cometido único como era servir a los principios del Movimiento.

No se podía bailar pegados y la imagen de los años sesenta, que he obtenido de una revista de historia, refleja aún el miedo a juntar los cuerpos durante el baile. Incluso existía la figura de un vigilante que separaba a los bailarines si se unían demasiado. Durante décadas, ni siquiera los novios debían ir por la calle cogidos de la mano.
El cine y los espectáculos teatrales estaban totalmente controlados por la censura estatal y eclesiástica. Resulta curioso pero cierto que nosotros de chavales íbamos a la puerta de las iglesias donde había unos cajoncitos colgados con unas fichas que venían con las películas y según los rombos podías ir o no conforme a la edad que teníamos entonces.

Los noviazgos en la época de la dictadura duraban seis o siete años, aquello era más bien una prueba de fe y de paciencia con la misión por parte del hombre de llegar a sustentar una familia y que su mujer debía de obedecerle en todo. La norma básica era llegar vírgenes al matrimonio con ausencia de caricias, de besos y de mucho más. La mujer debía de preparar el ajuar y el hombre trabajar y si alguien pensaba en la masturbación como un desahogo, debía de afrontar la conciencia de haber pecado y que aquello producía tuberculosis, ceguera, locura o debilitación cerebral.

En aquella España no había homosexuales, o al menos se vendía cara a la sociedad y existía bastante control en los seminarios y lugares de concentración para evitar escándalos. Algunos castigos consistían en internarles en establecimientos de reeducación entre seis meses y cinco años, en desterrarles de su lugar de residencia o someterlos a vigilancia gubernativa.

Las leyes resultaban bastante discriminatorias y apareció un Código Civil elaborado a la medida de los que mandaban, así el articulo 57 : “El marido ha de proteger a la mujer y ésta obedecerle”. Hasta 1958 no se le reconoció a la mujer el derecho a ser tutora o testigo en testamentos. Tampoco podian abandonar el hogar parterno antes de los 25 años de edad y los hombres podían hacerlo a los 21.

Hasta aquí algunas de las cosas que nos han contado y muchas más que ya figuran recogidas en esas páginas tan maravillosas de la revista “Historia de Iberia la Vieja” que con frecuencia suelo leer cuando dispongo de un rato libre.

Un abrazo.

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