viernes, junio 10, 2011

EN MI CASA NUESTRA MADRE AMASABA A VECES EL PAN QUE NOS COMÍAMOS.....




Los chiquillos de hace unos sesenta y cinco años parece como si hubiésemos nacido en la reguera central de nuestras calles y hasta aquella “ropilla” vieja, casi transparente por el desgaste del uso, venía pegada a nuestros cuerpos también innata a nuestro ser porque se heredaba de unos a otros hasta quedar inservibles.. ¿ digo yo inservibles…? ¡ que va hombre…. Se hacían trapos para limpiar los cristales o “roíllas para limpiarse los “jociquitos" de vez en cuando.
Los calzones cortos de Mahón, no tenían la medida exacta de caer sobre las rodillas nudosas o si debían de sobrepasarlas y es que dependía de la altura de nuestro hermano antecesor del que los habíamos heredados. Que sepáis que no cuento esto como algo malo pues para nosotros ( los chiquillos de entonces) era una cosa normal y corriente porque entre otras circunstancias no entendíamos de modas, sino de necesidades a cubrir y eso era lo primordial para todos. Tampoco importaba el que los dos parches del culero de los calzones estuviesen mas nuevos y de color mas reluciente porque al cabo del tiempo su color se atenuaba y casi se asemejaba al anterior.
La alegría la llevábamos por dentro siempre y el frio en invierno era algo que soportábamos de forma inconsciente con la respuesta adecuada que con esos “tiritones” pasajeros que distraíamos jugando a los “cajillones”, “la chicha”.. y, un sinfín de posibilidades de juegos todos al aire libre y sin gastarnos ni una sola perrita gorda” en comprar nada.
Algunos de estos niños del juego diario en la calle, teníamos la suerte de que “”en nuestras casas nuestras madres amasaban de vez en cuando el pan que nos comíamos todos””. La verdad es que en mi casa no era siempre así porque recuerdo haber ido de muy pequeño a la casa de los “Anastasio Beffa”, era un panadería frente a “Paquito Perejil” y allí me ponía en la cola con la carpeta de los cupones de la cartilla de racionamiento. Lo que mas me gustaba era el “olorcito a pan caliente” que salía de aquella casa y que en cuando llegaba a casa mi madre le pegaba “ el pellizco” a la telera y en el “cabero” me ponía un chorreón de aceite de la sierra y una “pizca” de azúcar.
En la alcoba de mi hermano José era donde estaba aquel enorme lebrillo con sus “lañas” de hierro y la alteza para cernir la harina , donde se hacia todo el proceso del “masijo” con la añadidura de la levadura de la semana anterior. La verdad es que para mi cuando empezaba la tarea de amasar el pan se me acababan los juegos y no me separaba de mi madre ni un solo instantes, hasta que me daba un trozo de masa que yo trabajaba a mi gusto con mis manitas negras hasta que la masa adquiria el mismo color pero así de todas formas hacia mis “patitos” y otras figuras que se ponían al borde dela hornilla de guisar y me las comia con la repulsa de mi madre que no quería que lo hiciese porque decía que me pondría enfermo pero a mi nunca me paso nada por comerme aquella masa tostada tan sucia.
Otra cosa que me gustaba que me hiciese eran los “hornazos” con un par de huevos que se cocian en el horno junto con el pan. Las tablas del pan estaban en casa y eran mis hermanas las encargadas de llevarlas al horno de la mujer y cuñada de “Vico” que por tres “perras chicas” preparaban cocidas aquellas enormes tablas llenas de telerones y panes debidamente punzados con sus dibujitos de siempre.. En el horno se mezclaba el olor a pan caliente, los bizcochos y los cagajones del burro aquel rabioso que tenían a la subida del horno.
Nuestra vida… la de los niños de entonces y la de los amasijos de pan eran paralelas y he querido contarlo, porque hoy me apetecia hablar de esas cosas conmigo mismo y de “tacón” con todos vosotros que sin duda alguna habréis pensado que me siento nostálgico y la verdad no es eso, sino que poco a poco hay que hablar de nuestras cosas para sentirnos mejor de lo que somos y olvidarnos de esas otras cosas que pareciendo importantes tal vez no lo sean.
¡Que tengamos todos un buen “Viernes” ya vísperas de un fin de semana casi veraniego pero con algún vientecillo por nuestra zona.
Un abrazo Currini

2 comentarios:

Rosi Estorach dijo...

Una historia muy entrañable Currini. Como bien dices no hay que olvidar nuestros orígenes.

Currini dijo...

Gracias Rosi, tu opinión me interesa y sé que es sincera.
El no olvidar nuestros orígenes, nos hace ser mejores con los demás y eso no dejará de ser importante nunca.
Gracias por depositar tu comentario en este blog que lo considero de todos.
Saludos
Currini