viernes, febrero 24, 2012

MUJER: IGUALDAD A CONTRARRELOJ.....


Por Magdalena Trillo, Directora de 'Granada Hoy'. Ilustración: Esteban

En treinta años de autonomía, la mujer ha roto prejuicios y tabúes, ha transformado el modelo de familia y ha culminado su plena incorporación al mercado laboral. La brecha salarial, el techo de cristal y los espejismos de la conciliación siguen siendo las asignaturas pendientes.
María tuvo su tercera hija el mismo año que Andalucía decía sí a la autonomía. Vivió la posguerra haciendo diabluras y ganó sus primeras pesetas aprendiendo el oficio con el sastre del pueblo. Ella nunca quiso estudiar; a sus cinco hermanos no los dejaron. Ni había dinero para dar tantas carreras, ni su padre hubiese permitido jamás que un hijo suyo le diera de lado. Aún era una chiquilla cuando pasó del “mando” de sus padres al “mando” del marido. Se casó con un agricultor y cumplió el decálogo de la buena esposa: el peón invisible en el campo, la jornada extra en el hogar, la crianza de los hijos y el cuidado de los abuelos. Con un sentido heredado de la responsabilidad.
La revolución de la mujer en Andalucía se inició en la casa de María, en la casa de las muchas marías, que en los albores de la democracia empezaron a construir Andalucía, en una tierra acomplejada e injustamente oscurecida por los tópicos. A sus hijas les inculcó la mejor lección que supo: la primera libertad que hay que conquistar es la económica. Sólo puedes decir “basta” cuando edificas tu propia trayectoria laboral y profesional y no tienes que poner la mano a final de mes para llenar la despensa. Libertad para vivir sin complejos de inferioridad; libertad para pensar; libertad para elegir.
Ha sido un cambio histórico. Una transformación legal, laboral, demográfica y hasta sexual en lo cotidiano y en lo público. Desde el feminismo de calle que ha ido rompiendo silencios hasta una esfera pública y de gobierno que ha sido pionera en políticas de igualdad.
La directora del Instituto Andaluz de la Mujer, Soledad Pérez, es consciente de las muchas renuncias que está costando la igualdad, pero no alberga ninguna duda sobre los pasos dados “enseñando a crear conciencia de género, hablando de cosas cotidianas como el derecho a elegir la maternidad, el derecho a la separación y al divorcio, a los anticonceptivos, a decir no y cuándo, incluso cómo”.
Pese al descrédito creciente de la política, de los políticos, no es posible hablar de la igualdad en Andalucía sin reconocer que es uno de los grandes legados de los hombres y mujeres que han levantado, juntos, la autonomía andaluza con su gestión en el gobierno regional, pero también local, nacional y europeo. Un camino a contrarreloj si recordamos que hubo que esperar hasta 1931 para que una andaluza fuese elegida democráticamente: la malagueña Victoria Kent, que logró un escaño en Madrid por el Partido Radical Socialista, y la granadina María Lejárraga, socialista y feminista. La primera lucha de aquellas mujeres fue contra el machismo. Luego habría de llegar la dictadura -y con ella más silencio, sumisión y represión- y no sería hasta 1977 cuando cinco diputadas andaluzas consiguieron el aval de las urnas para el Congreso. María Izquierdo, Ana María Ruiz-Tagle, Virtudes Castro, Mercedes Moll y Soledad Becerril. Pioneras. Como lo han sido las 1.123 que han escrito la historia pública de Andalucía. Como lo son, cada día, las decenas de mujeres que enarbolan la bandera de la igualdad participando en las más de dos mil asociaciones que hay ya en comunidad. Como lo son las miles de amas de casa que, como María, hacen su revolución de puertas adentro. Porque la “corresponsabilidad”, la conciliación, sigue siendo la gran asignatura pendiente. Porque la mujer ha saltado al espacio público sin que el hombre haya terminado de entrar en el doméstico.

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