jueves, agosto 19, 2010

UN PASEO ENTRE HIGOS DE RAMA,CORDEROS , RICINOS Y CARRIZOS PARA ZAMBOMBAS.



Resulta que esta mañana he salido a andar más temprano que de costumbre y hasta me he permitido desviarme de mi ruta habitual del camino de Sotogrante porque como os dije estoy un poco cansado de saludar a los “remilgados- estirados” obteniendo “la callada” por respuesta.
Me he metido por un carril que va paralelo al canal de riego que viene desde Tesorillo y cuyas aguas se pierden impetuosas hasta desembocar en el mar junto al Guadiaro. Un derroche constante del preciado líquido que bien podría canalizarse otra vez ( antiguamente era así) para inyectar de agua muy necesaria a la Laguna de Torreguadiaro que ganaría en vida sanitaria y en abundancia de crustaceos, moluscos y por “ende” en afluencia de aves migratorias, pero los ediles mandatarios de San Roque no están por la labor de cooperar en la oferta desinteresada hecha por la Comunidad de Regantes de San Martín de Tesorillo.

Me he tropezado con una hermosa higuera cargada de higos de rama y junto con Los Hermanos Cueva ( Juan Y Antonio) hemos cogido algunos totalmente libres de picaduras de la mosca. Según dicen son los mejores higos de la zona y aunque tendrá su propietario, al estar en el bardo del carril creo que son propiedad del primero que pase y los encuentre maduros.

He echado de menos mi cámara de fotos para poder mostraros todo lo bello que hay por la zona de Torreguadiaro incluida una buena tierra de labor donde se siembran tomates, pimientos, habichuelas, berenjenas, maiz y todo lo que se les tercie a “Los Porras” que son los propietarios de buena parte de estas fincas.
He visto una “ piara” de ovejas que comían hierbas y pasto en uno de los manchones libres de siembra y al pararme para mirarlas junto a un cañaveral he tenido entre mis manos unos “carrizos” de aquellos que cortábamos para nuestras “zambombas” de Navidad.
Las ovejas con sus corderillos y los “carrizos” me han hecho pensar en aquella Navidad en que los pastores de Sambana cantaron sus villancicos desde “El Coro” tan enorme que tenía La Iglesia de La Victoria en el Barrio Arriba y junto a ellos mientras cantaban muy adornado con un “atalaje” especial de lazos de colores, estaba echado en el suelo un precioso corderillo.
Mis ojos de niño se abrieron al máximo cuando contemplé que el director de la comparsa navideña entregaba el corderillo al cura como ofrenda navideña a la iglesia.
Ví como el corderillo fue creciendo y creciendo hasta convertirse en un carnero que nos embestía como un toro cuando se le provocaba en el huerto que el padre del cura tenía junto a la iglesia.
La verdad es que no sé la suerte que correría el pobre animal que se crió entre nosotros jugando y bien alimentado al principio con la “leche de cura” y después con la hierba que se le arrimaba y los coscorrones de pan, aunque por aquella época había muy poquitos de estos coscorrones porque aprendimos que habia que comérselos aunque estuviesen duros.
Seguimos andando por el carril y fui observando la vegetación que crece desmesuradamente hasta pararse mi vista en unas enormes plantas de “Ricino” y con Los Hermanos Cuevas, estuvimos dialogando de que si esas eran las planta del “aceite de ricino” que servía para “purgarnos” cuando éramos pequeños y que como castigo en la guerra y posterior daban como castigo a las mujeres y las paseaban rapadas por el pueblo los mandatarios llamados falangistas y nacionales.
No quisimos tocar mucho ese tema tan desagradable y continuamos hablando de lo innecesario de aquellos purgantes por lo que nos pasamos a “los papelillos de panacea”, “el chocolate de purgante” y “ el agua de Carabaña” que nuestras madres se encargaban de suministrarnos en cuanto nos veían un poco la lengua blanca pues comentaban que teniamos el “estómago sucio”. De ahí nos pasamos a las cucharadas soperas de “aceite de bacalao” que nos daban como reconstituyente y al “Vino Quina” para terminar hablando de la manzanilla, de la doradilla, del poleo y de todos los “yerbajos” que nos daban para curarnos y ahorrarse el dinero que cobraban los médicos y que no se podía pagar porque no lo había.
Lo mejor que tiene todo esto de andar es que cuando regreso a casa me ducho y al pesarme siempre peso un kilo de menos pero que al tomarme una tostada y el café con leche lo recupero y sigo como siempre, aunque de verdad que me siento más ágil y por eso repito al día siguiente otra vez.
Espero que no penseis que estoy un poco loco porque os cuento estas simplezas, creo que hay que ser así y recrearse en lo que llaman vulgar y cotidiano, que nos convierte en mejores personas para con los demás.
Un abrazo. Currini

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