sábado, septiembre 18, 2010

ENTRE MARGARITAS Y AMAPOLAS...JIMENA DE LAFRONTERA

No siempre salen así de bonitas las fotos que hacemos, pues casi nunca al ver las imágenes en la cámara, nos sentimos satisfechos porque lo que tenemos por delante no coincide con la realidad de lo contemplado.
Esta foto de margaritas y amapolas, recoge perfectamente lo que nace y se cría de forma salvaje en el campo, siendo la foto en este caso, una parcela para soñar y recordar sensaciones vividas de olores y colores naturales.
De niño, cuando no sentia la responsabilidad de que mi ropa se manchase, paseaba por Garcibravo, las Minas, Cantarigüelas, El Toluque y el "CERRO DE LAS MARGARITAS".

Estoy convencido que muchos en Jimena ni siquiera han oido hablar del " Cerro de Las Margaritas" pero si le preguntais aMIguel Peláez, seguro que os contestará que la parcela del Cerro de Las Margaritas es suya y es que su padre ( Juan Peláez Sanjuán) la compró cuando nosotros éramos pequeños.
Este enorme cerro , por debajo de la calle Llanete, tiene la particularidad de que cuando llueve en invierno se pone todo hecho " un flan" de barro y que cuando caminas por él terminas con unas enormes "pergañas" pegadas en los zapatos y que realmente no puedes andar por el peso que acumulas en las suelas.
Poco importaba a Peláez aquello del barro porque todos los años hacía que lo arasen y sembraban cebada y hasta trigo pero con la certeza de que la cosecha sería abundante de margaritas y amapolas más que de trigo ó cebada.
Un año hasta se sembró de habas cochineras y salieron algunas salteadas entre los "jopos", las margaritas y las amapolas. Si el cerro quedaba sin sembrar, es decir para manchón, ese año teniamos garantizada una hermosa primavera cuajada de margaritas en todo el cerro y es cuando nosotros los crios más disfrutábamos porque eso de andar en primavera por medio de las margaritas y tenderte a lo largo para oler a través de todos tus poros la fragancia del perfumen que nos envian esas flores, eso no está pagado con nada del mundo.

Allí se me perdió una vez una navaja de esas que los chiquillos llevábamos siempre en el bolsillo y aún me acuerdo de las veces que bajé a buscarla entre las margaritas y jamás apareció, siendo el precio que pagué por las veces que me tendía entre las flores para soñar despierto entre pétalos y fragancia natural.

Dedicado con cariño a "La Familia Peláez-Sánchez y Peláez-Linares" porque fueron parte de nosotros mismos y eso no se olvida jamás.

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