sábado, noviembre 20, 2010

EL CORZO MORISCO, EL DUENDE DE NUESTROS BOSQUES


El corzo posee en las sierras de Cádiz y Málaga las poblaciones más sureñas de su distribución mundial, donde mantiene una población escasa y aislada del resto de los corzos ibéricos, más situados hacia el norte de la península. Si a ello unimos que buena parte de sus existencias —las no introducidas por razones cinegéticas— son de una raza diferente del resto, conocida como «corzo morisco», la singularidad del más pequeño cérvido europeo en Los Alcornocales adquiere una especial relevancia.
De aspecto, podemos asemejarlo a un ciervo en miniatura. Su cornamenta, sin embargo, no es tan patente, ya que apenas sobresale de las largas orejas. El color del pelo es pardogrisáceo, en el que destaca un trasero llamativamente blanco, muy visible cuando el animal huye a grandes saltos por entre el espeso matorral en el que suele moverse.
Acostumbra a vivir en parejas o en pequeños grupos en zonas boscosas en donde pueda encontrar agua limpia y cierta cantidad de pasto. Se alimenta de materia vegetal de alto valor nutritivo y con bajo contenido en fibra, como brotes de matorral o hierba fresca. Esa característica ha sido la que le ha llevado al grave estado de conservación que presenta actualmente en Andalucía, ya que cohabita difícilmente con los ciervos, una verdadera plaga en muchas áreas, donde compromete, además de la regeneración natural del arbolado, la propia existencia del corzo, especie absolutamente autóctona del alcornocal, considerado como el «duende del bosque» dado su carácter curioso y esquivo a la vez.

En vez de la popular berrea, al celo del corzo se llama «ladra» pues el sonido que emite se parece al de un perro, aunque mucho más corto y grave. Se produce entre Junio y Julio, aunque la gestación como tal no comienza hasta cinco meses después, cuando el pequeño embrión se implanta en el útero. En primavera tiene lugar el parto que suele ser de dos crías, aunque no son raros los alumbramientos de una e incluso de tres.

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