03 octubre 2011
No contamos
Si algún día, en un arrebato de cordura, España amaneciera gobernada por la lógica de las cosas, entenderíamos de golpe que no es posible sacar adelante un país en el que un alcalde gana más dinero que el presidente del Gobierno y en el que un policía local de pueblo le triplica el sueldo a un comandante de la Guardia Civil que tiene a su cargo el control de fronteras continentales. Entenderíamos que las regiones más pobres no pueden duplicar en funcionarios a las más ricas; que las autonomías no pueden usar las ventajas fiscales y los privilegios para hacerle la vaca a la comunidad vecina; que un simple delegado provincial de un gobierno regional no puede disponer de un palacete y una corte de asesores mientras se agolpan enfermos en los pasillos de los hospitales. Si amaneciera un día la lógica, la enumeración de los agravios antiguos y los desequilibrios imperecederos se haría tan larga que acabaría en sobresalto al comprobar que han pasado los años y lo único que se ha logrado ha sido perpetuar esos defectos del sistema. De una forma casi poética lo expresó hace unos días el fiscal superior de Andalucía, Jesús García Calderón, en su discurso de inauguración del año judicial. Dijo el fiscal: «Tengo la obligación de recordarles la asombrosa lealtad de nuestras carencias». Tal como suena la frase, uno se imagina que el fiscal ha llegado a ese párrafo y ha levantado la mirada por encima del atril, para dirigir al público un gesto de complicidad, para recoger un guiño de comprensión, algún gesto de asentimiento.
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