sábado, septiembre 13, 2008

EL PRECIO DEL PROGRESO


Estoy esta mañana, como de costumbre, desayunando tan tranquilo en mi casa, viendo como los gorriones picotean los trocitos de pan que previamente les he tirado por la ventana y mientras yo doy buena cuenta de las tostadas con aceite sobre las que he puesto unas rodajas de tomate, estoy pensando en la cantidad de cosas y sensaciones reales y naturales que hemos perdido con el transcurso del tiempo por causa de habernos montado tan de prisa en ese tren llamado progreso.

Como me gusta hablar de lo sencillo y cercano a nosostros, os comento que el pan que me llevo a la boca es una mezcla de semillas integrales, que aunque reuna todas las propiedades que dicen tiene para la salud, nada tiene que ver con el sabor y la consistencia de aquel otro pan que con el trigo molido en el “Molino de Rubio”, amasaba mi madre en aquel enorme lebrillo al que previamente habia mezclado la “levadura natural”(trozo de maza del amasijo de la semana anterior).

Aquel pan, se fermentaba amorosamente tapado con un paño blanco y con aquella aguja amarrada a un palito, se le hacían unos dibujos a “capricho” y colocados en la “tabla del pan” se la ponían mis hermanas en su cabeza sobre el “roete” de trapo y los transportaban al horno de “Vico”.

Ese pan que se hacía y se comía en casi todas las casas jimenatas, era como un don del cielo que saciaba el hambre y nos hacía felices.

El aceite que rocío sobre las tostadas, era un aceite de la sierra… fuerte y prieto que a veces se agarraba con “cojones” a nuestra garganta ya acostumbrada a soportarle, pero que transmitía un sabor a nuestro paladar que ningún aceite de los de ahora nos puede dar.

Este aceite no es el mismo… porque la aceituna de donde procede, tampoco lo es, ya que llueve poco y carece de jugo, el prensado tampoco se hace como antes en aquellos “capachos” de esparto y le falta el amor de lo “antiguo”, porque se le mezclan a veces sustancias que queman nuestra sangre de humanos.

El tomate que coloco sobre mis tostadas…. Ni “un asomo” a aquel que sólo podiamos comer en “el tiempo de los tomates”, que al masticarlo, saboreabas el olor y el sabor de la tomatera y del huerto entero.

Ese tomate…no es el mismo… porque la semilla tampoco tiene nada que ver con las nuestras de “antaño”, que se guardaban de un año para otro en aquellas “calabazas” secas con su tapadera de corcho. Ahora los tomates tienen una piel dura como un plástico y saben a todo… menos a tomate, porque el progreso y la tecnología les dan el sabor y la consistencia a su antojo.

Hasta el gorrión que picotea el nuevo pan de ahora….. me mira como si me dijese….¿ Que me estás dando Currini…? Y a ese animal “saltarín…..¿ Como le explico yo…..? : -- ¡Te estoy dando el fruto del progreso y las nuevas tecnologías en forma de alimento!. La vida alegre gorrión… es distinta ya para todos….porque quisimos coger este tren del progreso, sin darnos cuenta del tesoro que nos dejábamos detrás, porque para vivir no se necesita tanto tecnicismo y sí mas amor ….. pero es el precio que hemos de pagar mientras estemos divinamente y equivocadamente progresando,sin pensar y calcular las consecuencias a que nuestros avances nos pueden llevar.

El pan, el aceite, el tomate y el gorrión han sido los cuatro elementos más cercanos que me han hecho recapacitar sobre nuestra deuda al pasado y nuestro precio por el progreso descontrolado que no calcula y estudia las posibles consecuencias, así que imaginaros si vamos recapacitando sobre todo lo que nos rodea…..¿ A que conclusiones podríamos llegar………?

Saliéndonos fuera de la reflexión, soy consciente de que el progreso es innato a nosotros mismos y por supuesto necesario para la propia vida , pero tan bien es cierto que nos está haciendo perder cosas que ya no volverán, aunque muchos dirán…. ¡ que mas da, si ya sólo conocemos lo que tenemos!
Un fuerte abrazo.

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