CASCARRETAZOS EN LA CALLE SEVILLA. JIMENA DE LA FRONTERA.
Estoy observando esta fotografia hecha en las Cuatros Esquinas, justo delante de nuestra zapatería, en la que aparece Bartolo el del café con Juan Corbacho y los otros dos asíduos de la barra que aunque los conocia a la perfección no puedo identificarlos por sus nombres pero sí a Ágeles Boza que estaba mirando en la puerta de su tía Jacinta.
Si os fijais bien, en la parte izquierda de la foto se ve el “marchapié” y una cosa que sobresale sobre el mismo, pues se trata de un escaparate que nos hizo el albañil de la Estación de Jimena Juan El Tuerto y como hacia dentro no tenía suficiente espacio porque se comía la zapatería tuvo que sacarlo bastante hacia fuera y por eso invadía medio “marchapié”.
Estoy seguro que esto lo he contado en otra ocasión, pero viendo la foto no puedo dejar de narrarlo ya que ésta ilustra mejor los acontecimientos.
De día, todo estaba muy bonito y la gente se paraba desde el principio para ver los zapatos, precisos, correas de relojes y las numerosas cosas que a mi padre se le ocurría de poner allí, por lo que el escaparate de Orellana tenía su atractivo como distracción sobre todo para la juventud y los ancianos.
Al anochecer, teníamos que ponerle aquellos pesados portalones con unos candados que protegian el cristal de posibles accidentes callejeros nocturnos.
Nosotros nos acostábamos a dormir plácidamente y rara era la noche que no nos despertase un “golpetazo seco”… seguido de un montón de palabrotas… como el hijo de…. Orellana, no podia haber puesto otra cosa aquí… y un sinfín de maldiciones graciosas. Mi padre siempre decia lo mismo… ¡ Ya se han dado otro “cascarretazo”,se ha dejado ahí la borrachera y va fresco para su casa! Y nosotros nos tapábamos debajo de la manta y nos reíamos de lo lindo, sin que estuviese muy bien reirse de estas cosas, pero no lo podiamos evitar.
De día también sucedió algunas veces que iban distraidos ó leyendo algo sin mirar hacia delante y el “cascarretazo” contra el escaparate estaba garantizado. Aquello estuvo sucediendo durante mucho tiempo y la gente maldecia e insultaba pero al final terminaban riéndose de lo bien puesto que estaba el dichoso escaparate. Ahora creo que no se permiten el hacer escaparates ni rejas sobresaliendo hacia la acera, pero no estaría de más dejar alguno para darle alegría a los espíritus traviesos.
Un abrazo.
Estoy observando esta fotografia hecha en las Cuatros Esquinas, justo delante de nuestra zapatería, en la que aparece Bartolo el del café con Juan Corbacho y los otros dos asíduos de la barra que aunque los conocia a la perfección no puedo identificarlos por sus nombres pero sí a Ágeles Boza que estaba mirando en la puerta de su tía Jacinta.
Si os fijais bien, en la parte izquierda de la foto se ve el “marchapié” y una cosa que sobresale sobre el mismo, pues se trata de un escaparate que nos hizo el albañil de la Estación de Jimena Juan El Tuerto y como hacia dentro no tenía suficiente espacio porque se comía la zapatería tuvo que sacarlo bastante hacia fuera y por eso invadía medio “marchapié”.
Estoy seguro que esto lo he contado en otra ocasión, pero viendo la foto no puedo dejar de narrarlo ya que ésta ilustra mejor los acontecimientos.
De día, todo estaba muy bonito y la gente se paraba desde el principio para ver los zapatos, precisos, correas de relojes y las numerosas cosas que a mi padre se le ocurría de poner allí, por lo que el escaparate de Orellana tenía su atractivo como distracción sobre todo para la juventud y los ancianos.
Al anochecer, teníamos que ponerle aquellos pesados portalones con unos candados que protegian el cristal de posibles accidentes callejeros nocturnos.
Nosotros nos acostábamos a dormir plácidamente y rara era la noche que no nos despertase un “golpetazo seco”… seguido de un montón de palabrotas… como el hijo de…. Orellana, no podia haber puesto otra cosa aquí… y un sinfín de maldiciones graciosas. Mi padre siempre decia lo mismo… ¡ Ya se han dado otro “cascarretazo”,se ha dejado ahí la borrachera y va fresco para su casa! Y nosotros nos tapábamos debajo de la manta y nos reíamos de lo lindo, sin que estuviese muy bien reirse de estas cosas, pero no lo podiamos evitar.
De día también sucedió algunas veces que iban distraidos ó leyendo algo sin mirar hacia delante y el “cascarretazo” contra el escaparate estaba garantizado. Aquello estuvo sucediendo durante mucho tiempo y la gente maldecia e insultaba pero al final terminaban riéndose de lo bien puesto que estaba el dichoso escaparate. Ahora creo que no se permiten el hacer escaparates ni rejas sobresaliendo hacia la acera, pero no estaría de más dejar alguno para darle alegría a los espíritus traviesos.
Un abrazo.
1 comentario:
Sigo riéndome. ¡Eres la leche! Y no me lo demostraste cuando estuve ahí. Tendremos que vernos más veces. Saludos a Yeya. VERÓNICA.
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